martes, 6 de julio de 2021

Escalada al Ushba 4.700m

En esta ocasión, viajamos a un lugar de ubicación indefinida. Pues en los mapas, Georgia parece no pertenecer ni a Europa ni a Asia. Éste fue un país perteneciente a la antigua Unión Soviética, pero que ahora parece haber caído literalmente en tierra de nadie. Por lo tanto podríamos decir que nuestro objetivo se encuentra en el continente Euroasiático.

Monte Ushba 4.700m


Pocos meses atrás, en el Equipo Español de Alpinismo, Mikel Zabalza (el director) dijo en voz alta que el monte “USHBA” en el Caucaso, podría ser una buena opción como experiencia previa a nuestra expedición al Himalaya en Septiembre. Palabras que le aprisionaron al momento, pues al recibir la noticia en el Equipo, adoptamos aquella idea como única y irrevocable opción.

En el ambiente del equipo se manifestó una especial ilusión por viajar a aquellas tierras lejanas, apartadas de las modas, y con un estilo de escalada casi más parecido a la aventura de exploración, 

que a las típicas repeticiones a mesa puesta, ejecutadas con un tremendo repertorio de información fresca y precisa.

Esta montaña, famosa por su belleza y exigencia a muchos niveles, se erige sobre los 4.700m de altitud, y no dispone de ningún acceso sencillo. La ruta normal de subida ya supone una dura escalada que a algunos alpinistas llega a costarles varios intentos repartidos en diferentes viajes. Además esta montaña no es muy amiga de la buena meteorología, pues sufre cambios repentinos de pronóstico, y por si fuera poco suele atrapar las nubes que se pasean por el valle. Eso sin hablar de la longitud y verticalidad de sus vías, que sobrepasan de largo los 1.500m y además hay que llegar allí preparados para la guerra. Es necesario portar equipo para pasar por todo tipo de terrenos (roca, hielo, escalada mixta…) y escalar con una técnica depurada para además de subir, hacerlo rápido, algo a lo que la altitud trata de oponerse. 

Por lo que ya de primeras todo pinta que aventurarse a una ascensión de estas características va a ser meterse directamente en la boca del lobo... Adopta un interesante atractivo añadido cuando te das cuenta de que la aventura por conquistar esta icónica cima Caucásica, parece comenzar en casa, donde investigando en internet, apenas pudimos encontrar información útil sobre las opciones de escalada que ofrece la gigantesca mole de roca y hielo. De modo que con más incertidumbre que certeza, cogemos el avión en Barcelona, y con 2 horas de escala en Turquía, en un segundo vuelo llegamos a Tibilisi (capital de Georgia). Allí nos recoge una furgoneta para continuar otras 8 horas más hasta el pueblo de Mestia.

Durante el trayecto, descubrimos un lugar muy despoblado, pues la mitad de la población de origen, vive dispersa por el mundo, mientras el país alberga únicamente a los otros 4 millones de habitantes restantes, con lo que la densidad demográfica queda bastante reducida. Esto se nota en el ambiente apagado de las calles medio vacías, y en la separación que tienen las casas unas entre otras.

Pero al mismo tiempo, se contempla un país muy auténtico. Aquí en lo que pudimos ver, fuera de las ciudades todo el mundo es mayoritariamente autosuficiente. Pues cuidan de su huerto y sus animales. Y de esta manera pueden poner comida sobre la mesa a diario. Por suerte la tierra aquí es muy fértil.

Mestia, Georgia

Mestia, 

Es destacable la recia expresión que la gente muestra en el rostro. Parece el vivo reflejo de un pasado lleno de vacas flacas, conflictos bélicos y tiempos más que duros para la supervivencia.

El primer día en Mestia, podemos hacer poco más que descansar del viaje. Los días que no estemos en la montaña, reposaremos en las casas de la gente que con el fin de hospedar turistas, tienen una zona habilitada para que estén cómodos.

El covid ha sido devastador para el turismo de este país. Tanto que nos reciben con gran alegría por ser los primeros extranjeros en hacer gasto desde hacía más de un año.



Al día siguiente nos toca hacer la prueba obligatoria de -PCR-. También aprovechamos para pasear por el pueblo, visitar el mercado, comprar comida, gas, etc. Y organizar toda la preparación logística de los próximos días.


A la mañana siguiente, nuestra furgoneta nos lleva una horita y media más de viaje por una infumable carretera de curvas hasta el pueblo de Mazeri 1.550m. Algo que nos llamó la atención fue cómo las vacas paseaban tranquilas por la carretera y sin verse achantadas por los coches que sin dudarlo un segundo, no cesaban en su velocidad y pasaban a ras de ellas esquivándolas por centímetros. Parecía ser una cosa que tenían bastante normalizado por allí. Aún así, fuimos testigos del algún atropello, que por suerte no fue por parte de nuestro kamikace conductor…



Una ves en Mazeri, entramos en la casa de una familia de ancianos compuesta por tres señoras y dos señores. Allí alucinamos diariamente con la abundancia y variedad de la comida que nos sirven. A veces comemos hasta reventar, pero las entrañables abuelitas continuaban poniendo bandejas de comida en la mesa. Una pena no poder comunicarnos a penas con esta gente para decirles que nos encanta la comida, pero que si seguimos engullendo de esta manera tal vez explotemos.

Desde el pueblo, a ratos las nubes nos permiten entrever la cima del Ushba. Se aprecia inmensa y lejana. Tras organizar todos los preparativos, salimos la mañana del 19 de junio en aproximación hacia el campo base.


*19 de Junio del 2021:



Nos acompaña Nick, un guía local que nos proporciona alguna información de interés y que nos hace de traductor. Viene junto a dos compañeros suyos y tres caballos que nos ayudan con la carga durante la primera hora y media de camino. Pero al decir verdad, si llegamos a saber de antelación el poco recorrido que nos portean las mochilas y lo caro que nos iban a salir los caballos, hubiéramos prescindido del servicio. Además, las cargas no paraban de desajustarse a lo largo del camino y nos vimos obligados a seguir un ritmo demasiado interrumpido. De hecho, la segunda vez que hicimos este trekking, ya fuimos sin caballos.

