martes, 29 de octubre de 2019

Los 14 octavos, una temporada excepcional

Tras un par de años de incesantes viajes y actividades dispersas por el mundo, me apeteció disfrutar más de lo que tengo en frente de casa, y más en concreto, me entró el gusanillo por explorar mi límite en el peculiar estilo de escalada que ofrece La Pedriza.
Me veo motorizado por una incontrolable motivación que viaja mucho más allá del simple deseo por conquistar pequeños muros de apariencia inaccesible. Pues se me antojan sueños en forma de grandes e imposibles paredes de granito.
Por suerte, hace tiempo aprendí que lo difícil se hace, y lo imposible se intenta, hasta que pasa simplemente a convertirse en algo difícil, y por tanto realizable. Eso sí, a precio de esfuerzo y constancia.
En otras palabras: la idea de adquirir un alto nivel en escalada para luego transferirlo a las grandes montañas es lo que me proporciona el auténtico empuje.
Hace ya tiempo que observaba con un respeto casi intimidante muchas de las vías más difíciles de La Pedriza, y consideré que ya iba siendo hora de mirar todas estas vías más bien desde arriba. Este es mi deseo aquí.
……….

La difícil ecuación de encontrar buenas condiciones

Aquí en La Pedriza, es preciso disponer de unas condiciones lo más perfectas posibles a la hora de proyectarse en escalar una vía dura con pretensiones de encadenar. Por eso es importante tener claro el objetivo, e ir a por él sin titubear cuando se abren estas ventanas de atípicas condiciones.
Supuestamente, como mejor se agarra la goma del pié de gato al granito, es a una temperatura de entre 0 y 5ºC. Esto se puede dar fácilmente en una cara norte a la que no le toca el sol. Pero por desgracia, la mayoría de las vías de la pedriza se encuentran ubicadas en orientaciones sur, lo que hace aún más difícil encontrar las condiciones de estas vías, porque además, se convierten en algo imprescindible los días nublados a la hora de escalar en estos muros.
Lo malo es que las nubes cargan con potenciales lluvias, y si llueve, la pared se convierte en una pista de patinaje. A esto aún abría que añadirle que una humedad en el ambiente relativamente alta, actúa en contra de la adherencia de la goma del pie de gato y de la piel de los dedos de las manos.
Cuando consigues todas estas condiciones ya sólo quedaría meterse en la vía, memorizar los movimientos (por lo general de pies, cuyas presas no se diferencian fácilmente del resto de la pared), vencer la barrera técnica de la vía, luego la física, y finalmente la mental.
Por lo general, aquí se escalada de una manera precaria, sobre equilibrios que a veces casi parecen desafiar las leyes de la física, con apoyos ridículos para las manos, aguantando un incesante ardor en los gemelos de las piernas que va in crescendo, y a esto sumándole la tensión que originan las pocas ganas de sufrir una caída por distintos motivos; los vuelos habitualmente son largos y generalmente no demasiado limpios, ya que los pasos difíciles suelen ser obligados (con el seguro bajo los pies), y habitualmente las chapas además suelen estar lejos. Eso sin hablar del peso psicológico que supone tener que volver a pasar por secuencias de escalada que ya habías conseguido ejecutar con tanto esfuerzo.
Muchas de las veces haces movimientos en los que la certeza no se manifiesta, pues es imposible saber al 100% o incluso al 50% si resbalarás o no. Esta incertidumbre no se da fácilmente en otros tipos de escalada, con lo cual, para lograr un encadenamiento, aquí, te enfrentas a una batalla más de lo normal. Por eso le llaman la escalada de “fé”. Creer en ti y apostarlo todo porque cada paso te saldrá perfecto, es inherente a este estilo de escalada y forma parte de la técnica mental que se necesaria.
Sólo si has escalado vías de adherencia en La Pedriza, puedes comprender que alguien con un gran nivel (como de 8c), pueda caerse en una vía que a priori debería poder hacer con los ojos vendados y una mano atada a la espalda (como un 6a). Que ocurra esto en otros estilos de escalada sería algo impensable a la par que casi imposible. Sin embargo, aquí en La Pedriza, es algo bastante frecuente. Es un tipo de escalada que puede hacer sentir incómodo al escalador más experto, además de ser extremadamente incompatible con el ego en grandes dosis. Hay que estar preparado para la frustración, el desengaño y para mostrar una actitud de aprendizaje desde los niveles más básicos. Con lo cual sobran motivos para llegar a la conclusión de por qué la adherencia pedricera no se pone de moda, como pasa es muchos lugares, pese a su grandísima calidad y variedad.
……..

*Diciembre:
Como en todo, lo más difícil es empezar.
Para mi primer octavo de la temporada pedricera 2018-19, elegí la vía “Alexia de Galaxia”. Un estético y delicado espolón romo ubicado en el margen izquierdo del risco de la peseta. Esta joya, equipada por Talo, aún no contaba con nadie que la hubiese escalado en sus dos versiones. Ya que aunque la vía hubiera sido equipada en su origen para escalarse por el lado izquierdo, se habían encontrado secuencias para poder hacerla de una manera más sencilla (versión 7c+), montándose por la placa de la derecha y volviendo a la línea un par de veces consecutivas. Así es como casi todo el mundo que ha encadenado esta vía la tiene hecha. Sin embargo, por las durezas que conlleva escalarla únicamente por el filo, solamente habían pasado unas tres personas, proponiendo grados de hasta 8b. El mismo equipador de la línea no pudo hacerse con esta versión.
Yo hace años la había hecho en su versión fácil, y me quedó pendiente volver a por la dura. De modo que para allá que fui.
En el primer pegue que le di, me costó horrores llegar a la reunión, y hubieron secuencias que ni siquiera pude sacar. Aquel día me fui a casa con la sensación de haberme aventurado en un proyecto por encima de mis posibilidades. Sin embargo la belleza de esta vía me resultó magnética, y volví a los dos días. Aquella segunda vez, ya pude sacar todos los pasos de una manera más sólida e incluso la hice con una caída.
Si la escalaba demasiado temprano, la humedad del rocío de por la mañana le afectaba malamente a la roca, pero sin embargo, pasadas las 12:30 del mediodía aproximadamente, el calor hacía que la vía perdiera el tacto y comenzaba a patinar por todos lados.
Tuvo que ser bajo el aseguramiento de mi amigo Raúl, al cuarto día y noveno pegue en total cuando ya, con todas las secuencias meticulosamente descifradas al dedillo y a sabiendas de los horarios óptimos para escalar la vía,  cuando pude hacerme con ella. Me pareció sin lugar a dudas un buen 8b. La fé en los pies había sido recuperada.
Javi Guzmán en "Alexia de Galaxia 8b"
Javi Guzmán en "Alexia de Galaxia 8b"

