martes, 20 de noviembre de 2018

Taghia, Atlas Marroquí

*5 de octubre del 2018:

Viernes, mi madre me deja en el aeropuerto, me voy de aventuras.
Allí nos juntamos gran parte del Equipo de Alpinismo Madrileño, es la última concentración y tenemos mucha ilusión por irnos al continente Africano. Yo en teoría ya no estoy en el equipo, cuando promocioné en el nacional no me dejaron mantener la plaza en el madrileño, pero me corresponde ir al viaje de fin de curso y me han invitado, lo agradezco mucho.

Volamos de Madrid a Marrakech. No sé cuánto tardamos, pero los entretenidos temas de conversación con los compañeros hacen que el tiempo de avión se me pase rápido.

Tras aterrizar, nos cuesta entendernos con la policía que da paso a coger las maletas para entrar al país. Pues el lugar al que vamos (Taghia) no les aparece en el mapa siquiera como una localización. Lo solucionamos finalmente diciendo que vamos al último punto habitado al que llega la carretera, el pueblo de antes.
Nos recoge nuestro chofer, llega media hora tarde. Trae una furgoneta grande adaptada con muchos asientos a modo de minibús. Vamos cargados de equipaje hasta los topes y las cosas nos entran justas.
Cuando nos saca al exterior del aeropuerto se nos comienza a abrir un mundo a otra cultura diferente. Nos sorprendía ver que se diera como algo común el ir tres o cuatro personas en una pequeña moto. Los vehículos por lo general son muy antiguos, casi obsoletos y parece que eso de la “ITV” allí no ha llegado, nadie lleva puesto el cinturón de seguridad y la mayoría de la gente va hablando tranquilamente por el móvil mientras conduce.
Vamos con las ventanillas bajadas, hace un calor agobiante. La primera parada la hacemos en un gran supermercado. Compramos todo lo que creemos que necesitaremos para comer entre horas una vez instalados en el poblado. La siguiente parada la hacemos en un pueblo grande, con aires de ciudad, queremos comprar tarjetas para tener cobertura e internet. Mientras unos se intentan entender con los de la tienda otros esperamos fuera en la calle. Vemos como los hombres se muestran cariño entre sí, andan con el brazo echado uno por encima del otro o incluso de la mano. Cuando te saludas con la gente se llevan la mano al corazón después de dártela, un gesto muy tierno. Nos gusta el ambiente lento y tranquilo. La gente camina sin prisa, se paran a charlar unos con otros.
De repente se escuchan rezos a volumen alto por unos altavoces procedentes de la mezquita, pero la ciudad sigue su curso normal. Hay lugares los cuales se paralizan y todo el mundo reza, pero no es el caso, parece que estamos en una zona muy tolerante y con diferentes costumbres. Cada uno va vestido de manera distinta, los hay que llevan chilaba y los hay que podrían ir vestidos a la moda de una ciudad europea cualquiera

En la siguiente parada que hacemos tras 5 horas pretendemos comer en un bar de carretera. Es tarde y no nos quieren poner de comer. Nuestro chofer negocia con el jefe y nos consigue una ensalada, tortilla y bebida, a un precio alto, pero nos hace falta, así que aceptamos. 
En un momento necesito ir al baño, al llegar veo un agujero en el suelo y un cubo de agua con un pequeño grifo al lado. Me acordé de que mi padre decía que los árabes comen con la mano derecha, así que uso la izquierda. A la salida de todos los baños hay otro grifo y jabón. Realmente me parece más higiénico y ecológico este método que usan aquí.
Se hace de noche, pero todavía quedan un par de horas por estos infinitos puertos llenos de curvas en mitad del desierto para llegar. Cuando por fin bajamos de la furgoneta nos reciben unos cuantos arrieros con sus burros, ellos se encargarán de nuestras mochilas.
Comenzamos a caminar en la noche por una pista tallada en una garganta. A tramos está derrumbada y la pista estrecha tanto que hay que pasar con cuidado de no caer al barranco de la derecha. El padre de mi amigo Rober ha venido, y nos quedamos un poco atrasados para ir a su ritmo, que para el escaso o nulo deporte que practica no está nada mal.
Tras dos horas llegamos a la gite Joseph. Nuestras habitaciones son cuartos diáfanos con una alfombra grande en el suelo y unos tres o cuatro colchones. Son las dos de la mañana y agotado me tiro en la cama con demasiada confianza, casi me parto la espalda. El colchón es gordo pero muy duro. Nos sorprendió que descansásemos tan bien todas las noches.