En mitad del bosque nos encontramos con un puesto militar, al que debemos enseñar nuestro permiso de escalada. Llegado a un punto del camino demasiado técnico para que continúen los caballos, cargamos ya con las mochilas, que pesarían en torno a 20 kilos cada una, pues en ellas transportamos el material de escalada, el de pernocta con tienda incluido, y la autosuficiencia en comida y gas para sobrevivir 5 días. A parte, alguno de nosotros llevábamos un plus añadido de peso. Rubén por ejemplo cargaba con su parapente ligero por si se diera el fantástico caso de que pudiera regresar al pueblo volando desde la cima. Y yo llevaba tres cámaras (contando con el dron), con muchas baterías adicionales para grabar una buena película. Mi ilusión por capturar unas buenas tomas era tan grande como la de escalar aquella montaña. El precio del peso merecería la pena, estaba seguro…



En cuatro horas nos plantamos en el glaciar del Ushba, con unas visitas impresionantes de su orientación Oeste, donde teníamos pensado escalar. Este era el lugar perfecto para montar nuestro campamento base.

Esta expedición estaba formada por Rubén Sanmartin, Bernat Vilarrasa, Mikel Inoriza, y los exmiembros del Equipo; Alberto Fernández y Roger Cararach, (a parte de mí) y bajo la dirección de Mikel Zabalza.

Desde aquí abajo se podía apreciar una montaña muy seria, y de unas dimensiones sorprendentes pues a penas nos encontraríamos a 2.700m, y la cumbre que estábamos vislumbrando se alzaba 2.000m más arriba. (Sobre los 4.700m de altitud) Esto quiere decir, que la inmensidad de la pared que contemplábamos, era más grande que dos veces el gran capitán del Yosemite. Algo monstruoso...

A parte de la grandiosidad de la pared y su intimidante presencia, destacaba su magnética belleza, que desde hacía meses nos tenía embobados por las fotos.


Una vez ubicados y con las tiendas montadas, tratamos de interpretar las líneas que queremos escalar. Entre nuestra montaña y las que formaban el valle, estaban continuamente cayendo avalanchas. Puntos por los que deberíamos evitar nuestro paso.

Estaba haciendo demasiado calor, y por las paredes chorreaban ríos de agua. Hasta el punto de tener que descartar los planes principales. Además tendríamos que evitar al máximo la nieve porque la encontraríamos en un estado lamentable. De modo que no nos quedó más opción que ir todos en busca de la seguridad que nos ofrecería el gran espolón sur.

Nos dividimos en tres cordadas. Roger y Alberto forman una, Mikel Inoriza y Bernat otra. Y Rubén, Mikel Zabalza y yo la tercera.



* 20 de Junio del 2021:


Al día siguiente, las dos primeras cordadas aproximan juntas para entrar por una debilidad que se intuye en la primera zona de roca. En mi cordada decidimos levantarnos media hora más tarde, (a las 05:00am) y caminar hasta un collado más alto para tratar de entrar al espolón por otro lado y así no comprimirnos todos en la misma vertical y poder progresar más seguros. Mientras aproximábamos, un par de pedruscos caen rebotados desde 500 metros y penetran en la nieve a escasos 6m de nosotros. Esto nos corta la respiración por un instante y nos hace apartarnos más de la pared. Una vez en el collado no vemos ninguna zona escalable lo suficientemente evidente. De modo que retrocedemos, pero sin perder toda la altura ganada, entramos a la pared por un nevero que cruza diagonal, y con un largo de escalada aparecemos entre medias de los compañeros. Hacia aquí nos ha mandado la pared, y al parecer vamos a tener que compartir inevitablemente la misma vertical los siete. Habrá que escalar con mucho tacto...


Por encima llevábamos a Rouger y Alberto, y por debajo a Inoriza y Bernat.

Escalamos tras la estela de la primera cordada por el terreno más intuitivo. Parece que llegados a un punto se cruza con nosotros la vía “Mishlaev”, pues encontramos un clavo que todos usamos para protegernos. Por lo demás, posiblemente estemos abriendo una nueva vía. Después de unos 6 largos que no pasarían del 6a+/b, Rubén me cede el relevo y continúo yo a la cabeza de cordada para el resto del día. Hay zonas que presentan mayores dificultades técnicas y decido cambiarme las botas por los pies de gato. Un acierto. A los 90m me vuelvo a poner las botas para salir a un terreno mixto. Por aquí progresamos en ensamble de a tres. Cuando se acaba el material, monto reunión para juntarnos y recuperarlo todo. Y así hacemos un par de veces, lo que nos ayuda a ganarle mucho recorrido a la montaña en pocas horas.




El mochilón que cargamos no es ninguna broma, todos hacemos comentarios al respecto. Han habido largos en los que parecía que estábamos haciendo tracciones de brazos con lastre. Al esfuerzo hay que sumarle una cota cada vez más alta y una fatiga física que va en aumento con las horas. Parece que escalar el Ushba no va a ser moco de pavo...

Por lo general no podíamos quejarnos de la calidad de la roca considerando el lugar en el que estábamos. Pero la montaña generaba ambiente por sí sola. Durante los últimos largos del primer día, cada pocos minutos nos impresionaba intermitentemente un rugido proveniente de los aludes que caían a escasos 50m a nuestra derecha. Por suerte estos desprendimientos bajaban canalizados por una vaguada que encarrilaba los escombros.


Me pongo los pies de gato para los dos últimos largos del día, y después de unos 800m de escalada llego con unas fuerzas muy mermadas al vivac en el que nos aguardaban Alberto y Rouger. Siento la altura en mi corazón y pulmones. Me obligo a hacer movimientos lentos y precisos para no ahogarme. Me da por pensar en lo nulo que ha sido mi entrenamiento en las últimas semanas, pues el calor madrileño no ha dado tregua alguna. Únicamente he llegado aquí con la pequeña preparación física adquirida en mi trabajo, guiando en Los Galayos y en la cara oeste del Urriellu los días de antes.



Nos juntamos todo el equipo en aquella excelente plataforma para descansar, sintiendo fortuna por la comodidad que ofrece. Son las 17:00 y llevamos unas 11:00 horas de actividad ininterrumpida. Prácticamente sin beber y sin comer. A esta hora la nieve se encuentra en un estado horrible y caen demasiados aludes. A parte nos encontramos a unos 4.000 metros y no conviene dormir más arriba. La altura nos podría golpear con fuerza. Decidimos apalancarnos y disfrutar de un vivac en buena compañía y con gran ambiente.