Lograr la primera vía dura de la temporada inevitablemente me motivó para ir a por la siguiente.
Quise ganar más referencias de manera inmediata para poder graduar con buen criterio la “Alexia de Galaxia” y aproveché el primer día que dieron nublado para ir con Rubén al sector Torabora a por la vía “Hermanos Malasombra 8b”. Una placa de 25 metros con una entrada muy vertical de micro regletas netas para seguir por un muro más tumbado y delicado de pies, que transcurre en su último tercio por una sección más sencilla pero con alejes de hasta 4 metros.
 Años atrás, me había metido en tope en esta vía y me fui con la sensación de necesitar varias vidas para poder hacerla.
 Pese a que no hacían las mejores condiciones de temperatura y humedad, en un par de pegues la pude descifrar bastante bien y sentir un franco optimismo en cuanto a encadenar esta vía en muy pocos pegues.
A los dos días volví, la monté y le di un pegue muy bueno con una caída. Al siguiente pegue y con el aseguramiento de Angelete me la llevé, (5 pegues en total).
Sentí que mi límite aún se podía empujar bastante mñas. Me vi muy cómodo encadenando, mucho mejor incluso que en la Alexia de Galaxia.

Javi Guzmán en "Los Hermanos Malasombra 8b"
Fui a por la siguiente:
“Kan Kongo directa 8a+” Una de las vías peor equipadas de la pedriza. Entra común con Inuit, y luego transcurre por un par de desplomes con una sección a bloque en cada uno de estos. Chapar el quinto seguro da miedo, tiene un aleje absurdo en mitad de un paso y con una caída que podría empotrarte bajo el primer desplome, jugándote un buen golpe entre las tibias y la cabeza. Por suerte la hice al tercer pegue y no llegué a comprobar esa caída.
Javi Guzmán en "Kan Kongo directa 8a+"
*Enero:
Y como dicen que en la variedad está la diversión, también subí andando una horita hasta en tres ocasiones para hacerme en 8 pegues con la “Pa lolos 8a”.
La exigencia de esta vía no reside únicamente en el grado, pues pertenece a la sombría cara norte del Castillo, que se encuentra a unos 1500 metros de altitud, y exige escalar bien abrigado, soportando el gélido viento del invierno y  apenas sintiendo las yemas de los dedos. Apartada de las vías comerciales, está completa línea la podríamos desfragmentar en: tres tercios de escalada de continuidad desplomada y de canto, sobre un grado cercano al 7b+, con un final a bloque, explosivo, de fuerza y precisión, que eleva la dificultad a 8a duro.
Javi Guzmán en "Pa Lolos 8a"
Si sale un día nublado, se debe ir religiosamente a cara sur, que pocas oportunidades salen.
Esta vez fijo el objetivo en el conocido risco del Reloj, con la vía “Sambarilux 8a+”.
Por suerte, aquel día estaba con compañeros que me pudieron contar un poco de qué manera hacían ellos las secuencias duras.
Al probarla, me sorprendió lo física que era esta vía pese a que fuera un muro vertical. Mezclando a su vez un estilo de regletas pequeñas y muy pequeñas aunque netas, con una precisión milimétrica de pies. Esta vía de continuidad, con las primeras cuatro chapas muy duras, hizo que me exprimiera al máximo para poder encadenarla en el día. Bien será uno de los tres mejores 8a+ de La Pedriza, sin duda.
Después del largo pegue de reconocimiento y haber caído varias veces tras pasar encadenando casi todo lo duro, me había reventado 4 yemas, y tenía los dedos ensangrentados y sin piel. Pero ahí estaba la vía, con las cintas puestas, los movimientos perfectamente asimilados en el cuerpo e introducidos en la cabeza, y con las condiciones perfectas. No sabía cuándo volvería a presentarse la oportunidad de otro día nublado en el que pudiese subir aquí. Si me iba sin encadenar, al menos que no fuese por no haber agotado hasta el último de los cartuchos.
Llegaba el final del día, y ya estaba tan cansado y ensangrentado, que cuando Sergio me vio vendándome los dedos para darle un último pegue, no daba crédito. -Si la encadenas ahora te hago un busto de bronce. (me dijo) –Ve encargándolo. (respondí).
Y viendo venir que pasaría lo inevitable, lo más improbable se convirtió en la realidad. Encadené. No por ser buen escalador, ni por ser súper técnico, ni estar muy fuerte. Si no por ser constante, luchador, y por no dejarme sumergir en la fácil idea de abandonar. Eso hubiera sido demasiado cómodo. A veces, luchar aún sin opciones es justo lo que marca la diferencia.
Javi Guzmán en "Sambarilux 8a+"
*Febrero:
Hasta que me propongo el siguiente proyecto pasa un tiempo. Pues entre curro, viajes y concentraciones con el Equipo Nacional, he andado por el levante, Freissinieres (Alpes franceses) escalando en hielo y esquiando, Montsant (Cataluña) haciendo escalada de auto protección, etc.

