viernes, 27 de marzo de 2020

"Corredor de la "Y" 700m, M5+", Norte del Vignemale


Luis Pastor en el tercer largo de la "Y" en la Norte del Vignemale














Esta historia comienza cuando leo un WhatsApp de Luispas: -De lunes a jueves al piri con Bolo, te animas?

Yo había estado faltando a dar clase en el rocódromo la semana de antes por escalar en Picos de Europa, y después lo había empalmado con otro viaje a Cuenca para escalar tres días mas. Y ahora Luispas me estaba proponiendo salir el lunes pronto. Con lo que yo tendría que preparar las cosas el domingo cuando llegara a casa para volver a salir de viaje a la mañana siguiente, lo cual no era ningún impedimento porque estoy acostumbrado a este ritmo de vida, pero sí me echaba un poco para atrás dejar desatendido el rocódromo otro día más de este mes. Así se lo expresaba a mi amigo.

Y entonces Luispas me mandó el croquis de la primera vía que se le había ocurrido que podríamos hacer en caso de darle una respuesta afirmativa.

Esta estrategia le resultó infalible. Cualquiera que me conozca sabe que tengo “0” resistencia que ofrecer ante la tentación de una montaña como dios manda. Además, en España no es que precisamente tengamos oportunidades de hacer alpinismo como para ir desperdiciándolas. Mis alumnos lo entenderían.
Como se puede apreciar, al ver el mensaje mi cerebro reaccionó en modo automático. Nos vamos de aventura…


*17 de Febrero del 2020:

Viajamos camino al Pirineo aragonés en la furgoneta del Bolo. Él, grandísimo y mítico alpinista, de la época en que los españoles comenzaban a realizar escaladas de dificultad y compromiso, alucina cuando ve Luispas y yo no llevemos planificación alguna ni tan siquiera la más mínima idea sobre lo que queremos hacer en este viaje a parte de la evidencia de escalar. Tan solo hemos mirado por encima algunos croquis, con la idea de ir elaborando el plan de camino. El Bolo, al observar nuestro modus operandi, y conociendo nuestro altísimo índice de éxitos como cordada (de prácticamente el 100%), se cuestione su sistema de creencias fundamentado en llevar matizada la actividad al máximo posible con todo tipo de detalle logístico. Esa manera de hacer actividad me parece muy lógica, pero en mi opinión es apostarlo todo a una carta, y ahí entra más en juego la suerte. Sin embargo, creo que dependiendo de para qué, llevar un plan flexible que deje todas las puertas abiertas puede ser un acierto, pues se logra mantener la capacidad de adaptación frente a las circunstancias que se puedan dar. Por lo tanto, trazamos el plan a última hora, con las últimas actualizaciones meteorológicas, observando las piadas más recientes, y sin la presión de sentir la necesidad por realizar una actividad a la que tanto esfuerzo le has invertido de planificación.

Mientras el Bolo conducía, Luispas y yo íbamos recopilando información, consultando: foros, blogs, páginas de facebook sobre condiciones invernales, amigos que habían escalado recientemente, grupos de whatsapp…
Llegado un momento, a Luispas le llega un vídeo de un francés que cinco días atrás había escalado el "corredor de la “Y” 700m, M5"en la norte del Vignemal 3.298m. Me lo enseña y no puedo evitar imaginarme en aquella excelente pared, golpeando con mis piolets el mismo delicado hielo que se apreciaba en el vídeo y dándome aquellos pasos mixtos que la cámara transmitía de manera tan espectacular. -Chicos… tenemos plan!!

Decidida la montaña, comenzamos con la logística. Hay que llegar hasta Francia, de modo que para no hacer un viaje demasiado largo, pasaremos la noche de antes en Jaca, aprovechando así para hacer compra de los víveres necesarios ya que en el refugio no nos cogían el teléfono y parecía encontrarse sin guardar. Allí arriba solo tendremos lo que queramos portear en nuestra mochila.