Miramos el parte y parece que pronostica tormenta para la tarde del día siguiente. No nos hace mucha gracia. Y ponemos el despertados a las 03:30 para escapar de allí cuanto antes.

Yo aprovecho el tranquilo momento y la calma atmosférica para volar un rato el Dron y sacar algunas tomas de nuestra ubicación. Estoy deseando unir las imágenes con las grabadas en la GoPro y montar algo bonito.


La noche la paso una noche con bastante frío. He pecado de excesivo minimalismo rebajando el peso del saco para que me entrase el Dron en la mochila. En ningún momento dejo de pensar que mereciese la pena, pero me paso la corta noche frotándome las piernas y haciendo suaves abdominales para mantener el calor. Los demás parecen encontrarse confortables en sus sacos buenos y yo me siento bobo...

Por suerte, el rato no se me hace demasiado largo porque a las 03:30am comienzo a hacer el desayuno. Cerca de las 4 y pico ya estamos funcionando. Escalamos las tres cordadas en ensamble para pasar rápidamente por la zona más avalanchosa de la montaña. Es muy temprano y raro sería que en ese horario cayera algo. Pero aún así, estas situaciones nunca te permiten ir del todo tranquilo. 


Después de una larguísima travesía pasamos por un largo con hielo y llegamos a una gran pared vertical de roca. Parece muy seria y las dudas nos asaltan por unos instantes.

En las montañas de los alrededores parece que se está formando tormenta, aún siendo tan temprano. Nuevamente tenemos que subir todos por la misma vertical, pero esta vez sí que parecemos estar en una vía abierta por alguien, ya que encontramos multitud de clavos.


La presencia de aquéllas nubes tan cargadas acercándose nos hace replantear la estrategia, y decidimos escalar en racimo para salir de allí lo antes posible. De esta manera, el primero de la primera cordada escala normal, pero su segundo sube con una cuerda que le une a la cordada de abajo. De manera que al llegar a la reunión asegura de segundo al primero de la segunda cordada. Éste a nosotros y nosotros a los de abajo, de manera que todos estamos unidos entre nosotros y escalamos asegurados desde arriba siendo únicamente un escalador el que sube de primero. En mitad de pared se nos pone a nevar suavemente. Es nieve poliespan y resbala por la pared sin mojarla. Con el calor generado por el movimiento podemos prescindir de los guantes para escalar a mano desnuda aquellos físicos largos de hasta 6b+. Es increíble lo que puede incrementar la dificultad la altura, el frío y sobre todo la mochila…

Me doy cuenta de la suerte que estamos teniendo con la Reina del Caucaso, como llaman a esta montaña por considerarse la más difícil del lugar. Los hogareños incluso la llaman el Diablo.

Nuestra dicha aquí, es que estamos encontrando una atmósfera libre de nubes envolventes y estamos gozando de plena visibilidad durante toda la ascensión. Cuando precisamente es esta la montaña que más las atrapa, y también es conocida por sus repentinos cambios de tiempo y fuertes rachas de viento. Factores que no se están manifestando por el momento. Algo bueno habremos hecho en otra vida...

Al terminar el exigente muro, llegamos a una goulotte mixta. Principalmente de hielo. Aquí nos ponemos crampones, sacamos piolets, y volvemos al encordamiento normal. Alberto y Roger desaparecen por arriba. Ruben se pone a encabezar nuestra cordada. De segundo le sigue Zabalza, que sube rápidamente y encantado con la calidad del largo. Y por último, voy yo siguiéndoles. 

Llego a un resalte y me cuesta ver el paso. Estos dos han subido muy bien pero a mí me entretiene encontrar el movimiento. Parece que por fin veo dónde enganchar los piolets y comienzo a traccionar. Estaba apunto se salir de paso cundo de repente, 40m más arriba escucho a Rubén y Mikel gritar con todas sus fuerzas. Enseguida interpreto que algo catastrófico está sucediendo. Las voces son realmente aterradoras y me preparo para lo peor.

Cuando alzo la mirada ya lo entiendo. Dos bloques gigantes están cayendo en trayectoria hacia nosotros. ¡no puede ser!

Uno tenía el tamaño de una lavadora y yo me hallaba desprotegido. A parte, Inoriza y Bernat venían 20 metros más abajo y también sentí pánico por ellos. Mi cuerpo activa el modo supervivencia, e instintivamente salto hacia atrás. La cuerda se estira y yo bajo unos metros. El péndulo de la caída me mete debajo del pequeño desplome. Clavo los piolets para no retroceder hacia fuera e intento ocupar el mínimo espacio. Rezo para que los bloques no toquen la cuerda de 8,5 que me sostiene, y al instante me golpean algunas piedras de menor envergadura en la mochila. Se hace un silencio momentáneo y desde arriba nos preguntan si todo está bien. Yo respondo que estoy bien y lanzo la pregunta a los de abajo. Pero como respuesta obtengo un terrorífico silencio...

A los segundos por fin contesta Bernat, y comenta que a Inoriza le ha tocado una piedra. Inoriza dice que no se ha roto nada pero que ha recibido un golpe en la espalda. Me tranquiliza mucho escuchar sus voces, pero no lo suficiente como para poder terminar aquel largo sin temblar...

Parece que al fin llegamos a la arista cimera. Rubén se separa de nuestra cordada para esperar a Bernat e Inoriza por si necesitasen ayuda.



Zabalza y yo seguimos una arista que parecía crecer a cada paso. La fatiga aumenta en los tramos más sencillos y que permiten aumentar el ritmo. Llegamos a la cumbre y la celebramos junto a Alberto y Roger.

Llegar aquí ha supuesto un gran esfuerzo, pero bajar tampoco va a ser un juego de niños precisamente.

Desde cima, observamos que el resto del equipo ya está montado en la arista y que se dirigen a cumbre. De modo, que después de discutirlo un momento, decidimos por donde hacer la bajada.




Aquí volvimos a trabajar en equipo. Vamos encadenando rápeles con los tres pares de cuerdas que tenemos, dejando en ocasiones las cuerdas colocadas a los que vienen por detrás cuando estos son más técnicos.

Bajar de allí no era lo más evidente del mundo, pero Roger y Alberto fueron encontrando muy bien el camino acertado y a buen ritmo conseguimos llegar a los vivacs para pasar la segunda noche en pared, ubicados a unos 4.100m, en la orientación sur.