Ya de vuelta en casa, Aitor Bárez me propone batir el actual record de octavos por temporada en La Pedriza, que tras preguntar a los colegas y entendidos, parece que es de Josete Rodríguez y hasta donde sabemos se encuentra en 10 vías de octavo en total. 
Me parece una buena iniciativa a nivel personal para obligarme a encadenar máximo número de vías de dificultad en un periodo de tiempo relativamente corto.
No solo me interesa hacer vías exigentes, además me gustaría hacerlas lo más variadas posibles. De modo que, como vía exótica se me ocurrió la “Barbosa CracK 8a+” del muro del Pirata. Una curiosa y estética vía que comienza por una fisura roma para luego salir por un canalizo que premia la técnica.
En el primer pegue que le di a vista, resbalé llegando a la cuarta chapa y la caída me llevó a parar al tronco cortado del árbol que se encuentra detrás. Me pegué un buen golpe en el coxis y mi compañero Angelete se asustó bastante. Aun así, no me hice demasiado daño. Me remonté por la cuerda y terminé de mirarme la vía. En los pegues siguientes, pasaba por la sección de la cuarta chapa con un poco de pánico hasta que chapaba el seguro que me quitaba la posible caída al árbol.
La fisura es cóncava y precisa de guantes de fisura y buen tejemaneje de pies para no dejar demasiada carga en los empotramientos, pues podrían escurrir sin previo aviso (como me pasó en el pegue a vista). Lo más duro está en pasarse al amplio canalizo mediante un paso a bloque, y aguantar una serie de movimientos técnicos y mantenidos hasta la cadena. Al final esta vía me llevó 7 pegues.
Javi Guzmán en "Barbosa Crack 8a+"
*Marzo:
Tras 10 días haciendo alpinismo en pirineos, estaba motivado para ir a por la 7ª vía.
Este día, todo fue muy extraño. Cambiamos los planes a última hora porque de repente, ya en el parking de Cantocochino, se nubló el cielo y decidimos aprovechar para ir al Hueso y darle a la “Artherencia 8b”. Llevaban tiempo insistiéndome para que hiciera esta vía. Incluso la puede probar en una ocasión con malas condiciones.
Mientras nos preparábamos para salir, me encontré en el parking con el fotógrafo que llevaba tiempo intentando quedar, y que precisamente había pensado varias veces en llamarle cuando fuera a escalar al hueso. Le pregunté que a dónde tenía pensado ir, y me contestó que a echar fotos al hueso. En aquel momento me dieron la vuelta los ojos y lo sentí como una señal, ¡hoy es el día!
Fuimos para allá. Y tras matizar la vía y fijarle la cuerda al fotógrafo, se puso a llover. No con fuerza, pero sí casi como hacerme perder la ilusión.
Ya que estábamos allí, y el fotógrafo se encontraba colgado de la cuerda a unos 20 metros, me metí en la vía para quitarme de encima el tema de las fotos.
Qué sorpresa me llevé cuando pese a la llovizna, únicamente me caigo una vez… Me quedo pensativo en la reunión y le digo a Violeta, que me aseguraba: -¿Debería ser responsable y darle otro pegue verdad? -¡Claroo!, me contestó ella. No me lo pensé más y le dije que me bajara. Al rato, ya descansado, pero con un constante chispeo, me ato a la cuerda, me quito el chubasquero, y me dispongo a hacer lo imposible. Desde aquí puedo ver al mismísimo Rana metido en un 7b+ del Gálvez. Estaba blasfemando por la lluvia y desmontando la vía ante la imposibilidad de escalar con estas condiciones. Yo, sin embargo no me dejo influir y digo: -Lo que tenga que ser será. Si me caigo no será por no haberlo dado todo.
Comencé a escalar la multicolor placa de continuidad. Cuando llego a lo duro, siento como el pie más precario de la vía se queda inmóvil, y paso desapercibido por la precaria sección de la quinta y sesta chapa. Noto humedad en las manos, pero tal y como me había prometido voy fiándome al 100% de los pies que elijo. Me sorprendo de estar pasando por ahí sin resbalones. Abajo, Violeta se tiene que quitar las gafas de asegurar porque se le llenan de agua y no puede verme bien. Cerca de la cadena voy apretando con todas mis fuerzas hasta la más mínima de las regletas para prevenir el resbalón de un pie. Hago un esfuerzo por mantener a ralla las pulsaciones en los últimos movimientos, a sabiendas de que nunca que puede dar nada por encadenado hasta que has chapado la reunión, y menos en una placa de adherencia.
Increíble pero cierto. No lo concebía. En un total de 6 pegues me había hecho con esta mítica, mágica, y admirada vía de cuento de hadas. Una prueba más de que con el poder de nuestra actitud podemos lograr cosas increíbles y contra todo pronóstico.
Javi Guzmán en "Artherencia 8b"
*Abril:
Y por qué no meternos en la segunda placa más dura de la pedriza. Nada se pierde por probar. De hecho, todavía no se me ha resistido ninguna vía de las que haya probado aquí.
Pues vamos de nuevo a la Peseta. Esta vez a por la “Inuit 8b+”. Una vía cuyas 4 primeras chapas son un auténtico infierno que exige flexibilidad, decisión, velocidad, coordinación, precisión nanométrica, fuerza… y todo eso en las 4 primeras chapas. La mayoría de los pies son medio decentes el primer segundo, a partir de ahí se te empiezan a hacer malos, y al pasar la frontera de los dos segundos, el pie caduca la mayoría de las veces. Para la segunda parte, lo que la vía requiere es de sangre fría y calma. Ya solo será 7b, pero los nervios juegan en tu contra.
El primer día que me meto en ella, me voy a casa sin haber podido enlazar ni dos movimientos seguidos. Me parece una brutalidad, y de no ser porque me he visto muchas veces en la misma situación y me tengo más que demostrado que con todo se puede, habría pasado a hacer otra cosa.
El segundo día, ya consigo ir de chapa en chapa. Aunque fuera con varias caídas, pero sintiendo que me quedo un poco mejor en cada pie. El tercer día consigo hacerla con un par de caídas hasta la reunión. Y el cuarto día, tras hacerme dedales de esparadrapo en cuatro yemas reventadas y sangrantes a causa de apretar tantas veces los insignificantes cantitos, caerme con la cuerda en la mano chapando la cuarta por un fallo que me dejó a medio metro en el suelo, y con el estrés de ver cómo se iba mi última oportunidad porque empezaban a subir las temperaturas a partir del día siguiente; conseguí concentrar todas mis capacidades y convertirme por cinco minutos en mi mejor versión. Dando uno de los mejores pegues que he dado nunca a una vía. 15 pegues fueron en total los que hicieron falta para transformarme en el escalador que necesitaba ser para lograr encadenar esta vía.
Javi Guzmán en "Inuit 8b+"
En los siguientes meses de abril, mayo y junio pude seguir engrosando la lista con hasta 14 octavos:

“Saratoga 8a”en la Muralla Kumbaya
Javi Guzmán en "Saratoga 8a"