*5 de octubre del 2018:

Al día siguiente despertamos entre enormes y verticales montañas calizas. En a penas 24 horas era como si hubiéramos pasado de estar en nuestro cómodo y desarrollado país a despertarnos metidos en la pura edad media.
La gente aquí sobrevive con muy poco, llevando un duro estilo estilo de vida auto suficiente. 
 



Para este primer día, pensamos en una escalda fácil y cercana la gite, ya que no habíamos madrugado nada.
Rober y yo fuimos a la pared de Des Sources, y nos metimos en la primera vía que vimos que no tuviera ninguna cordada por encima.
Escalamos la “le reve daïcha 255m, 6a+”, que resultó ser la vía más fácil de Taghia, y pudimos comprobar el carácter de seguros alejados y pasos obligados que dan fama al lugar, aun siendo lo más fácil.




Aquel día por la tarde fuimos a la misma pared a hacer una vía que nos habían recomendado y que pudimos ojear durante nuestra escalada anterior.
“Zebda 260m, 7b+”. Zebda es una palabra árabe que significa mantequilla, y no sé si tiene alguna relación con la vía, pero esta patinaba. El primer seguro estaba bien alto. Comencé a subir, Rober me estaba portando. Me quedaba poco para llegar a la primera chapa cuando de repente perdí simultáneamente manos y pies de un resbalón. Rober justo había mirado al suelo, y al escuchar mi grito de aviso volvió la mirada hacia arriba y no pudo reaccionar. Mi culo aterrizó en su cara y caí con él al suelo. Cuando miré para atrás tenía las manos agarrándose la nariz –casi me rompo la nariz, me dijo. Yo no pude aguantarme la risa y al rato él también se reía conmigo. Otras veces toca reírse de mí. Le dolía un poco el cuello pero enseguida se dejó de quejar. Yo no me hice daño y se lo agradecí.
El primer largo era 7b+, y me caí arriba. Casi lo saco a vista. Bajé al suelo y al segundo pegue la encadené con cero complicaciones. Rober, escalando de segundo y con la mochila llego bastante alto y cayó agotado en los últimos pasos. Cuando llegó conmigo a la reunión, el cielo comenzó a tronar y las primeras gotas cayeron. Decidimos bajar e ir a pasar el resto de la tarde tranquilamente en la gite con los colegas.

*7 de octubre del 2018:

Al día siguiente volvimos a la misma vía. Rober escaló el primer largo, cerca de encadenarlo cayó y de dio rabia. No quiso volver a intentarlo, recogió cuerda y tiré para arriba.


Para los siguientes largos me vi apretando más de lo que esperaba. No había nada de magnesio, lo que convertía la escalada en un ir a vista cien por cien. Había que descubrir todos y cada uno de los movimientos, a veces navegabas hacia el lado erróneo teniendo que deshacer los movimientos para encontrar el camino adecuado. Los seguros estaban en ocasiones considerablemente alejados, y quitaban las ganas de caer. Poco a poco fui enlazando las secuencias y encadené todos y cada uno de los movimientos.

En la zona de arriba comprendí aquello de lo que tanto hablan en cuanto a la calidad de la roca. Pues es porosa, dura y bastante agresiva para la piel. Es como un coral, en ocasiones con el tacto propio de un cuchillo afilado, y puede desgarrar la piel rápidamente en el caso de no escalar de un modo eficiente.

El día siguiente lo empleamos de descanso, pero por la tarde volvimos al primer largo de esta vía para que Rober lo encadenase. Y así fue.
*9 de octubre del 2018:
Hoy vamos a hacer una de las clásicas “Baraka 700m, 7b”

A un buen ritmo se llega en una horita y media al comienzo de la vía. En esta aproximación se pasa por la famosa ferrata Bereber.


Al menos tenía un cablecito puesto con nudos para asegurarse.
Nos habían dicho mal la orientación de la pared, y prácticamente desde el primer largo nos estaba entrando ya el sol.
Roberto Muñoz en el largo de 6c de la vía Baraka. Taghia
La vía resultó ser muy guapa y exigente. En ocasiones con una difícil lectura de los movimientos, como es típico aquí. La roca era excelente, pero el sol nos mellaba las fuerzas y los pensamientos.
En algo más de 5 horas estábamos en la cumbre.
llegando a la cima del Oujdad
En la cima del Oujdad


También nos pintaron la bajada mucho más evidente de lo que realmente era, y el rapel ni lo encontramos. Todos los días cada cordada llevaba un walkie para comunicarse con el resto de compañeros. En el caso de que ocurriera algo debíamos de apañarnos entre nosotros. Lo más parecido a un helicóptero de rescate que se podría dar aquí era un burro.
Por lo general a la tarde se formaban tormentas, a veces muy fuertes aunque no llegamos a pillar ninguna seria en todo el tiempo que estuvimos allí, eso complicaría mucho la bajada.
Sin saber por qué, nos habíamos quedado sin batería en el walkie para poder preguntar sobre la bajada, y tuvimos que destrepar con cuidado la montaña entera por la vertiente este para luego coger la empinada canal de bajada hasta el pueblo.