*18 de Febrero del 2020:

Nos levantamos prontito, y Kramer, nuestro amigo y compañero de trabajo del GERA de Luispas y Bolo, junto con su pareja nos invitan a un desayuno que fue verdaderamente épico. Para mí fue una auténtica maravilla comenzar el día con tal cantidad y variedad de alimentos ricos para desayunar. Mil gracias chicos!!

Después de ultimar compras cogemos la furgoneta para ponernos rumbo a Francia. En el GPS marcamos el punto más lejano al que el coche podía acceder (Parking du Puntas) a 3 horas 30´de viaje, pasado el pueblo de “La Raillère”.

Durante el viaje de este segundo día, salen unos temas de conversación que no dejaron desperdicio alguno. A veces un buen tema de conversación puede resultar tan divertido o trascendental como una gran escalda. Tiene sus ventajas juntarse con gente más curtida y experimentada. Por suerte, desde que tengo 15 años me he podido mezclar con amigos que en la mayoría de los casos me sacaban unos 18 años de media, lo que me ayudó a tener un maduramiento precoz en varios aspectos. Pero principalmente, esto me ha dado la oportunidad de realizar actividades que hubieran estado completamente fuera de mi alcance en aquellas tempranas edades.

Al llegar al parking hacemos la mochila meticulosamente y con cuidado de no olvidarnos nada imprescindible. Comemos una buena porción de empanada cada uno y algún minuto pasado las 17:00 comenzamos con la aproximación.


El ambiente resultaba bastante frío, pero pudimos hacer un buen tramo del camino en zapatillas de trekking antes de que las condiciones de nieve y hielo nos obligaran a calzarnos las botas rígidas. Para no cargar con las zapatillas, las dejamos escondidas en una cueva formada entre las piedras de un punto característico.


Cada vez más grande, nuestra montaña comienza a dejarse ver. El paisaje va volviéndose más desértico y alpino a medida que ganamos metros de desnivel.
En un último llaneo que resultó ser más largo de lo que aparentaba, apareció una espesa niebla que por momentos reducía la visibilidad hasta el punto de no ver a más distancia de 50 metros. 


Después de casi 3 horitas caminando desde el parking llegamos al refugio Oulettes de Gaube, a los pies del gigante.

Cuando entramos en el refugio, nos encontramos con un par de cordadas. La primera formada por dos catalanes que tenían la intención de escalar la misma ruta que nosotros, y la segunda por dos franceses que dudaban entre esta misma vía o el famoso corredor Gaube. Los franceses, como iban a escalar dos días, supongo que decidieron reservarse la “Y” para el segundo día en vistas de que tanta gente quisiera subir.

El Bolo claramente y sin rodeos dijo a los catalanes: -pues vamos detrás vuestra, que habéis llegado antes, ¿a qué hora os levantáis?

Y como hablando se entienden las cosas, decidimos poner el despertados a las 4:15, una hora más tarde que nuestros compañeros.

Mientras cenábamos gustosamente en el pequeño comedor libre que queda abierto mientras el refugio permanece cerrado durante el invierno, aparecen dos franceses más, y se sientan al lado de sus compatriotas a cenar. Les escuchamos decir que ellos también quieren escalar la misma vía que todos nosotros. Pero no hacen el menor esfuerzo por preguntarnos ni tan siquiera por tener un contacto. Nos vamos a la cama que hay que levantarse temprano.

En estos años me he ido dando cuenta de que de pequeño no es que odiase madrugar, lo que no me gustaba era hacerlo por una causa aburrida o espiritualmente poco productiva como la que me resultaba ser ir al colegio. Sin embargo, para hacer sueños realidad es un placer levantarme y ser el primero en ver el mundo cuando aún este continúa parado en el sueño.


*19 de Febrero del 2020:

04:15am. Apago la alarma del móvil y me levanto movido por la ilusión que me hace desayunar, ya que la comida podría ser fácilmente la segunda de mis motivaciones.

