domingo, 9 de octubre de 2016

Mi historia con el Naranjo, volviendo a nacer.

Mi historia en el naranjo se remonta cuatro años atrás… cuando no mucho más joven pero sí infinitamente menos experimentado Cristian y yo nos propusimos escalar en el Naranjo de Bulnes. 
Un tal 4 de Diciembre de 2011. (Recién cumplidos los 16 años vamos al Yelmo como regalo de cumpleaños) Cristian García y Javi Guzmán
Para mi gran amigo Cristian y para mí, era una importantísima época de descubrimiento personal que dejaría una huella muy profunda para el resto de nuestra vida. Simplemente descubrimos la aventura: viajamos por toda la península, escalando distintas montañas, pasando días en la naturaleza, despertando con la luz del amanecer, acostándonos con la puesta de sol, observando las estrellas desde zonas alejadas de los ruidos y contaminaciones, pasábamos miedo, hambre, nos agotábamos dando todas nuestras fuerzas por algo estúpido e incomprensible, y cuando volvíamos allí abajo lo valorábamos todo 100 veces más. Tuvimos reflexiones profundas, este nuevo modo de usar el tiempo determinó nuestro carácter, nos sugirió un excitante rumbo de vida a seguir. Dependíamos uno del otro, nadie lo entendía, podíamos pasar horas pedaleando con una bici sin marchas y con la mochila cargada de material y víveres bajo la lluvia por los puertos de montaña sin comer ni beber con el único fin de llegar a Peñalara antes de que oscureciera.