Por allí cerca tenían montado un campamento avanzado unos Ucranianos muy amables que nos ofrecieron té y caramelos a todos. Se quedaron asombrados con que estuviésemos allí sin tienda de campaña. Ellos parecían estar intentando la vía normal en un estilo más pesado y de más días.

La zona plana del vivac se encontraba expuesta al viento. Y entre todos tallamos en la nieve una buena repisa plana y amplia en la que cinco de nosotros pudimos dormir resguardados del viento.



Pensé que con el cansancio dormiría bien, pero nuevamente pasé una noche de pena en mi saco ligero, frotándome las piernas y mirando el reloj mientras deseaba que se hicieran las 04:00, hora a la que despertamos para terminar la bajada con el fresquito de la madrugada. Al menos el atardecer visto desde allí arriba me llenó de inspiración, antes de que lo continuase haciendo el mar de estrellas...


*21 de Junio del 2021:


Sin mayores contratiempos conseguimos llegar a la base de la pared de una manera fluida y relativamente sencilla, a ratos empleando el material que encontrábamos para rapelar, a ratos destrepando largos recorridos, y a ratos abandonando nuestro propio material para poder seguir rapelando en las zonas más verticales.


Contentos y con el logro en el bolsillo, caminamos una media hora hasta donde nos encontramos con Nick y el resto de arrieros, que nos subían empanada de carne y cerveza para todos. Una sorpresa que nos inundó de alegría y que agradecimos en el alma.

Parecía que la aventura había terminado, cuando en el camino de regreso, uno de los caballos entró repentinamente en pánico y rompió filas lanzando coces al aire a dos patas para quitarse toda la carga de encima. Corrió muy nervioso ladera abajo dando saltos. Yo me llevé las manos a la cabeza deseando que no se despeñase por el acantilado. Todos allí nos quedamos perplejos con aquella estampa, pero la bestia consiguió arrancarse todo del cuerpo y a tiempo llegó el arriero para sujetar las riendas y calmar al animal.

Tardamos un rato en encontrar los piolets que habían salido volando. Además alguna mochila término desguazada. No quisimos volver a cargar a aquél caballo y nos fuimos turnando entre todos el peso en el camino de vuelta.

Los currantes se sintieron muy incómodos con lo ocurrido y quisieron devolvernos parte del dinero. Pero fuimos comprensivos y decidimos zanjar el tema invitándoles a unas cervezas. Pude notar sorpresa en sus miradas ante el gesto que tuvimos con ellos. El caso es que fue algo inevitable lo que sucedió, originado por la naturaleza de un animal medio salvaje.

En los días que aún nos quedaban de viaje, pudimos hacer otro par de interesantes actividades. Mikel Inoriza y Bernat abrieron una vía en una cima secundaria ubicada en el macizo del Ushba Este, mientras que Alberto, Roger, Zabalza, Rubén y yo, Escalamos el “Shkhelda”, una montaña de 4.368 metros que hicimos en el día, y que al parecer llevaba muchos años sin repetirse.

De modo que hemos tenido un viaje al Caucaso plenamente exitoso y muy satisfactorio. Hay veces en que la situación se presta favorable, y esto puede hacer que nos llevemos una impresión más benévola de lo que suele ser la montaña en realidad. Por ello hay que saber valorar las actividades aún cuando se nos han dado muy bien las cosas, y tomarnos la experiencia como un valioso regalo que no se recibe todos los días. Gracias Caucaso por la experiencia.


lunes, 1 de febrero de 2021

Divina Providencia al Pilar del Angle, la historia al completo

Esta última semana de julio por fin llegaba la tan ansiada concentración en Los Alpes que el Equipo Español de Alpinismo esperábamos ansiosos haciendo la cuenta atrásRealmente, en estas fechas tendríamos que haber estadoescalando seismiles en algún lugar del himalaya, pero debido al impredecible aparecimiento del Covid a nivel mundial, tuvimos que cancelar entre otras, la mejor de las concentraciones, la de final de curso. Cuando el confinamiento domiciliario llegó a su fin, pudimos retomar nuestra actividad, aunque no al nivel que estaba programado. Para nuestro viaje de consolación, pusimos la mirada en una cordillera más cercana, pero no pormucho, menos interesante, la vertiente italiana del macizo del Mont Blanc. O como lo llaman allí “Monte Bianco”

Pilar del Angle al Mont Blanc

El objetivo consistía en realizar itinerarios de escalada de gran recorrido para pulir detalles logísticos y tácticos de cara a la expedición al Himalaya que tocaría retrasar un añoAl menos ese tiempo que nos prolongaron en el equipo.


*22 de julio del 2020:

Para tener una toma de contacto con la altura, decidimos aclimatar pasando la noche en el lujoso vivac Gervasutti, ubicado a 2.835m de altitud, bajo la orientación sur de las Petites Jorasses, para a la mañana siguiente organizarnos en dos equipos y escalar dos vías en esta amable pared.

La meteorología se encontraba bastante precaria, y tuvimos que hacer malabares para cuadrar los horarios con las lluvias. El día de la aproximación al vivac, subimos a media mañana pero con buen ritmo. Nos desayunamos 1.200m positivos, y justo al llegar al vivac se nos puso a llover de lo lindo. Lo bueno, además de la suerte que tuvimos por no mojarnos, fue que como daban un tiempo tan inestable, tuvimos aquella exótica cabaña vacía para pasar la tarde nosotros solos.

Vivac Gervasutti


Vivac Gervasutti


*23 de julio del 2020:

la mañana siguiente Mikel y yo nos metemos en la vía Bonatti de la cara sur de las Petites Jorasses y nos lo pasamos como enanos. Resultó ser una escalada muy agradable y de sencilla protección. Además la graduación me pareció correcta o incluso suave, (algo raro en estas montañas).



Javi Guzmán en la vía Bonatti a las Petites Jorasses

Mikel Zabalza en la vía Bonatti a las Petites Jorasses

La roca era bien compacta y ofrecía una considerable seguridad. Además, sus tonos anaranjados y rojizos la dotaban de un atractivo extra. Sólo hubo que apretar un poco en el largo de 6c que le tocó a Mikel porque se encontraba calado de agua.



Pasamos una mañana de auténtica maravilla escalando al solecito los 7 primeros largos que transcurrían por interesantes fisuras y diedros. Nuestros compañeros Rubén y Mikel Inoriza escalaron otra vía similar que subíaparalelamente a nuestra izquierda. 