“Kan Kongo II 8a+” en la Peseta(concluyendo el último octavo que me quedaba en el risco y convirtiéndome en el primer encadenador de todos los octavos de La Peseta)
Javi Guzmán y Rafa Gómez haciendo doblete en "Kan Kongo II 8a+"

Ya se acercaba una época más calurosa, y jugaba a contra reloj para poder rascar mis últimas tentativas antes de que las pocas condiciones que iban quedando desaparecieran del todo.
No me quedó más remedio que recurrir a cotas más altas, orientaciones norte, y a una de las zonas más frescas de la pedriza, (La Raja).
“Orquídea Salbaje 8a” en el Reloj 

“Edad de Pierda 8a+” en la quinta Buitrera 
Javi Guzmán en "Edad de Piedra 8a+"
“Sombra de oro 8a/+” en La Raja 

y “Pollitas Felices 8a” en La Raja 
Javi Guzmán en "Pollitas Felices 8a+"
Cada vía tenía su propio carácter, y por consecuencia, me veía en una particular lucha de la que salía con nuevas lecciones aprendidas y más conocimiento. Solo una vez aprendido todo lo que la vía tiene que enseñarte es cuando eres apto para encadenar. Entonces es cuando vas en busca de nuevas lecciones a nuevos proyectos. Es así como yo veo la escalada.
Digamos que la entrega de la suela de oro por la Orden Del Tumbao, podría marcar el final de la temporada.
La celebración tuvo lugar en Junio, y asistí invitado como nominado al prestigioso reconocimiento por la temporada.
El evento concluyó con Carlos Ruano como ganador de la suela de oro por encadenar un noveno de 5 chapas y un boulder de 8c en La Pedriza. Para mí quedó en segundo premio (la suela de plata) por mis 14 octavos encadenados en esta escuela.
Fue un acto muy divertido y me fui muy agradecido a casa por todas las molestias que se tomó la ODT.
Carlos Ruano y Javi Guzmán en la entrega de las suelas de Oro y Plata de la ODT 2019

Al final la escalada es un juego. Cada uno participa en la medida que le apetece y con las reglas que se quiere imponer. En mi caso, me propuse el juego que aquí he redactado, y me divertí mucho con ello, a parte de todos los momentos que pasé con buenos amigos y de todas las emociones que se guardaron en mi interior. Esto es lo que verdaderamente más importante me parece.

Listado de los 14 Octavos:
  1. Alexia de Galaxia directa (8b) Risco de la Peseta (12-12-2018)
  2. Hermanos Malasombra (8b), Risco Tora Bora (21-12 -2018)
  3. Kan Kongo directa (8a+), Risco de la Peseta (28-12-2018)
  4. Pa lolos (8a), El Castillo (9-1-2019)
  5. Sambarilux (8a+), Risco del Reloj (18-1-2019)
  6. Barbosa Crack (8a+), Muro del Pirata (16-2-2019)
  7. Artherencia (8b), El Hueso (31-3-2019)
  8. “Inuit” (8b+), Risco de la Peseta (13-4-2019)
  9. “Saratoga” (8a) Muralla del Kumbaya (21-4-2019)
  10. “Kan Kongo II (8a+), La Peseta (26-4-2019)
  11. “Orquídea Salvaje” (8a), Peña del Reloj (8-5-2019)
  12. “Edad de Pierda” (8a+), Quinta Buitrera (10-5-2019)
  13. “Sombra de oro” (8a/+), La Raja (29-5-2019)
  14. “Pollitas Felices” (8a), La Raja (7-6-2019)

martes, 27 de agosto de 2019

Directísima a la Oeste del Naranjo 500m, 7b

*5 de Julio del 2019:

Como todos los años desde hace cuatro, en el caluroso mes de Julio aprovecho para mudarme a Asturias y currar guiando en el Naranjo de Bulnes. Es una época fantástica para trabajar de guía , pues el clima aquí es bastante confortable cuando en el resto de España se están cociendo, y es en Julio cuando la gente tiene las vacaciones de verano y puede destinar buena parte de su tiempo al ocio y al turismo activo. Entonces es cuando yo aprovecho.
Pero no va a ser todo currar, de hecho, yo trabajo lo imprescindible para tener lo necesario, pero nada más, ya que siempre he considerado que malvender más tiempo de la cuenta es una profunda falta de respeto a la vida. De modo que unos días antes emprendo un viaje de pretemporada para escalar por mi cuenta.
En esta ocasión tengo la suerte y el lujo de poder aventurarme con mi amigo Luisra. Antiguo compañero de la formación de técnico deportivo de escalada, donde le conocí. Por aquel entonces yo acababa de cumplir 18 años, y él era para mí todo un referente, un fuertísimo escalador, con un nivel de escalada que para aquel momento me quedaba muy lejos, además de ser un tío muy rodado, y sobre todo una persona humilde y cercana.
No costó demasiado fijar Asturias como destino, pues tienes diferentes estilos de escalada a elegir, además de las montañas y el mar, todo en el mismo pack.
Después de escalar un par de días por la Hermida, decidimos ir a por alguna vía que no tuviésemos hecha en la Oeste del Naranjo. Y “La Directísima 500m, 7b” nos llama la atención. Para ello descansamos un día con la intención de recuperar fuerzas pero sobre todo la piel.
A las 04:15am suena la alarma en el móvil. Nos despertamos dentro de la tienda, al lado del coche, en frente del Fresnidiello.

Plegamos la tienda, desayunamos algo, y vamos con el coche hasta Pandébano. Cargamos la mochila ligera ya preparada la noche de antes, encendemos las frontales y comenzamos la marcha a las 05:00 aproximadamente.
Hemos optado por tirar en un estilo rápido y ligero para realizar la actividad en el día, lo que supondrá una paliza, pero a cambio no cargaremos a penas peso y tendremos una anécdota para recordar. El truco para que una actividad quede guardada en la memoria y en el alma es meterle una considerable intensidad. En otras palabras: “sufrirla”, y así es como consigues que ese día sea de los que suman.
A las 7 y pico llegamos al Regufio, y ya con el apetito más abierto es el momento de desayunar.