En alguna parte de nosotros se forjaba una ilusión por un estilo de vida muy diferente al que el resto de nuestros amigos se encaminaban. Éramos los raros, -(¿para qué quieres una cuerda por navidad?, pareces tonto), pero más que a la tontería, nuestra obsesiva actividad nos llevaría a esclarecer nuestras ideas, dilatar la mente, centrarnos en lo que queríamos, aprender a escuchar al corazón y demostrarnos continuamente que las cosas imposibles no existen. Descubrimos una pasión, nos descubrimos a nosotros mismos y tuvimos el valor de proyectarnos y tirar hacia delante con todo aquello en lo que creíamos.
Estábamos muy motivados con un viaje a Calpe que nos había salido muy bien, llegando a escalar unas 5 vías en el imponente Peñón de Ifach. Entre ellas Costa Blanca, que nos supuso un gran reto psicológico. Teniendo en cuenta que apenas teníamos 16 años y solamente un año y pico de experiencia en escalada todo esto para nosotros fue una gran superación, progresar por esta pared, encadenando los largos nosotros solos en una aventura que se extendió a lo largo de diez días con unos macutos enormes y 20 euros cada uno.
Dado esto nos vimos de una forma ingenua preparados para escalar el Naranjo de Bulnes tirando de nuestras destrezas y conocimientos poco madurados.
Con mucha ilusión llegamos a Picos de Europa. Aquello era increíble: escarpadas montañas de roca por todas partes, profundos y extensos desfiladeros de vértigo, ríos rebosantes de vida entre verdes y frondosos paisajes… era nuestra nueva zona de juego.
Después de dormir una noche en Sotres, concibiendo donde estábamos y para que habíamos venido, llegó el día de la aproximación.
Tal día 14 de Julio de 2012 cargamos nuestras mochilas con material de vivac, de escalada y víveres para ser autosuficientes durante 5 días.
Cuando llegamos a pies del Naranjo aquello nos pareció sobredimensionado, ¡500 metros verticales y libres al vacío!, veíamos a la gente diminuta escalando en mitad de pared y nos resultaba verdaderamente impresionante. Aun así no nos dejamos asustar mucho, teníamos confianza en nosotros mismos. Nuestro objetivo del viaje era escalar la cara oeste por la mítica Rabada Navarro, Algo que con el tiempo me daría cuenta de que sería demasiado ambicioso para nosotros en aquel momento.
Cerca de las 18:00 de la tarde terminamos de montar el vivac y decidimos meternos en la vía Sagitario para saciar nuestra ansia de escalada. Miramos unos croquis de forma rápida y fuimos a pié de vía. Decidimos y mejor dicho decidí que yo escalaría el primer largo. Me coloqué el material y comencé a subir embarcándome ya desde el comienzo de la vía. Nuestro amigo Juanjo me tenía que recordar que protegiera los pasos metiendo friends de vez en cuando (algo en lo que carecía de experiencia por completo), eran los primeros friends que metía y encima fue en roca caliza descompuesta. Cuando llevaba unos 25 metros escalados visualicé la reunión a unos 5 metros a la derecha. Algo sospeche de que me habría equivocado con el trazado escalado de la ruta cuando de repente me vi en un muro vertical con cantos muy pequeños en el que me había quedado vendido tanto para terminar de subir como para destrepar. La reunión me decía –un poco más, ya lo tienes. Y el sentido común me preguntaba -¿Pero qué estás haciendo?.  En un desesperado movimiento dinámico para tratar terminar con el mal trago, el canto al que me agarré se rompió, y pude ver mientras caía cómo el primer alien amarillo era arrancado de cuajo de la pared, y así uno tras otro sin notar más que el ruido de mis golpes y el material, dando volteretas y precipitándome a una espantosa velocidad cada vez mayor a lo largo de unos 20 metros, esperando que al llegar abajo lo vería todo negro.
Pude distinguir entre los sonidos el estallido de una cuerda. Algo tiró de mí de forma brutal hacia arriba. De repente me vi colgado de la última oportunidad que tuve antes de estamparme contra el suelo, con las cuerdas enrolladas alrededor de mi torso, piernas y cuello. Cristian estaba en el suelo caido boca arriba, quejándose del golpe que se había dado de espaldas de lleno contra en suelo, pero aun así sujetando como un titán la cuerda que me salvo la vida. Nuestro amigo Juanjo subió corriendo haciendo una trepada de unos 7 metros para acceder a mí y desenrollarme las cuerdas. A su vez le dije a Cristian que me bajase. Increiblemente en un mínimo movimiento por descolgarme se soltó el último seguro y me caí de cabeza los últimos 7 metros. ¿Cómo algo que para un factor tan brutal puede ser a su vez tan frágil como para soltarse con tan insignificante movimiento? Esto me hico caer en la cuenta de la grandísima suerte que había tenido y de la presencia de mis ángeles durante mis escaladas. Un hombre pocas semanas antes que yo, tuvo la misma caída y se hizo pedazos.
Durante esta segunda caída Juanjo se abrasó la mano sujetando la cuerda en un inútil intento por frenarme. Me hallaba boca abajo jadeando, haciendo alarmantes esfuerzos por respirar, llegué a asustarme por la posibilidad de haberme perforado un pulmón. Cayó una piedra y rodaba apuntando a mi cabeza, salte confuso fuerte hacia un lado. Parecía que me iba a caer colina abajo y Cristian se abalanzó sobre mí para prevenirlo gritándome – ¡tranquilo, tranquilo!
Desde el refugio vieron la caída, creyeron que posiblemente me había matado. Subió el guarda corriendo. En un momento se montó una cooperativa entre escaladores de alrededor, gente que vino a ayudar y bomberos. Yo rechazaba un rescate por miedo a que me lo cobrasen, pero me quitaron la idea rápidamente de la cabeza. El médico decía que podría haber sufrido daños en la espalda y tobillos entre otras cosas que no me quiso contar (que hablaba fuera de mi presencia con Juanjo), a Cristian le dijeron que podría tener el pié roto. El helicóptero a causa de las nieblas y la noche desistió y me bajaron en camilla al refugio. A Cristian le bajó un bombero a la espalda. Nos metieron en una habitación, nos subieron un caldo calentito y pasamos la noche. Los bomberos me hicieron dormir encima de una tabla dura hasta que a las 24:00 la tiré al suelo y me acosté en el colchón. Cristian gritaba en sueños: -¡¡socorro, pilla, me voy, me voy, me voy!!, hasta que se despertaba sonámbulo preguntándome aterrorizado que donde estábamos. Le decía que se durmiera y él me hacía caso.
Demasiada tensión para mí… yo ya no podía más. Me levanté y salí de la habitación, me senté en las escaleras y rompí a llorar. Hubo una mujer que me escucho y vino a consolarme. Pronto se nos juntó otro hombre y me hablaron de experiencias parecidas que habían tenido, que no por ello dejaron de escalar (que era lo que más me asustaba a mí), y que lo importante era no olvidarse para no cometer más los mismos fallos. Volví a la cama más tranquilo y pude dormir.
A la mañana siguiente, un excitante vuelo en helicóptero nos llevó al hospital. Allí nos hicieron pruebas, los médicos se impresionaron cuando vieron que de una forma increíble no me había hecho absolutamente nada, pero a Cristian le tuvieron que ingresar por una posible fisura en la última vértebra. Nos pidieron el teléfono de nuestros padres. Nos hicimos los locos hasta que a Cristian le dieron los resultados y vimos que todo estaba bien, entonces nos escapamos sin dar oportunidad a los médicos de que se pusieran en contacto con nuestros padres. Historia de la cual no se enteraron hasta el buen día que se la quisimos contar.
La montaña nos había aleccionado: No corráis tanto, aprender a usar el material antes de meteros en vías comprometidas, tenéis que saber interpretar los croquis, las rutas, tomar buenas referencias para no embarcaros…
Se me llegó a pasar por la cabeza el no volver a escalar por el susto de muerte que me había llevado. Pero la pasión es fuerte, el veneno ha llegado al corazón y la motivación arrastra todo lo demás. A los tres días siguientes, magullados y llenos de heridas pero con muchas ganas nos fuimos a escalar una vía clásica al Torozo, Sierra de Gredos. No hay nada que hacer… he gastado una vida, y he aprendido una gran lección. Tengo que formarme bien, ser más inteligente y aprender mucho de la montaña. De este modo me quise hacer guía de escalada. Nació mi vocación.

