Queríamos
iniciar la temporada del 2012 con una buena ruta por la Sierra de Guadarrama
hacia alguna cumbre congelada de las que veíamos desde Guadalix de la Sierra. Así que no pensamos en
otra mejor que Peñalara, la Montaña más alta de la comunidad de Madrid con
2.428 metros de altitud.
Salimos del
pueblo alrededor de las 8:30 de la mañana con unas mochilas de unos 11 o 12
kilos a la espalda y con bicicletas de piñón fijo. Comenzamos a dar pedales
desde Guadalix (800 metros) hacia Miraflores de la Sierra (900metros), donde llegamos
acalorados tras haber recorrido 8
kilómetros de pequeña subida.
Nos cruzamos
con un hombre que nos aconsejo dejar las bicis en un refugio que hay pasando el
puerto de la Morcuera y que se mantiene abierto por un hombre que trabaja allí que
nos podría aconsejar sobre el camino.
Empezamos el ascenso de Miraflores de la Sierra hacia el
puerto de la Morcuera (1.800 metros), la subida se nos hizo bastante dura al
llevar esa marcha fija y las pesadas mochilas cuesta arriba durante 9 kilómetros.
Por fin alcanzamos el Puerto.
Desde allí
pudimos contemplar lo que nos quedaba para llegar a la cumbre de la Montaña, y
viendo el camino del que nos habló el hombre de Miraflores nos olvidamos del
sitio entre árboles donde pensábamos dejar las bicis y marchamos cuesta abajo.
Enseguida, a
casi un kilometro, encontramos el refugio y vimos que estaba cerrado por todas
partes y que allí dentro no había nadie de modo que no pudimos dejar las bicis.
Un poco mas abajo entramos en una pista que
parecía dirigirse camino a nuestro destino, seguimos por la pista y un hombre
nos dijo la desviación que debíamos tomar para no acabar en Rascafría y llegar los más directamente posible a nuestra montaña.Tomamos la desviación y llegamos a un monte libre sin caminos (era el sitio que buscábamos para
empezar la marcha a pie) así que dejamos las bicis bien escondidas entre la
montaña Asómate de Hoyos y Peñalara.

Empezamos
a descender a pie por ese monte de subestimado tamaño, nos adentramos en un denso bosque de pinos,
pisando así ya el parque natural de Peñalara. Tras el descenso vimos 3 o 4
corzos que se cruzaban por delante corriendo sigilosos a unos 30 metros de
nuestra posición. Al final de la bajada encontramos un río que debíamos cruzar,
pero no encontramos un buen sitio y no nos podíamos arriesgar a mojarnos porque
pasaríamos la noche allí, de modo que colocamos unos troncos entre orilla y
orilla de manera segura para no caer al agua con el peso de las mochilas.
Inmediatamente
después de cruzar el río encontramos un camino que era tan largo como bonito.
Una vez
encontrado un buen terreno por el que andar y habiendo salido del bosque por el
que se te hacían costosos y pesados los pasos, nuestra prioridad era llegar al Puerto de Cotos,
ya que es la entrada para dar comienzo a la subida de la montaña. No podría
decir bien cuantos kilómetros eran de recorrido pero el camino se nos hizo
eterno.
Nos iban
a dar las 6, y en invierno anochece solo algo más tarde, así que nos convenía
apalancarnos ya en algún sitio y montar el campamento con tiempo y luz, de
manera que avanzamos hacia lo alto, dirección Peñalara y encontramos un terreno
aceptablemente llano para dormir y espacioso para estar cómodos. Limpiamos la
zona y colocamos el corta-vientos. Las vistas del salvaje y verde bosque de más de 700Km cuadrados eran espectaculares desde nuestra zona de
asentamiento.
Notábamos poco a poco como se iban dejando ver las estrellas de sobre nuestras cabezas mientras nos calentábamos y
preparábamos la cena. Anocheció y cenamos mientras recordábamos rutas y cosas que nos habían
pasado en la montaña entre otras historias. Se escuchaba el movimiento de las
hojas de los árboles al rozarlas el viento y se oían los búhos a lo lejos,
estábamos bien acogidos por el bosque y con el estómago lleno, nos
fuimos al saco sobre las 10 de la noche.
Fue una
buena noche y bastante calentita en nuestro refugio, no sentimos frío por la
suerte de que justo ese día no había helado por la noche.