Mirar hacia ese lado me sobrecogía el corazón, pues una fresca brisa proveniente de las entrañas de la cara norte de las Grandes Jorasses, me acariciaba el rostro incitándome a ir en busca de una gran aventura allá en sus temibles paredes, aventura que llevo deseando años. Cuanto más contemplaba aquella imagen mientras aseguraba a Mikel, más grande se hacía mi fantasía por encaramarme por aquella vertiente. La excitación alcanzaba niveles máximos. Tal vez me encuentre más cerca de aquella pared lo que imagino. Nunca se sabe cuando puede aparecer la oportunidad de enfrentarse a uno de los grandes monstruos de mis sueños.

Petites Jorasses, (con las Grandes Jorasses al fondo)

Una vez escalada la parte más interesante de ambas vías, aún nos quedaba la mitad de la montaña por delante, pero de plantearnos seguir, se nos alargaría demasiado la actividad, y nos pillaría la tormenta. En previsión de esta estrategia habíamos dejado los crampones y demás material a pie de vía. Rapelamos, recogimos todo, y ya con nuestra aclimatación concluida nos dispusimos a bajar de nuevo al camping en el que nos alojábamos en tiendas de campaña. Y cómo no, según ganamos distancia con las PetitesJorasses allá tras nuestras espaldas, esta fueron arropándose en densas y oscuras nubes.


Bajando de aquella actividad, Mikel Zabalza me confesó que le picaba la idea de ponerse como objetivo para esta concentración la vía de Divina Providencia (7b+/7a obligado), de 1.500 metros al Pilar del Angle. Al parecer la tenía pendiente la vía más difícil que corona el Mont Blanc (4810 m) desde hacía ya casi 20 años.

Él la había intentado en solitario en el 2003, pero un pequeño accidente le hizo perder las gafas, cosa que le obligó a darse la retirada por riesgo a quedarse ciego. Tiempo después volvió nuevamente con su hermano, aquél fue un año muy seco y se vieron sorprendidos por una lluvia de piedras y no les quedó más remedio que forzar un abandono sumamente arriesgado. Pero, como se suele decir, a la tercera va la vencida.

En cuanto vislumbré mínimamente las intenciones que Mikel manifestaba ante la posibilidad de valorar aquella actividad como una opción, no titubeé lo más mínimo a la hora de decirle que yo era su hombre. 

-Mikel, si te apetece hacer esa actividad yo voy contigo, ¡me motiva muchísimo!

-Y así fue como comenzó esta aventura-

Mikel, además de conocer la logística de la actividad, controlaba al detalle la laboriosa aproximación al pie de vía, lo que ya supone una aventura de por sí. Por otro lado, es un increíble alpinista, con una dilatada experiencia propia de los más grandes, y posee una personalidad y actitud excelentes de cara a compartir una actividad de envergadura como esta. A mí siempre me transmite una confianza y tranquilidad absoluta, y sé que este sentimiento es recíproco, de modo que pareció que podríamos formar un buen tandem para un reto colosal como el planteado.

Mikel Zabalza y Javi Guzmán en la vía Bonatti a las Petites Jorasses


Cuarta nacional

Hasta la fecha, Divina Providencia contaba con tres ascensiones nacionales escaladas en libre y a vista, todas realizadas por grandes alpinistas y, curiosamente, todos ellos con el punto en común de haber sido deportistas del Equipo Nacional de Alpinismo. El primero fuManu Córdoba en 2010. Posteriormente Carlos Rubio en 2016 (ambos galardonados con el premio FEDME a mejor actividad de Alpinismo Europeo), y por último Pablo Ruiz en 2019. A pesar de su inmensa belleza y su relativa antigüedad, a nivel mundial Divina Providencia debe de contar con menos de 10 ascensiones en libre.

Para mí, la ascensión de esta ruta suponía un sueño que comencé a forjar a partir de mi primer viaje a Los Alpes, con 20 años, cuando junto a Luis Pastor escalé la Directa Americana al Petit Dru. Este fue el año en que Carlitos realizó su sobresaliente actuación en el Pilar del Angle, algo que cautivó por completo mi admiración e interés. En los últimos años me había puesto mucho las pilas con la escalada en granito, y aunque no es lo mismo apretar al lado de casa que por encima de los 4000 metros, me sentía optimista y con serias opciones de hacer una digna actuación sobre aquella inmensa pared.

En realidad lo más difícil de todo fue creer que podría hacerlo. Realmente nunca sabes hasta dónde eres capaz de llegar hasta que no te topas cara a cara con tu reto.


Tres días de actividad

El día siguiente a la aclimatación, lo pasamos recuperando el cuerpo y organizando la logística para enfrentar el reto propuesto.

*25 de Julio del 2020:

Aquél día lo comenzamos con mucha calma. Cogimos a media mañana el teleférico que sube desde Entreves hasta el refugio de Torino. Desde ahí hicimos una aproximación hasta el refugio de la Fourche, al que se llega en algo más de dos horas dándole zapatilla.

En mi caso, por más que haya caminado por este paisaje, nunca puedo dejar de sentir asombro por su belleza, es algo que no me atrevería a comparar con otra cosa, porque es único y diferente.


Para alcanzar la pequeña cabaña colgante ya hay que escalar unos 150-200 m de mixto fácil pero de no despistarse. Para este tramo nos encordamos y subimos en ensamble (escalada simultánea). Mikel encabeza la cordada y más o menos cada 30 metros mete un seguro. La trepada resulta sencilla, pero a tramos se encuentra bastantedescompuesta. 

Llegado un momento, la cuerda se tensa ejerciendo presión sobre una losa de granito que se encuentra 20 metros por encima de mi cabeza, esta se descuelga de su precaria posición y comienza a deslizar cual guillotina hacia mi cabeza. Yo escucho a tiempo el sonido, siento las vibraciones que genera en su avance, y alzo la vista para prevenir su trayectoria. Mi cuerpo activa el modo supervivencia y en décimas de segundo encuentra soluciones. Sobre los agarres que intuyo más sólidos, me desplazo a toda prisa hacia mi derecha, donde un bloque mas grande me ofrece refugio. La losa de piedra pasa gruñendo a escasos centímetros de mí, que ni me molesto en mirar cómo se precipita hacia abajo, pues debo aliviar tensión de la cuerda para que Mikel pueda seguir escalando sin problemasMis pulsaciones se recuperan de inmediato y vuelvo a escalar con tranquilidad.