No nos preocupa que se nos pueda meter una cordada delante en la vía, sería raro que esto pasara, La Directísima no se encuentra entre las más repetidas de la cara Oeste.
Ya en la última etapa de aproximación, escondemos entre unas rocas la mochila con todo lo que no vamos a necesitar en la pared.
Pasadas las 8:00 estamos llegando al pié de vía, cuando una voz proveniente de arriba grita mi nombre. Levanto la cabeza y era Nano quien saludaba, acompañado de Alan, que estaban en la vía “soy un hombre nuevo” e iban muy rápido. Estos dos son guías locales, buenos conocedores de picos, y grandes personas.
Nos entusiasmamos al vernos y cada cordada vuelve a su faena.
Yo le pregunto a Luisra: -¿Alguna preferencia?, -Me da igual, la verdad…,-¡Vale, pues entonces empiezo yo!
Me ato a las cuerdas y comenzamos el baile.El principio del primer largo transcurría por un diedro completamente de auto protección con algún pasito que iba ayudando a entrar en calor. En la parte de arriba, había que superar un bombo para luego terminar por unos pasos en placa difíciles de leer y aún más de escalar. Ambos pudimos encadenar el “largo de calentar”.

El segundo largo se lo da Luisra. Este largo es una burilada de anclajes semi expansivos  que no se han restaurado desde la misma apertura la vía. En cada metro y medio hay un anclaje de estos. La razón de que haya tantísimos en esta primera parte de la vía es porque fue abierta en artificial, pero con muy poco arte, dejando la roca excesivamente perforada.
Hoy día, hay quienes hacen esta vía en libre (como nosotros), lo malo es que al meter una ristra de seguros fijos de tal descabellada manera, estos muchas veces quedan muy a desmano para protegerse, y no solo hace que te veas obligado a saltarte más de la mitad, si no que haya que ir intuyendo el sinuoso trazado de los movimientos en libre, incrementando así exponencialmente la dificultad para hacer una escalada efectiva a vista.
En este segundo largo varias veces veo a Luisra deshaciendo movimientos y rehaciéndolos por otro lado. Hay a veces en las que la apuesta que haces por ir hacia el buen camino es ciega, y puede que hayas acertado o puede que te estés comiendo pasos más duros de los que corresponden.
Con buena resolutividad y aparente facilidad, mi compañero se hace con el largo. Bajo sus consejos lo escalo de segundo, y en algún momento me veo al límite de la caída, y a duras penas consigo resolver las secuencias y llego con una buena inflada de brazos a la reunión.
Javi Guzmán escalando "La Directísima 500m, 7b" en la Oeste del Naranjo

Hace fresco, los dedos se entumecen y escalamos con toda la ropa puesta. Tenemos un cortavientos que nos turnamos para el que asegura.
Con el cansancio acumulado comienzo el tercer largo. Ya de entrada tengo que saltarme unos cuantos seguros por obligación, y aunque tan cerca de la reunión no me hace mucha gracia lo acepto.
Pronto empiezo a darme lo que me parecen pasos muy duros a bloque. En la mitad de estos movimientos pienso que el siguiente paso será el último, pero lo que es seguro es que si me caigo no sería por rendirme. Con los brazos al rojo vivo me quedo en un incomodo reposo de dos regletas malas. Durante unos minutos trato de convencerme de que estoy reposando mientras procuro descifrar la siguiente secuencia. El último clavo que tengo chapado está algo más de un par de metros a mi izquierda y unos tres más abajo. Salgo con el cuchillo entre los dientes para arriba, pero mis manos no quieren cerrarse y no me tengo del canto  por el que he apostado, así que grito mientras disfruto del vuelo. La cuerda me para de manera suave. Aprovecho el estar colgado para descansar un poco, y cuando me remonto por las cuerdas para intentarlo de nuevo, descubro un buen agarre que me hubiera salvado. En fín… la aventura de ir a vista. Desde allí llego a la reunión sin problemas. El largo me ha parecido que ya podría ser un 7b+ bien cabrón. Luisra sube de segundo, y en cuanto comienzan las dificultades y se cae una vez, sube acerando los pasos más duros sin pensárselo mucho.

Disfrutamos de los dos siguientes sextos hasta llegar a la mitad de la pared, donde la Rabada Navarro cruza muchas de las vías.


Luisra comienza con el siguiente 6b+/c. Un largo precioso, con unos primeros metros más atléticos que el resto. Cuando lleva unos 40 metros vemos que a nuestra izquierda están rapelando Nano y Alan. Nano desde lejos le dice a Luisra que se ha pasado la reunión y que ya tiene que tirar para arriba. El cordino auxiliar que lleva en el arnés para izar más tarde el petate se está acabando  y lo desato antes de que la carga pase a Luisra. Le grito para que ponga un tibloc en la cuerda y asegurar la salida en ensamble, pero Luisra no encuentra donde meter una sola protección y tiene que apoquinar con 15 metros sin meter nada. Yo me cargo el petate en la espalda y me preparo psicológicamente para salir escalando en ensamble no asegurado, en un largo a vista y con el lastre que me supone el petate tirándome de los hombros hacia atrás. Me da por pensar que voy a vivir un momento de tensión de los que se recuerdan. Y pienso: al fin y al cabo, a lo que vengo a la montaña es a buscar el mejor escenario posible para las aventuras y escribir la historia de mi vida, con el objetivo de generar recuerdos que enriquezcan el cuento que podré leer cuando sea mayor... Mientras a Luisra le estallaba la cabeza por lo que estaba a punto de pasar, yo trataba de tomármelo con filosofía. Las cuerdas se acaban y me tengo que soltar el cabo de anclaje, y me digo a mi mismo: no des un paso en falso, escalda sólido y seguro. Pongo el primer pié en alto y de repente suena una aliviada voz arriba: -Reuniooonn!!!, a lo que yo respondo: -Yujuuu…!
Con el petate en la espalda pero ya tranquilo de no tener que escalar en simultáneo, disfruto del largo. (vaya minutos malos que hemos pasado)
El resto de la vía ya es más ameno. Más sencillo de escalar y con una impresionante roca sólida en la parte de arriba, que permite alejar más los seguros y escalar más rápido para ganarle a la vía el tiempo perdido por haber forzado en libre los largos difíciles.
Tras 11 horas de escalada llegamos a la cumbre. Me siento envuelto en un paisaje ya familiar. Se pueden contar en un número aproximado a 50 las veces que he estado contemplando el mundo desde aquí arriba. Pero cada una de estas veces ha sido única y distinta. Ahí reside la magia de la montaña.