28 de Agosto del 2016:
En apenas cuatro años han pasado muchísimas cosas. Venimos mucho más aprendidos, pero seguimos siendo los mismos niños ilusionados con la montaña.

Llegó el momento, hemos podido coincidir y aquí estamos.
Algo más de 23 kilos cada uno es todo lo que necesitamos para pasar en el Naranjo los próximos 4 días…
Vamos muy motivados. En apenas una hora y cuarenta y pico minutos llegamos al refugio. No habíamos madrugado demasiado que se diga. Montamos el campamento base y nos ponemos a mirar croquis.
-Para lo que nos queda de luz, la vía Sagitario sería una buena opción ¿no? –Si, vamos para allá,-Cristian, ¿esta situación no te suena de algo?,-jaja si tío… estoy acojonado, trátame bien.-Jajaja… ¡vamos!
-¿Te vas a dar tú el primer largo?,-Si, es algo que tengo que hacer…
De modo que a las 13:30 comienzo a dar muerte a mis demonios.
Con calma y una buena lectura de la vía comienzo a escalar, esta vez un poco más a la derecha que hace cuatro años. Veo un parabolt alto a la derecha. –Pero… ¿cómo no lo pude ver aquella vez?, lo chapo y veo desde donde me caí. –Madre mía… menudo milagro, no sé cómo no me maté.
Enfrentándome a mis demonios en el primer largo de la Sagitario, (Me caí desde algo más arriba)
Cristian, al subir de segundo lo corrobora. -Menuda caída que tuviste.
Turnándonos largo a largo disfrutamos de la vía y su ambiente. Ha pasado mucho tiempo hasta que hemos podido escalar juntos aquí, en la oeste del Naranjo. Escalamos sin presiones, con mucha calma, dejándonos fluir como si de nuestra última escalada se tratara, saboreando cada canto, cada movimiento. Qué pasada es estar vivo y poder hacer esto.

Estupendo, casi he cerrado por completo un capítulo de mi vida. Vámonos a la tienda y mañana más…

29 de Agosto del 2016:
Comenzamos el día sin muchas ambiciones. A mí me chillan los pies de dolor por las congelaciones sufridas en el Dru y encuentro en esto algo muy limitante, y Cristian lleva mucho tiempo sin escalar en tapia y quiere empezar progresivo.
Llegamos por la mañana a pies de la cepeda, en la cara Este. Comienzo a escalar. Y con 30 metros estirados de cuerda sale Cristian en ensamble. Vaya gozada de escalada. Que dinámico todo, que fluidez. Me viene de perlas escalar así de rápido para no tener que soportar demasiado tiempo los pies de gato.
En apenas 1h 20´ terminamos la vía. Nos sabe a poco, por supuesto. De modo que nos metemos a escalar la Pidal Cainejo a vista y en ensamble. Le conseguimos sacar sus 450 metros en 1h 50´. Está estupendo, ya hemos hecho dos vías y apenas llevamos algo más de 4 horitas de actividad.
En ensamble en la Cepeda



