viernes, 15 de febrero de 2013

Trescientos metros de hielo


*Día 5 de febrero del 2013:

El martes, nos llegó suerte de todas partes… para empezar, fue un día de huelga en el instituto, y como no, nos preparamos las mochilas para una pequeña excursión en una de las montañas más bonitas de Madrid, nuestra querida Peñalara.
Algunos contratiempos nos hicieron llegar al puerto de la montaña a adelantadas horas de la mañana, pero no tardamos un minuto más en ponernos a andar…

Queríamos hacer algún corredor largo que aún no hubiéramos tocado, para llegar, recorrimos el camino normal que se frecuenta para ir a las lagunas, y una vez en la laguna de los pájaros hicimos la primera parada para comer algo antes de dar comienzo al empinado corredor.
Tuvimos una grandísima suerte con el día que no hizo, hacía el suficiente fresco como para no pasar mucho calor pero no tanto como para enfriarse en las paradas, también disfrutábamos de un cielo azul y unas sorprendentes vistas del panorama que ofrece la cara sur de Peñalara.


Tan pronto como echamos un vistazo a la enorme pared mientras bebíamos un trago, nos decidimos por el lugar que escalaríamos.
Se comenzaba con una nieve algo profunda que no pasaba de la mitad de la espinilla pero que poco a poco iba volviéndose más dura y compacta… en seguida tuvimos que dar uso de los piolets en una pendiente congelada con una inclinación notable.

A medida que ascendíamos, la montaña nos iba revelando su máximo esplendor con sus mares de nubes de olas flojas y la tranquilidad del gélido paisaje que solo podría haberse dado un martes como este…
La montaña hacía sentirse plenamente agradecido y confortado con el esfuerzo invertido.
Llegamos a un tramo que cedía descanso al perder inclinación, ya a pocos metros de la cima.


Continuamos por aquel tramo de paseo hasta retomar de nuevo la inclinación, el piolet hacía un sonido perfecto contra el hielo una y otra vez al compás de los crampones, con esta música llegamos animados a la cima tras haber escalado unos 300 metros de desnivel en este inmejorable día.

Cima de Peñalara

nuestros pasos por la cara sur de Peñalara






jueves, 7 de febrero de 2013

Siete Picos


Tras este paréntesis de largo tiempo sin actualizaciones en el blogg, queremos retomarlo con una de nuestras primeras marchas por la sierra en este año (2013).

*Día 20 de enero del 2013:

Nuestro blogg cumple un año, y volvemos para celebrarlo al mismo sitio de donde nació, a la Sierra de Guadarrama. Queriendo aprovechar la considerable capa de nieve que este invierno nos está ofreciendo, fuimos caminar un poco por Siete Picos.
En esta marcha nos acompañaban Lalo, un majísimo alumno suyo llamado Mario, Borja, Cristian y Javi.
De izquierda a derecha: Cristian, Borja, Javi y Lalo
 Salimos desde el puerto de Navarrulaque y comenzamos el camino internándonos en la montaña por una pista ancha en la que más tarde desembocarían los estrechos e irregulares caminos típicos del lugar...
Cada vez la nieve cubría más, pero sacamos las raquetas y se caminaba de maravilla. No hacía un tiempo muy despejado aunque de vez en cuando la vista nos alcanzaba a ver unos pocos kilómetros a lo lejos.

Ascendíamos por la falda de la montaña dirección al pico este, haciendo una larga travesía hasta el momento de atacar frontalmente la primera de estas siete.
A ratos, la nieve llegaba por encima de las rodillas y el frío de la altitud se hacía notar en el hielo adherido a las rocas y sus preciosas estalactitas colgando. Así que entramos en un corredor de breve inclinación por el que pudimos empequeñecer el pueblo más y más bajo nuestros pies.



Al poco de llegar a la primera cumbre, el corredor nos presentó una parte más técnica en la que tuvimos que hacer uso de los crampones y piolets. Trepamos por una cascadita de hielo de unos 5 metros y seguimos abriendo huella por la última y empinada pendiente que en ocasiones la nieve nos tragaba casi hasta la cadera.


 Después de estos últimos agotadores metros pudimos coronar la primera de las pequeñas cimas descansando y comiendo algo…

La espectacularidad del paisaje crecía a la par de los metros recorridos, una vez descansados nos fijamos las raquetas y andamos por este lugar, un lugar que no ofrecía ningún calor y nada de vistas por desgracia, pero ya en sí, no le faltaba nada para poder contemplarlo con profunda admiración.



Continuamos cresteando por la disfrutona zona sin perder detalle del paisaje, los arboles estaban medio sepulcrados por la nieve y eran totalmente blancos y cristalinos debido al hielo, casi podías ver tu reflejo en las enormes rocas de granito por la misma razón, y en el suelo se apreciaban pequeñas dunas de nieve de distintos tamaños y formas debido al viento, que como si de un molde se tratase había esculpido parte del lugar.


Pico por pico acabamos contando siete, y la inclinación de la montaña esta vez fue a favor de la gravedad, de modo que nos topamos con otro caminito de regreso.


Después de haber recorrido más de 13 kilómetros en montaña y haber caminado durante unas 7 horas llegamos al coche para volvernos ya gusto a casa con una ruta más en el bolsillo.