Destrepamos más de 200 metros hacia la cara sur, hacemos un par de rápeles, plegamos las cuerdas y nos ponemos con la bajada. Nuestra motivación por llegar a Sotres lo antes posible reside en la cena. Según la hora que era, ya por el canal de la Celada hago un cálculo del camino que nos quedaba y lo que tardaríamos el bajar. Como estoy acostumbrado a bajar con prisas le propongo a Luisra que me dé su cuerda y baje directo al coche. Yo subiría al refugio, buscaría la mochila, y más tarde le adelantaría bajando (vacilaba). Luisra me dijo que todo lo que iba a verle sería su matricula por detrás. (jajaja)
Cuando ya tenía todo preparado y estaba listo para bajar, le había dado unos 15 minutos de ventaja a Luisra , y eran las 21:20, y a las 22:00 suelen cerrar todas las cocinas de los bares en estas zonas. Sonaba a imposible poder llegar a tiempo, pero más imposible aún era que el motivo de no llegar fuese por no intentarlo. Me alargo los bastones y comienzo a bajar quitando pegatinas como nunca. Pasados los 35 minutos adelanto a Luisra a 5 minutos del coche. Él se sorprende de que le hubiese pillado con todo el esfuerzo que había hecho para dejarme atrás, y me dice que después de verme tan lento en la pared ahora entiende por qué gano rallyes de escalada. Algún minuto pasado las diez estábamos arrancando el coche, y después de mirar en tres bares encuentramos uno en el que nos dan de comer. Después de 18 horas de actividad en el cuerpo agradecimos como no hemos agradecido nada nunca que por llegar 20 minutos tarde no nos dejaran sin cenar. Lo conseguimos…

lunes, 11 de febrero de 2019

Oeste del Taillón Invernal 3144m


Comienza un nuevo año. Y como darle mejor inicio al 2019 si no es haciendo un viaje de aventura a pirineos con mi gran amigo Cristian.
Poco a poco nos hacemos mayores, pero la ilusión por vivir la aventura, por evadirnos del mundo, y por despreocuparnos durante unos días de todo aquello que no sea lo primitivo y lo esencial, sigue latiendo con fuerza desde lo más profundo de nuestras raíces.
Con Cristian empezó todo hace mucho tiempo. Una persona ejemplar en muchos aspectos importantes de la vida. Fue un importante pilar en mi formación como persona y escalador. De él aprendí grandes cosas, pero por encima de todas ellas, aprendí a luchar por causas imposibles, causas perdidas, objetivos inalcanzables y contra todo pronóstico. Sin quererlo, Cristian me aleccionó con su ejemplo y espíritu guerrero, al lograr superar situaciones muy complicadas a nivel personal y deportivo. Es el compañero de cordada más noble que puedas echarte a la cara.
Ahora mismo se encuentra encerrado en los estudios, opositando duramente para bombero. Lleva tres años a machete, lo que le ha hecho desconectar mucho de todo lo demás. Motivo por el que desgraciadamente no he podido compartir apenas aventuras con él en todo este tiempo. Es por eso que valoro como oro en paño todo el tiempo que podamos pasar juntos en la montaña.

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*1 de Enero del 2019:

Después de horas de carretera conduciendo de noche, pasamos por delante de Torla. Nostálgico, me doy cuenta que la última vez que habíamos estado juntos en Pirineos fue con 16 años, ¡Hace 7 años! Cristian se sorprende tanto como yo. El tiempo pasa, y hay que aprovecharlo.
Sobre las 24:00 horas llegamos al parking de Bujaruelo. Nuestro coche era el único. Aparcamos y montamos la tienda de campaña. Preparamos los termos con té y café para el día siguiente, y nos acostamos tan pronto como podemos.
Pasamos una noche incómoda por el ruido que el viento provocaba en la tienda de campaña. Además, las fuertes rachas pegan justamente de mi lado, y la pared de la tienda me presiona el cuerpo desvelándome continuamente.

*2 de Enero del 2019:

A las 4:30 suena el despertador. Desayunamos, preparamos los macutos, y comenzamos a caminar tras la luz de las frontales.
Tras larga caminata de más de 3 horas sin descanso, divisamos las paredes norte y oeste el Taillón. Una larga rampa nos separa del comienzo de la goulotte. Observamos tres posibles rutas, y nos dirigimos a la central, parece la más difícil y divertida. Nos ponemos los crampones y tiramos hasta el inicio.

Como yo tengo más experiencia, me ofrezco para hacer el primer largo y la toma de contacto con el hielo. Cristian, desde un lugar seguro de impactos de hielo me asegura y comienzo a escalar. El hielo se encontraba en un estado espléndido y este primer tramo resultó ser más fácil de lo que me esperaba. Subí 60 metros corriendo y apenas asegurándome con un par de tornillos. Llegué a una reunión de clavos y recuperé cuerda.

Cuando llega Cristian, le ofrezco darme otro largo, ya que este siguiente era el más difícil de toda la vía. Me lo cedió sin problemas.
-Tío, ¿has escaldo en hielo alguna vez algo tan vertical como esto?, -Sí. (Me responde).
Desde Marzo, cuando fui a Canadá hacía que no escalaba hielo, y tuve una pequeña pelea con aquel largo, que resultó ser más apretado de lo que pintaba desde abajo.


Cuando le toca a Cristian escalar de segundo, tras un rato de lucha me pide que le tense fuerte las cuerdas. Cuando se ha escalada poco hielo, cuesta mucho gestionar la energía en un largo tan vertical, incluso haciéndolo de segundo. Cuando se junta conmigo en la reunión me dice que es el largo de hielo más difícil que ha escalada en su vida y que estaba flipando con lo cansado que tenía los brazos. No se lo esperaba. Yo le explico, que en el hielo, los largos siempre son mucho más difíciles de lo que parecen.

Él tira de primero por una campa unos 50 metros, me recupera cuerda y nos unimos. Monto una reunión con 2 clavos.

 

Cristian, pese a sus sensaciones, me dice que éticamente no puede permitirse escalar una montaña entera de segundo, y se prepara para el siguiente largo.
Se trataba de un resalte casi vertical de 8 metros.