Antes de nada necesito mear. Abro la puerta del refugio y salgo al invierno que fuera está tomando presencia. Cuando llevo la mirada a Vignemale me sorprenden dos parejas de luces de frontal bien distanciadas entre ellas. Se ve que los franceses tenían fichados los horarios de los demás y estos se habían levantado todavía mas pronto que los catalanes. Lo que debería de haber sido sobre las 02:30 como tarde. Pienso que no van a poder disfrutar de las vistas escalándolo todo a oscuras.

Mientras observo la situación pierdo poco a poco el calor corporal mientras vacío la vejiga. No le doy importancia a las dos cordadas que tenemos por delante. Si han comenzado a escalar tan pronto será por que tienen nivel para resolver la ruta rápido y sin problemas. Me vuelvo para a dentro para desayunar.

Tras disfrutar de la primera comida del día nos preparamos para salir. El Bolo es el primero en estar listo, y bajo el argumento de que es más lento sale de refugio para ir ganando metros. Yo me lo tomo con más calma. Luispas sale el siguiente, y yo a los pocos minutos.

El primer tramo es bastante llano y ligeramente cuesta arriba. Aquí las distancias nunca son lo que parecen pero aún así siempre me dejo engañar. Tener en frente una pared vertical de casi 1.000 metros y sin referencias cercanas con las que poder construirte un croquis mental de las dimensiones objetivas, hace que el espacio del paisaje encoja a nivel de efecto óptico, y a causa de esto luego te ves sorprendido por las distancias una vez recorridas.

En cuanto el glaciar empieza a empinar alcanzo a Bolo y Luisoas. Está todo muy oscuro y nos orientamos con las huellas que encontramos y con un poco de intuición.

Mientras subimos aquellas infinitas rampas me llegan recuerdos.

La primera y última vez que estuve en esta montaña fue hace 8 años (tenía 16). Vine con Cristian y Juanjo, (esta segunda persona fue de los primeros adultos que confió en nosotros apoyándonos en todas nuestras ilusiones y llevándonos de viaje, siempre de manera altruista, por mil lugares de la geografía peninsular. Fue el causante en gran medida del desarrollo de mi instinto de aventura. Pues con su propia forma de ser, consiguió transmitirnos a Cristian y a mí, pura pasión y amor por esta forma de vida). Esta montaña, estuvo a punto de ser para nosotros, la primera en coronar que superaba los 3.000 metros. Entramos eso sí, por la vertiente española. Era una ruta sin pasajes técnicos pero que aún así nos encantó porque ello conllevó atravesar nuestro primer glaciar y además empleando técnicas de crampones y piolet. A unos 200 metros de la cumbre se estropeó el tiempo y tuvimos que darnos la vuelta. Desde entonces he tenido una cuenta pendiente con esta montaña. Aquel fue mi primer viaje a Pirineos, y guardo unos recuerdos increíbles de aquella experiencia. Por todo eso, el Vignemal es una montaña muy especial para mí.

La vertiente norte de esta gran mole impresiona a cualquiera, y por el simple hecho de subir en invierno, ya sea la ruta que sea, podría suponer un reto para cualquiera. Me siento feliz de verme aquí nuevamente después de un puñado de años y poder comprobar como el tiempo transcurrido no ha caído en saco roto, si no que ha pasado a favor, pudiendo desarrollar las habilidades que requiere una escalada como la de la “Y” en este caso.