Cuando hacemos cumbre en lo alto de la loma, cresteamos un poco y llegamos al refugio. Aquí todo parece salido de un cuento de hadas. Pues el refugio es una cabaña colgante en el filo de una aérea cresta, ubicada en un paraje de lo más inhóspito. Además, justo ante nosotros se erguía el legendario Pilar del Angle, mostrándose realmente imponente. Increíble lugar para pasar el resto de la tarde mentalizándose con lo que aún nos está por venir...


Refugio de La Fourche

Pilar del Angle, Mont Blanc


*26 de Julio del 2020:

A las 5:30 del día siguiente ya estábamos funcionando. Descendimos entre rápeles y destrepes delicados hasta el glaciar de abajolo atravesamos testigos del despertar de los colores del paisaje al compás de las primeras luces del amanecer. Coronamos el collado Moore para después continuar con otros 200 metros más de destrepes y rápeles sobre una pared muy descompuesta. Para ello tuvimos que abandonar algún clavo y cordinos.

Y allí estábamos, en glaciar de la base de la pared. Un lugar conocido por encontrarse entre las ubicaciones mas expuestas de los Alpes. Debíamos pasar corriendo durante un buen tramo, dado que es una zona potencialmente peligrosa por el riesgo de grandes aludes, ya que por encima descansan inmensos seracs colgantes. De hecho, este punto es como un cementerio de aludes, hay que avanzar a toda prisa sobre restos de avalanchas que obstaculizan y entorpecen el paso. Si allí se origina un desprendimiento, no hay escapatoria posible. La única defensa razonable ante aquél riesgo objetivo es la de pasar el menos tiempo posible debajo de aquellos bloques colgantes de hielo tan grandes como edificios. La definición literal de lo que significa sentirse pequeño, la puedes encontrar cruzando este glaciar.



Nevando y con ‘picotazo’ en la cuerda

El entorno es auténticamente salvaje, y la belleza del Pilar del Angle solo es superada por su intimidante presencia. Nos encontramos en un lugar que sin dudas hace sentir minúsculo y vulnerable a cualquiera. Una vez en el pie de vía, comenzamos escalando los primeros metros en ensamble y con botas, pero de inmediato se nos pone a nevar, algo que no estaba previsto en el guion y que ambientó de una manera poco graciosa el comienzo de la ascensión.




Para mayor inri nos dimos cuenta de que la cuerda buena había sufrido un buen picotazo en su mitad. Probablemente se habría rasgado con una losa que esquivé subiendo a la Fourche el día de antesLa solución de Mikel fue ponerle un inofensivo trozo de esparadrapo que cubriese el alma salida. Principalmente para que yo no viese el estado de la cuerda y replanteara una retirada. Pero aquello era algo que sinceramente no me asustaba. Comencé a escalar con 15 años y sin un duro. Llegaba a apurar el material hasta límites que sobrepasaban por mucho lo razonable, llegando a conocer lo que puede aguantar una cuerda aún estando en un lamentable estado. Aquello era asumible siempre y cuando no tuviésemos la mala suerte de pillar justo un filo en esa zona y con la cuerda en tensión. Pero creía más probable que un tiburón me mordiera dándome un baño en la playa de Alicante. Además, siempre he sido un chico con mucha suerte, y aunque no quiera decirlo en alto y tentarla demasiado, no había motivos por los que aquello tuviese que cambiar justo hoy.


De esta manera escalamos la primera parte de la Bonatti esperando que fuese una ruta más rápida para llegar a la base del escudo (algo de lo que finalmente no terminamos por estar tan seguros).

Cuando llegamos a las zonas más verticales, comenzamos a asegurarnos a largos. El recorrido era a ratos perdedero, y por lo general escalamos sobre un terreno con frecuencia descompuesto sobre el que llegamos a hacer algún largo de hasta 6b+. Todo con una mochila, que pesaría unos 12 kilos. Hubo algún largo en concreto, que de tan descompuesto que estaba, era difícil colocar seguros que no fuesen a expandir los bloques de los lados. Llegamos a tener que escalar realmente lentos varios de estos largos debido a la gran exposición, pues cometer un error era un lujo que no podíamos permitirnos allí arriba.





Para esta primera jornada, tras quitarnos los primeros 400 metros, llegamos pronto a la base del escudo, donde comienza la parte bella de la vía (los 9 largos duros). Tras hidratarnos y descansar un rato en la repisa donde dormiríamos, decidimos escalar los dos primeros largos para fijar cuerdas y así entrar en calor jumareando a la madrugada del día siguiente. Disfrutamos el encadenamiento del 6b y 7a, y rapelamos hasta la repisa para dormir.





Aquella noche, un suave sentimiento de euforia me invitaba a desvelarme de vez en cuando. No es que echase de menos tan rápido las comodidades del mundo de allí abajo, pero sí me encontraba en ese punto de cuestionarme el valor de los detalles que en apariencia podían parecer insignificantes, como el de tener un colchón para dormir, o poder ducharme con agua caliente siempre que lo deseaba, o que comer fuese tan fácil como abrir la nevera. Sabía que debía aprovechar el momento de plenitud, el contacto con la naturaleza y entregarme plenamente a la experiencia de aquella escalada, pues era algo con lo que llevaba mucho tiempo soñando y que ahora estaba viviendo. Así me decía a mí mismo cada vez que me entraban ganas de mirar el móvil o añoraba las cosas con las que allí arriba no podía contar. Y en al menos un par de momentos saqué medio cuerpo del saco en mitad de la noche y me recliné, apoyando mi espalda contra la pared de atrás para contemplar un increíble firmamento inundado de estrellas. La energía e inspiración que el cielo manaba en aquel momento era ilimitada. En aquél pequeño habitáculo de un metro y medio cuadrado en el que descansaba junto a Mikel, creé un inmenso espacio para la reflexión, ya que me encontraba en un lugar privilegiado, que otorgaba un poder temporal para poder ver las cosas desde una perspectiva diferente, desde un lugar más elevado. Siente el frío y el hambre -me decía-, pues cuando regreses a las comodidades del hogar lo echarás de menos. Una aventura no queda grabada si es confortable para el cuerpo, porque lo que es confortable para el cuerpo no enriquece el alma.