Cuando lleva 4 metros escalados, mientras estaba golpeando el hielo con el piolet derecho, se le escurren los pies, y todo su cuerpo se precipita mientras consigue parar la caída del único punto que le une a la pared, el piolet de la mano izquierda. Se queda colgando de un brazo como si nada y rehace su postura. Se relaja y termina el largo decentemente.

Pese a que yo estuviera parado en la reunión, Cristian consiguió que mantuviese el calor corporal de la tensión que me hizo pasar.
El resto de la vía eran largos sencillos de mixto y campas de nieve. De modo que escalé de primero hasta que se terminó la cuerda y Cristian salió detrás de mía en ensamble y recogiendo seguros hasta que pude asomar la cabeza por la otra vertiente y divisar el espléndido paisaje de 360 grados que nos rodeaba.
Hacía sol, pero también un gélido viento que provocaría una sensación térmica mínima aproximada de -10ºC

Tras un pequeño paseo por la arista cimera coronamos la cumbre del Taillón (3.144m) Curiosamente es el primer tresmil que hacemos juntos. 
Cristian García y Javi Guzmán en la cima del Taillón 3.144m


(La última vez que intentábamos un tresmil juntos fue el Vignemale cuando teníamos recién cumplidos los 16 años, y a causa del mal tiempo y la falta de experiencia no pudimos con aquella montaña).
Bebimos un poco del té que nos quedaba en el termo y con cuidado iniciamos el descenso por la empinada ladera que nos devolvería al inicio de la vía.

Llegamos al coche con tiempo para ir a comer a Broto. En apenas 9 horas y 40 minutos pudimos hacer la actividad desde el coche hasta la cumbre y vuelta, con cerca de 2.000 metros de desnivel positivo. Una palizilla.
En breves Cristian estará currando 5 días al mes y cobrando un buen sueldo que le permita viajar cuanto quiera. Mientras tanto aquí estaré yo ansioso esperándote, en la montaña, en el lugar que me hace soñar despierto. Hasta muy pronto amigo.


jueves, 31 de enero de 2019

Escalada en Montsant


Como última concentración de este primer año con Equipo Nacional de Alpinismo, viajamos a una tierra de pequeñas paredes pero grandes aventuras. Un lugar cuyo renombre hace eco por el recio carácter y compromiso de sus vías de autoprotección, Montsant.
Tenemos la suerte de disponer de la casa que la familia de Nil tiene en Morera de Montsant, ubicada a unos pocos minutos andando de muchos pies de vía.


*13 de Noviembre del 2018:

En este primer día me junto con Nil para una primera toma de contacto en este estilo de escalada de autoprotección en agujeros.
Elegimos la vía “Plan B, 80m” en el Racó de misa.

Una vía con algún que otro parabolt y dificultades máximas de hasta 6c+, perfecta para iniciarse.
Pese a que el primer largo estuviera en algunos puntos peligrosamente descompuesto, la vía resultó poseer una considerable calidad en cuanto a movimientos, roca y opciones de autoprotección en los largos superiores.

Escalar aquí era un juego diferente, no había a penas posibilidad de anticipación para gestionar la protección y los movimientos, pues al ser las presas únicamente agujeros, no se podían ver hasta que asomabas la cara por encima de las manos, y esto hacía que los antebrazos se hincharan con facilidad mientras buscabas el siguiente agujero del que tirar. A su vez, se avanzaba sin saber qué friend podrías meter, lo que le daba un punto psicológico a la escalada.

Por muy buena que sea una vía, 80 metros saben a poco. Así que nos metimos en otra que había más a la izquierda, paralela a la que estaban haciendo Mikel Zabalza y Marc.
“Plan Omega 6c+, 80m”
Para lo pequeñas que son estas paredes, me veo acompañado por una continua sensación de escalada aérea.
El primer largo es el más comprometido. Discurre por una fisura limpia y con la parte más dura mojada. Lo resuelvo sin problemas, pero poniendo buena atención en la seguridad, pues por muy fáciles o pequeñas que puedan ser las vías, una caída puede ser igual de dolorosa que en una vía de mayor envergadura.
Javi Guzmán escalando en el racó de misa
Esta primera, fue una magnífica toma de contacto con la peculiar escuela de Montsant.
Los días son cortos en invierno, y ya no nos queda luz para mucho más, de modo que terminamos el día escalando algunas vías de deportiva de un largo en el racó de misa.

*14 de Noviembre del 2018:

Mis compañeros me hablan de “Ara o May 7b”, una bonita vía cuyo último largo abrieron Nil y Mikel hace no mucho tiempo.
Para el día de hoy hago cordada con el Jabalí de Ruben. Comenzamos la vía con un primer largo de paraboles, de una dificultad aproximada al 6b+, para seguir con un espectacular 6b de auto protección, continuar por otro peligroso 6b del mismo estilo, y plantarnos al comienzo de los largos duros.
El primero me toca a mí. Un 7a+ de desplome y resistencia cuyo patio y compromiso de protección no dejan indiferente. Tuve que luchar contra el miedo a meter friends en agujeritos con los brazos bien petados.
Cuando encontraba un buen agujero me veía en el dilema de tener que elegir entre usarlo como agarre para progresar, o sacar la mano para meter un friend y protegerme. Pero a su vez la vía, aunque con caídas más cortas, quedaba más dura. Una gestión curiosa la que se debe hacer para encontrar un equilibrio entre seguridad y eficiencia a la hora de escalar.


Mientras luchaba casi tembloroso una sección dura, de repente vi a mi derecha a Mikel Inoriza salir despedido hacia el vacío unos 7 metros. El miró hacia arriba, y contemplando el último seguro que le había soportado la caída dijo: -Pues han aguantado los plomos.
A mí, aquella recia actitud de escalada sin miedo a la muerte, me produjo una fuerte motivación para con mi vía. Sabía que los emplazamientos que protegían mis caídas eran mucho mejores que los de Mikel, y con una energía renovada y bajo los ánimos de Rubén terminé el largo como dios manda.
Rubén llega a mi altura y se enfrenta al siguiente largo, el 7b.
El tío se lo curra como mejor puede, pero no soporta el petamiento de sus antebrazos y en la sección final se tiene que colgar. Después le costó salir por arriba. Parecía duro.
Cuando yo comienzo a escalarlo de segundo, a la altura del tercer seguro, se me rompe el trocito de roca en el que estaba apoyando el pie y caigo al aire. Aprovecho para tomar reposo y continúo la escalada llegando al límite de mis fuerzas a la cumbre.