*Día 8 de
Enero del 2012:
Nos despertamos a las 8 y desayunamos, después de
esto recogimos todo y guardamos toda la basura en una bolsa. Alrededor de las
9:30 comenzamos la marcha hacia arriba en la que encontramos una carretera que
llevaba al Puerto de Cotos y siguiéndola intentamos hacer autoestop pero ningún
coche nos recogió así que anduvimos unos 6 kilómetros hasta llegar al puerto
(1.800 metros)
Una vez en
el Puerto, nos dirigimos al puesto de información donde nos dieron un mapa de
rutas y otro de escaladas, nos dijéron que no descendiéramos por la cara norte
de la montaña porque el hielo estaba peligroso y se había matado una persona,
así que empezamos con el ataque final para coronar la cima de esa montaña que
nunca habíamos intentado.
Subiendo
se veía un inmenso paisaje y cerca nuestra caballos aparentemente salvajes.
El camino
nos llevó hasta el pico Hermana Menor (2.271 metros) donde empezamos a entrar
en el paisaje congelado dando los primeros pasos sobre la nieve.
Tras un
resbaladizo trayecto pasamos Hermana Mayor (2.280 metros) y por fin a las 12 de
la mañana llegamos a la cumbre (2.428 metros) contentos de haber conseguido de
esta manera una montaña mas de nuestra lista. Las vistas desde allí eran
increíbles.


Al rato y después de haber tomado un aperitivo, comenzamos el resbaladizo descenso hasta llegar rápidamente al puerto de
cotos y marchar por la carretera haciendo autoestop sin éxito hasta llegar al
kilómetro de la carretera por el que habíamos salido la misma mañana del bosque
para repetir nuestros pasos en camino de vuelta, así que pasamos por delante
del sitio en el que habíamos acampado camino abajo dentro del valle y
encontramos de nuevo ese interminable camino, las mochilas ya pesaban bastante menos pero llevábamos muchos
kilómetros encima y nos empezamos a notar cansados, fuimos pasando por puntos
de referencia que habíamos avistado para la vuelta, así que andábamos bien
encaminados, pero el cansancio jugaba malas pasadas y no estábamos
completamente seguros de ir bien, de modo que decidimos cruzar el rio y
comenzar bosque arriba.
Se nos hizo
duro y un poco desorientador pero llegamos a lo alto del monte ya con
visibilidad de la zona y dejando Peñalara bien atrás, asique casi seguros de
donde teníamos las bicis fuimos a recogerlas y no las encontramos, habíamos
dejado hitos y señas a 5 metros de ellas pero todo el terreno era igual y no
podíamos distinguir el sitio de las bicis del resto del paisaje. tratando de encontrarlas durante una hora, decidimos
abandonarlas porque eran las 6 y empezaba a meterse el sol entre las montañas
robándonos la luz, de modo que acabamos tan desorientados y agotados que no
sabíamos con seguridad cual era el camino de vuelta. Nos dirigimos a un
cortafuegos y lo seguimos, este pronto se cruzó con un camino con pinta de
apuntar a la Morcuera asique andamos por el camino ya hambrientos sin cobertura
en el móvil y cada vez con menos luz.
Pudimos ver
la velocidad a la que salía la luna, y ya andábamos con frio y dolor de pies
completamente de noche por ese camino en el que confiábamos…
Llegamos a un punto en el que vimos la desviación que habíamos
tomado la mañana del día anterior antes de
abandonar las bicis así que nos alegramos de ir por buen camino y tras un
puñado de kilómetros vemos a lo lejos el refugio y la cobertura apareció. Se
notaba como el frio llegaba bruscamente y nos congelaba las manos. Nos tuvimos
que poner toda la ropa que llevábamos para no pasar tanto frío.
Ya estábamos
a un kilómetro del Puerto de la Morcuera pero sin las bicis no había mucho que
hacer asique llamamos al padre de Cristian y nos tuvo que venir a recoger. Como
a los 25 minutos de la llamada vimos como los faros del coche alumbraron toda
la carretera y el coche se detenía ante nosotros. Al día siguiente,
quedamos a las 2:20 de la
tarde (despues del instituto) para subir a la Morcuera a recuperar las bicis y hacer el
descenso de 18 kilómetros que nos habíamos perdido.
Al día
siguiente, siguiendo los pasos que dimos dos días antes, llegamos hasta las
bicis directamente, y en media hora desde la Morcuera, ya habíamos
llegado a Guadalix, donde guardamos las mochilas y empezamos a hacer la cuenta
atrás para ver que no depararía el siguiente fin de semana.
Por: Cristian García y Javier Guzmán