*10 de octubre del 2018:

A la mañana me levanté con dolor de cabeza, tenía insolación por todo el sol que habíamos chupado durante la escalada en la Baraka y necesitaba pasar el día reposando. No quedaban muchos días y me fastidiaba perder uno. Yo funciono muy bien con bajas temperaturas, soy realmente caluroso y genero calor con gran facilidad, pero el calor me destruye.
Pasé la tarde en la terraza de la gite, sentado en una silla y con los pies en alto y leyendo mi libro de Dawn Wall, escrito por tommy Caldwell. Trata sobre la historia de la vía de escalada más dura del mundo.
Al llegar la noche, las estrellas inundan el cielo de una manera bestial, la silueta de las montañas queda perfilada creando un ambiente profundamente inspirador.

 *11 de octubre del 2018:

El objetivo de equipo para esta concentración era abrir entre todos una vía equipada de varios largos. Llevan días subiendo oleadas de tres, y hoy nos toca abrir a Gabo y a mí los dos últimos.
Aproximamos una hora y llegamos al pié de vía. Jumareamos 200 metros de cuerda fija con el material necesario, nos anclamos a la última reunión alcanzada, Gabo me asegura y comienzo a abrir. En menos de una hora había abierto 60 metros en los que solamente había instalado 5 paraboles, uno por cada 12 metros. Nos habían dejado que cada uno abriese con la ética que quisiera, pero que luego el largo tenía que quedar bien equipado y cosido a seguros. De modo que después le di un repaso al largo durante el rapel para colocar mas seguros, habíamos puesto unas normas en común y hay que respetarlas.
Gabo, escalando dos chapas más hizo cumbre.
Croquis de Entre dos aguas
En honor a Paco de Lucía llamamos a la vía entre dos aguas. Y así dejar un nombre hispano en el atlas. La llamamos así porque esta línea abierta en equipo y con mucho amor, discurre entre dos cascadas por las que cae agua en invierno. Su música sonaba por la noche durante las charlas después de cenar sopa y tajín.

Al bajar observé una cueva bastante interesante para abrir una ruta dura de deportiva.
Aquella tarde planeé con Rober lo que sería la incursión más dura de la concentración. Una vía de 500 metros y 7b+ en estilo de auto protección, pocas veces escalada entera en el día. Preparamos con ilusión las mochilas y nos acostamos.

*12 de octubre del 2018:

El despertador sonó a las 4:30 de la madrugada. Rober se encontraba mal, no tenía bien el estómago y no había dormido en toda la noche. Si un tipo duro como Rober no lo ve claro para ir a la vía es porque realmente no debemos ir. De modo que nos volvemos a acostar hasta la salida del sol. Durante el viaje se fue turnando la gente con los problemas de barriga. Yo por suerte tengo el estómago de acero.
Por la mañana no me quedó otra opción que convencer a Talo para que me ayudase a equipar la cueva que había visto el día anterior, ya que necesitaba un plan de emergencia.
Javi guzmán abriendo la vía Aladín 8a+? en Taghia, Marruecos
Me armé de ganchos, friends y lazos para hacer puentes de roca y abrí una vía de puro techo con final desplomado y salida en placa técnica.
Nunca había recomendado una vía abierta por mí hasta ese día. El resto de la tarde y el día siguiente los pasé intentando liberar la línea. Pero el cansancio acumulado del viaje, el desgaste de piel, y la justa nutrición durante 10 días, tiraban en mi contra. Además de que la vía parecía ser bien dura.

Javi Guzmán en el reposo de su vía Aladín 8a+?

La llamé Aladín, y rondará entorno al 8a+?
De roca excepcional y movimiento fanáticos. Una lástima no haberla podido encadenar. Pero eso la convierte en una de mis cuentas pendientes y por lo tanto un motivo más para volver…

De todos los viajes que he echo este año, el de Taghia es el que más seguro estoy de repetir para el año que viene. Me ha parecido un lugar increíble, lleno de gente auténtica y además barato. Con un clima aceptable siempre que no te tomes un día entero al sol. Aquí hay mucho más por descubrir de lo que se conoce. Además no me dio tiempo a hacer ni la mitad de las cosas que me hubieran gustado. Así que por eso y por un sin fin más de motivos, repetiré este viaje sin dudar en cuanto salga la oportunidad.