*16 de Noviembre del 2018:

Después de aprovechar las lluvias del día anterior para descansar haciendo prácticas de auto rescate, toca volver a la acción.
Esta vez me junto con Marc. Y nos metemos en una vía que anda pendiente de liberación.
El primer largo parecía más bien una escombrera de piedras sobrepuestas en forma de diedro. La dificultad residía en subir 40 metros sin arrancar un canto que pudiera provocar una fatal caída. Subo yo y luego Marc.
Le toca a él, y sale para el siguiente largo.
Pese a mis gritos de ánimo, el tío no tarda más de 4 movimientos en agarrarse al seguro en cuanto la cosa se pone apretada. Cuando subo yo de segundo, lucho el largo y lo encadeno con la cuerda por encima, me parece un sólido 7a+. Llego a una repisa y contemplo el siguiente largo. No parece nada fácil. Comienzo a escalarlo y ya tengo que resolver un duro bloque en la entrada.

Entre paraboles alejados puedo meter algún friend en condiciones. Tras un bonito diedro y una travesía llego a un bombo corto pero intenso. Desde abajo no se ve a penas canto para agarrar. Cada paso que lucho creo que será el último. Voy al límite e improvisando secuencias con lo que voy encontrando por el camino, y tras chapar el último seguro me tiro a suertes para atrapar un canto. Resultó ser malo y vuelo. Me recupero por lar cuerdas y termino el largo.
Marc sube a la reunión acerando como puede y se da el último largo que queda. Un poco mojado en algunos tramos. Recoge cuerda y lo encadeno de segundo. Será 7a. Ya estamos en la cumbre.
Comenzamos el descenso rapelando y llegamos al inicio del tercer largo. Como vamos bien de tiempo le pregunto a Marc que si no le importa asegurarme para ver si encadeno la vía entera. El cede sin problemas.
Le doy un pegue y vuelvo a caer en el mismo sitio. Me lo miro bien y bajo para darle otro, pero vuelvo a caer petado. Va a ser más difícil de lo que pensaba…
Descanso bien, me concentro, y le doy un último pegue a muerte. Llego a la sección más dura más petado que nunca, pero con una actitud mejorada. No permito que la falta de fuerzas me haga perder la técnica y consigo atrapar el último canto. Salgo del desplome y termino la placa técnica de llegada a la Reunión.

Gradúo la vía como 7b+ tras su completa liberación. Yo también me siento libre de bajar, por fin…
*17 de Noviembre del 2018:
Me he dejado lo mejor para lo último. Mikel, Nil y yo nos hemos motivado para subir a probar la vía “Ultimatum 8a”, una antigua vía de artificial con una dificultad de A3 que ha sido liberada recientemente por dos personas.
Comienzo yo escalando el primer largo de 6c parabolado. El siguiente es una joya de 50 metros limpios de 7a. Lo disfrutamos mucho y llegamos a la reunión que da comienzo al largo duro.
Nil es el primero en meterse. Escala con cuidado y detenimiento, observando las posibilidades de aseguramiento. Por lo general los tótems quedan a cañón, pero en esta vía precisamente, no conviene quitarse los agujeros buenos, ya que obligatoriamente los necesitamos para progresar.
Tras un puñado de vuelos consigue llegar a la reunión y le descolgamos. Bajo sus pies tiene 100 metros de vacío, y el desplome hace que esté separado otros 8 metros de nosotros. Le lanzamos un cabo y tiramos de él para traerlo a la reunión.
Hace frío y tratamos de ser ágiles en el cambio de encordamiento. Me ato a las cuerdas de 8,5 mm y me mentalizo (si es que es posible) para enfrentarme a mis miedos con este monstruo de vía.
Bajo el atento flash de mis compañeros voy ejecutando los movimientos del largo. Cada dos o tres seguros me cuelgo para recuperar fuerzas y mirar bien todos los posibles agarres.
En los pasos más duros siempre quedan los seguros entre uno y dos metros por debajo de los pies, y no son precisamente los seguros más sólidos que se puedan encontrar en una vía. En la mayoría de los casos eran tótems lo que nos protegía, en segundo mejor lugar había dos buriles y algún puente de roca en los más de treinta metros de tortura. Y por último lugar, también se encontraban unos 5 plomos repartidos, 2 de ellos estaban triangulados y protegían una de las secciones duras de la vía.
No me caigo ni una vez, y ejecuto los movimientos con relativa facilidad. Es un largo desplomado, con muchos pasos de bidedos y monodedos, a veces demasiado ridículos para tirar de ellos. Claramente lo difícil será unir los pasos, ya que lo que se requiere en este tercer largo es una potente resistencia  física y psicológica.
Llego muy contento a la reunión y mis compañeros me descuelgan.


Es el turno de Mikel. Él, la había probado el 8a dos días antes y se acordaba bastante bien de los movimientos. Le dio un muy buen pegue y se la dejó matizada. Después Nil volvió a subir metiéndose un par de caídas y volví a darle yo. Esta vez fui dándolo todo y mentalizado para afrontar una honorable caída en caso de no estar a la altura. Y así fue. En el último tercio del largo iba demasiado cansado y encima estaba colocado en una mala postura para atinarle a un último bidedo, lo fallé y me pegué un vuelazo bien dinamizado.
Marc había subido andando por detrás de la pared para descolgarse y tirarnos algunas fotos para las marcas. Por suerte todo esto quedó inmortalizado.
El ambiente que generaba la niebla y la profundidad de nuestros gritos en el eco, dotaban a la escalada de un fanatismo absoluto.



Por último Mikel subió una última vez por el largo, e iba escalando realmente bien. Una vez pasada la sección clave continuó escalando de una manera muy sólida el resto de secuencias. Nosotros desde abajo gritábamos celebrando lo que parecía ser evidente, pero en un último movimiento fácil arriba del todo, la humedad le jugó una mala pasada al traccionar del último bidedo, este se le escurrió, y cayó a plomo junto a todas nuestras ilusiones.
Por muy poco… pero ya era tarde y estábamos cansados de pasar el día colgados, matizando y dando pegues, de modo que nos despedimos de la vía con un –hasta pronto.
A veces una caída nos sirve mucho más para evolucionar que un encadenamiento.

Equipo Español de Alpinismo