Máxima ligereza

Se trata de una actividad larga y bastante técnica, por lo que tuvimos que portar únicamente lo imprescindible para reducir el peso al máximo. Cómo dice Mikel: «Hay que coger lo imprescindible y a eso quitarle la mitad”.

Escalar en este estilo hace que la aventura sea aún más comprometida, ya que si falla solamente una cosa, has podido condenar la ascensión (sin mechero no enciendes el gas, si se te cae el gas no puedes fundir nieve y por lo tanto se acaba la comida y la bebida. Si pierdes el abrigo entras en hipotermia. Un saco, un guante, un crampón… Todo lo que llevamos nos es altamente imprescindible e irremplazable). Aún así, la mochila siempre parece pesar demasiado.

No había alma con vida a nuestro alrededor, en aquél inhóspito lugar lo único que nos ayudaba a no sentirnos tan solos era relacionarnos unos minutos con el mundo exterior durante las horas de descanso. Aprovechando que nos llegaba cobertura suficiente, actualizábamos las noticias de nuestra ascensión a los más allegados y revisábamos el parte meteorológico.


Encadenando en libre

*27 de Julio del 2020:

Segundo día en la pared. Puedo sentir las buenas vibraciones de este día en el ambiente. No existe nada mejor en el mundo que despertarse con un sol que acaricie tu piel para darte los buenos días, y más aún si estás haciendo alpinismo. De modo, que con ganas y energía jumareamos la cuerda fija para comenzar con el escudo.


Suena irónico que cuando llegamos a la parte técnicamente más difícil de la vía sea cuando nos podemos relajar y comenzamos a disfrutar de manera plena. Pero así de relativa es la vida, pues resulta que por fin nos encontrábamos en un lugar protegido de la caída de piedras y con una escalada que se desarrollaba sobre roca excelente, sin riesgo de roturas, desprendimientos u otros sucesos imprevisibles. Mikel comienza dándose el primer largo. Este lo gradúan de 6a. Aún así, nos lo damos cada uno con nuestra mochila y no resulta moco de pavo. 


Para el siguiente largo, ya me toca liderar la cordada. En las reseñas, a este le dan de entre 7a+ y 7b. Aquí poca tontería. Ya estamos hablando de otro nivel de exigencia, de modo, que según teníamos prevista la estrategia, juntamos todos los elementos pesados en una mochila (crampones, botas, cocina, comida, agua, piolets...) y usamos nuestra cuerda fina de 7,3mm como cuerda auxiliar para ya una vez arriba, izar la carga petateando la mochila con un microbloqueador. En la otra mochila juntamos el resto de cosas, las que hacían bulto como los sacos y abrigos. De la cuál se encargaba de subir el segundo de cordada. Esta mochila seguía siendo muy pesada para escalar con ella, pero era lo que había.


Me motivo y me pongo a escalar aquel gigantesco diedro, primero vertical y luego desplomado, que alcanzaba hasta donde me llegaba la vista. Meto buenos seguros y paro. Preveo e interpreto las secuencias más técnicas. No vacilo con los movimientos, sino que me limito a ejecutarlos uno detrás de otro y sin plantearme cómo habrán quedado emplazados los seguros ni cuánta distancia podrá haber entre ellos. Tengo muy claro que si quiero escalar de manera sólida y fluida no puedo permitir que mis pensamientos sean desviados hacia esos sumideros de poder. Necesito emplear mi máximo potencial, y en él no existe lugar para la duda o el miedo.


Por un momento me desvío de la vía embarcándome en un desplome con un gigantesco bloque que reposa en equilibrio. Me doy cuenta al agarrarme a él y sentir su temblor. Mikel se encontraba 20 metros más abajo en línea recta por debajo del bloque. Temo por él y consigo colocar un empotrador con el que asegurar mi bajada. Al recuperar la línea correcta me desato de la cuerda, tiro de ella para que salga del empotrador abandonado, y me la vuelvo a atar.

Recupero la linea correcta, que en ocasiones engaña y deja de ser tan evidente. Contemplo la opción de progresar en artificial cómodamente sobre buenos seguros utilizando una fisura que me pilla a desmano. Pero rechazo la oferta y me enfrento a la exposición de los seguros lejos pero pudiendo escalar los movimientos en libre. Por suerte, en los puntos más críticos encuentro agarres en los que me siento cómodo y consigo progresar sin sentir que me la estoy jugando. Solamente una sensación emocionante que nace de mi estómago profundo. Llego a la reunión y me siento feliz de haber resuelto el segundo de los séptimos. Todavía este reto es posible. Fijo la cuerda simple para que Mikel ascienda por ella, ya que progresar de esa manera nos llevaría menos tiempo y energía. Además, subir aquellos largos de segundo y escalando en libre con la mochila puesta era un planteamiento absurdo. Mientras tanto yo voy izando el petate pesado con la otra cuerda.


Mikel, generosamente me cedió el largo que le tocaba, el largo más duro de la víaY conociéndole bien, sé que lo hizo porque me vio muy motivado y capaz de encadenarlo, y no porque no le apeteciese meterse él, que lo hubiera hecho encantado. El 7b+ resultó ser un largo de diedro de 40 metros, con un ángulo bastante desplomado. En ocasiones con algo de humedad, pero nada que me entorpeciese la progresión de manera importante. Era un largo físico y mantenido, con canto grande y mediano. En aquella altura cada esfuerzo extra lo pagaba el doble de caro y tenía que tratar de optimizar mi escalada en cuanto a técnica se refierePuse mis mejores intenciones para llevar a cabo la lucha física y mental con la mejor de mis actitudes. El reto está aquí, y el momento es ahora. 

Progresaba con las dificultades propias de estar haciendo grandes esfuerzos a más de 4.000 metros, pero los seguros eran evidentes y se emplazaban con facilidad. Aún así me vi al límite en un par de ocasiones y tuve que saltarme unas cuantas opciones de protección dado que no podía pararme demasiado. Conseguía recuperar las fuerzas justas en tensos reposos activos, y bajo los ánimos de Mikel y echando el hígado por la boca, conseguí encadenar por completo los 40 metros del largoEstaba ofreciendo hasta la última gota de mi energía a la montaña, y mientras tanto mi sueño se hacía realidad.

Javi Guzmán en el largo duro de "Divina Providencia 7b+"

Continuamos escalando un largo tras otro. Las buenas sensaciones eran increíbles, y además estábamos disfrutando de un día tranquilo de escalada al sol. Aunque en la parte Norte del Mont Blanc se estaban dando rachas de hasta 70 Km/h, y la idea de que la dirección del viento pudiese cambiar siempre estaba presente.