En ensamble en la Pidal Cainejo

En ensamble en la Sur
A Cristian le molo esta forma de escalar y se dio de primero la sur clásica en ensamble en apenas algo más de 30´para terminar el día.
No ha estado nada mal para una toma de contacto. –Vamos a cenar y mañana a por la Rabada.
Mira que madrugamos pero ya hay frontales en nuestra vía soñada de la Oeste. Por muchos motivos es un riesgo meterse detrás de una cordada. Nos acercamos a pié de vía y vemos otra más comenzando el primer lago. Se colgaban de todos los seguros, a esta velocidad tendríamos un problema si nos metemos detrás… decidido. A la Murciana.
Despacito y con buena letra nos metemos por la Murciana. Muy buenos los 2 primeros largos. El tercero me lo intento dar en libre como puedo pero tiene unos pasos terroríficamente duros. Lo dejaré para otro momento, y sin perder más el tiempo sigo para arriba tirando de todo.

Menudo ambientazo que tiene esta vía. Es increíble. No nos arrepentimos en absoluto de haber subido por aquí.

Llegado a un punto, el trazado de la vía es algo menos evidente, pero tirando de sentido común y croquis no tenemos problemas para orientarnos. La roca es excelente, da una seguridad tremenda.
Una vez llegamos al cruce con la Rabada deja de tener tantos seguros fijos y la aventura se acentúa un poquito más…
Completamos la ruta en un tranquilo horario de 8h 45´.

Este viaje se nos ha dado igualito al último –jajaja…
Deseosos de volver a por nuestra Rabada Navarro pasamos una última noche antes de regresar a casa.
Mis ansias de escalar no se sacian. Necesito subir por la Rabada. No me la quito de la cabeza desde el fin de semana. La temporada buena se va a pasar, y Cristian me dice que el siguiente fin de semana seguramente no pueda venirse conmigo, de modo que comienzo a maquinar como hacerlo, llegándome a plantear un solitario.
Una esperanzadora llamada me llega al móvil. Era Enrique Cinos. Le hablo de mis pensamientos y dilemas, y él rápido me da una solución. Me acompaña y no le importa que me dé todos los largos de primero. ¡Estupendo!

11 de Septiembre del 2016:
Hemos pasado la noche en el refugio para ahorrar peso y logística. Esta vez no me arriesgo por nada. A las 5:30 de la noche despierto a Quique, que teniéndolo todo preparado salimos ipso facto pedrera arriba. Llegamos a pié de vía los primeros y nos tomamos el desayuno tranquilos.
La verdad es que me fastidiaría bastante que viniese una cordada ahora y tuviéramos que comenzar la vía a oscuras. Como escalador de la libertad que soy, no me gusta colgarme de los seguros ni caerme, y liberar un 6c+ de noche implica el riesgo de tener que progresar así.
Podemos observar como las estrellas se borran del cielo y la claridad del día nos permite ver el itinerario. Llegó la hora de cerrar por completo este capítulo, de sacarme la astillita de la forma más elegante y disfrutona posible, ¡a escalar!
Subo por el primer largo empalmando dos… no me parece tan duro como reseña el croquis. De hecho casi tengo que apretar más en el paso de 6a+ que en el 6c+. Ni me entero. Que gusto da pasar por aquí con tantas escaladas ya a las espaldas. Continúo el diedro y nos plantamos en lo alto de la pluma en un momento. 

Todo parece asequible. Después de un pequeño y frecuentado embarque llegamos a la famosa travesía, la cual se escala igual de primero que de segundo por lo que ofrecí a Quique este lago con la única condición de que hiciese todo lo que estuviera en sus manos por encadenarla. Y así fue.
Se la curró, dudó, siguió, volvió a dudar, se la jugó y lo solucionó. Dio gusto ver como tiraba de capacidad de lucha. Cuando pasé yo por allí flipé un poco, me pareció que podría ser 6b+ perfectamente. Continuamos por el rapel y sin contratiempos fluimos por aquel mar de roca hasta la cumbre en un horario de 9 horitas.
Javier Guzmán y Enrrique Cinos en la cima del Naranjo (Rabada Navarro 750m/6c+)
Todo un experienzote compartido con una grandísima persona.
Ahora me quedo tranquilo, ahora puedo pasar página, cerrar el capítulo y descansar del naranjo hasta la temporada siguiente.
Ooo…. Tal vez no.