El último largo duro pasaba por un techo de 7a+/b. Mikel no quería irse de allí sin haberse currado al menos uno de los séptimos y le dio un pegue increíble cargado de motivación. Ya lo tenía prácticamente hecho, estaba saliendo del techo y agarrando los cantos buenos cuando de repente perdió un pie y voló unos 7 metros al vacío. Fue una escena muy fanática. En ese largo y con el cansancio que llevaba acumulado, yo no me veía comopara encadenarlo con mochila de segundo, y a traición le enganché a Mikel las dos mochilas en la cuerda auxiliar para que las petateara. Mientras me preparaba para salir miré hacia arriba, y contemplé como un piolet daba vueltas descontrolado en el aire mientras se acercaba hacia mí cual proyectil. Me pasaría a menos de un metro bufando en su rozamiento con el aire. Al parecer se desenganchó de la mochila y hubo que conformarse con ver cómo se perdía en el vacío. Por suerte habíamos venido con tres, y no nos dificultó demasiado la vida, aunque sin duda lo hubiéramos agradecido para los tramos expuestos de hielo y mixto que aún quedaban por delante.

Me puse a escalar ligero aquél último largo duro, y a punto estuve de perder todas mis fuerzas en el techo intentando sacar un friend que se había quedado demasiado empotrado, no me quedó más remedio que abandonarlo asumiendo el coste, ya que prefería encadenar los últimos pasos duros de la vía. Cuando llegué a la reunión resultó que no nos faltaba ningún friend. Aquél del techo ya estaba abandonado cuando Mikel pasó por ahí. Nos reímos de la situación…



Dos largos más arriba volvimos a hacer reparto de pesos en las mochilas, nos pusimos botas y crampones, y escalamos en ensamble los siguientes 250 metros alejando los seguros sobre un terreno de 3° y 4° con zonas de mixtoEra una escalada de acción. Había que fluir y escalar rápido. Tras aquello, nos tocó hacer un cresteo empinado y con gran ambiente. El recorrido que aún faltaba hasta la cumbre parecía infinito.






Segundo vivac

Cuando avanzaba un poco más rápido de lo debido notaba cómo aumentaba súbitamente la fatiga, debíamos llevar un ritmo moderado y que pudiésemos mantener.

Ya solo nos quedaban unos 500 metros de desnivel sobre afiladas aristas y tramos empinados de hielo, pero aunque hiciésemos cima no llegaríamos aquel día a Chamonix. Además por aquellas horas la nieve estaba en un estado bastante malo y daban rachas de viento de más de 70 km/h en la cumbre, de manera que decidimos hacer un segundo vivac a 4.200 m, en una repisa muy buena ubicada en la última aguja de la travesía.


El termómetro marcaba -4°C, pero nos sentíamos fuertes y adaptados a las condiciones. Eran las 17h cuando paramos después de unas 10 horas de actividad non stop. El resto de la tarde lo invertimos tomando agua caliente, cous-cous y té para hidratarnos. Agotando así nuestra ración de emergencia y con ello nuestras últimas existencias de comida para esta aventura.

Desde aquella privilegiada posición, pudimos contemplar el espectáculo que suponía observar el atardecer sobre el Pilar del Freney.


*28 de Julio del 2020:

A la mañana siguiente Mikel tomó la iniciativa de la cordada. Teníamos un piolet bueno para escalar en hielo, que lo llevó él para tirar de primero. Yo le seguía recogiendo los pocos seguros que podíamos poner entre medias. Mi piolet ultraligero tenía una pegada muy mala y le costaba mucho entrar en el hielo, tenía que golpear con tanta fuerza que la sangre de mis nudillos atravesó el guante y fui dejando una marca roja por toda la arista. Prefería machacarme la mano antes de pensar en que el piolet pudiera quedar mal clavado en un lugar que no admitía errores.

La arista no era complicada, pero llevábamos tres días a buena altura en la montaña y el cansancio va haciendo mella, facilitando la pérdida de la concentración y dando pié a los errores. Bajo nosotros, un inmenso abismo hacía presencia para recordar que aún no podíamos relajarnos. -Mantente alerta y concéntrate en cada paso- Me decía.


Con mucho mimo hicimos los últimos metros.  A las 9 de la mañana llegamos a la cumbre del Mont Blanc (4.810m). Mi primera cima. El viento era terrible. Soplarían rachas de hasta 100Km/hora. En casi todo momento estuvimos encerrados entre la nubes tan espesas que a ratos no nos veíamos entre nosotros. No pudimos contemplar las vistas ni tan siquiera hablar. Asomar a la cumbre fue como haber abierto la puerta a un huracán. Se nos congelaba toda la ropa y no podíamos estar allí parados ni un momento. Mikel levantó el piolet al pasar por encima de la cumbre para indicarme que aquella era la cima. Le respondí levantando el mío pero no cesamos en nuestro ritmo y continuamos para comenzar con la bajada.


Ya había intentado esta montaña en otra ocasión por una de las vías más fáciles y me tuve que dar la vuelta porque la persona con la que iba se empezó a encontrar mal. De modo que sin duda se puede decir que me he estrenado por la puerta grande. El parte de la meteo nunca fue perfecto, no teníamos asegurado un tiempo excelente, pero decidimos arriesgar y esta vez salimos ganando.

A la hora siguiente ya estábamos en el refugio de Gouter. Y un rato más tarde nos juntamos todas las cordadas en Chamonix y celebramos el éxito múltiple de esta concentración.

Te sientes identificado con una personalidad y unos esquemas, hasta que un día comienzas a escalar. Entonces contemplas que cada montaña representa un reto único y diferente. Este escenario te enfrenta de cara con tus miedos para hacer fuertes tus virtudes. Te descubre el secreto de la perspectiva. Te demuestra quien puedes ser en función de cómo enfoques el reto y de la actitud con que decidas asumirlo. Te regala el poder de contemplar, de juzgar y de elegirY entonces bajas de allí arriba con otra visión de ti mismo, y por lo tanto del mundo…

Abrazando a mi compañero Bernat tras bajar de Divina Providencia

Javi Guzmán y Mikel Zabalza. Demacrados pero infinitamente satisfechos y felices



Javi Guzmán