Llegamos a la rimaya, la cual vemos bastante abierta y difícil de flanquear. Pocos días antes, Rubén San Martín, compañero mío de Equipo Español de Alpinismo, había intentado desesperadamente pasar por aquí hasta el punto de llegar incluso a caerse. No pudieron superar este primer obstáculo (que entonces se encontraba en peores condiciones) y tuvieron que darse la vuelta.
Por encima de la grieta se erguía un buen desplome de nieve a penas consistente en algún punto.
Luispas, ya atado a la cuerda me dice que lo ve imposible, pero se me ocurre subirme al punto más alto posible de la cresta de nieve que nos sustentaba y desde ahí empujarle del culo y luego de los gemelos. Así consiguió pasar. A los 8 metros se tensa el nudo del Bolo y sale. Yo le ayudo del mismo modo. Y por último llega mi turno. El Bolo desde otros 8 metros más arriba me tensa la cuerda como puede y me ayuda a pasar. Desde aquí avanzamos en ensamble más de 300 metros por una pala de nieve a 60 grados de inclinación. Llegados al desvío, y el Bolo nos paró para preguntar si estábamos seguros de continuar por la vía que llevaba escaladores encima, ya que nos exponíamos a posibles desprendimientos de hielo y piedras. En aquel momento aún disponíamos de opción de continuar por el Gaube, que se hallaba vacío. El Bolo nos dejó a Luispas y a mí la toma de decisión, pues él había dejado desde el principio del viaje muy clara su intención por no participar escalando de primero ninguno de los largos técnicos. Él venía a disfrutar y a escalar sin presiones aprovechando el rebufo de dos motivados como Luispas y yo.
Sin pensárnoslo mucho decidimos continuar con el plan inicial esperando no penar demasiado con aquello de ser un blanco fácil para la caída de piedras o hielo. Llegamos a al comienzo de la parte técnica de la vía, y tal y como teníamos hablado Luispas se prepara para ser el primero.

Comienza a pelearse con el primer largo mientras Bolo le asegura y yo destrepo unos metros para hacer de vientre incómodamente. 

Cuando termina, recoge las cuerdas y Bolo y yo salimos detrás. El rato que nos había llevado desde llegar al pié de la parte técnica del goulotte hasta comenzar con la escalada, nos había dejado muy fríos a Bolo y a mí. Teníamos unos cuantos grados negativos en el termómetro y como suele ocurrir en el primer largo, se me congelaron las manos hasta el punto de quedarme completamente sin sensibilidad. Aguanté para encadenar el largo sin colgarme y sin paradas, pero aquella tontería me pasó factura. Cuando llegué a la reunión me tiré 5 minutos con un terrible dolor en las manos que casi me hizo llorar. Tal era el dolor que no soportaba ni las palabras que me dirigían mis compañeros. Es un hecho que cuanto más aguantas la congelación sin parar a calentarte, con mayor fuerza remeterá esto contra ti cuando se recalienten las manos. Además de por el dolor, es una faena por las reservas de energía que el cuerpo consume para una actuación así. No conviene permitir que pase. El Bolo se debió gestionar mejor y no le vimos sufrir de manos en toda la vía.

Este primer largo pareció un aviso de lo que sería la vía, con bastante verticalidad, combinación de protecciones decentes en roca y regulares en hielo, y tramos delicados con el grosor a penas justito para progresar con relativa seguridad. Y la reunión, lejos de ser una maravilla me pareció una castaña y encima muy difícil de reforzar…

Al siguiente largo se lo veía un trámite, una campa de nieve larga y fácil con una zona final de cascada más vertical. Y así resultó ser.
La vía era intuitiva y transcurría por una goulotte encajonada en la que era prácticamente imposible perderse. Lo que nos vino muy bien porque no habíamos encontrado ningún croquis en internet. La información que manejábamos era únicamente la que nos había facilitado el video visto en el coche de camino a Pirineos. Solamente había que aprenderse de memoria cuales eran los 5 largos técnicos para cambiar el primero de cordada cuando correspondiese. El Largo más duro parecía el “L5”. Un desplome mixto de M5+ que tras ver en el vídeo, Luispas prefirió que me lo diese yo, de modo que repartimos los largos de manera en que Luispas hiciese los tres primeros y yo los 2 últimos.

Siempre, cuando me tocan los largos duros (que suelen ser muchas veces), en vez de ponerme en la actitud del miedo o similares, pienso que al hacer los tramos más difíciles de las vías, aprenderé más, disfrutando de una experiencia que me hará más fuerte.
Con el tiempo he aprendido a no dejarme condicionar por una expectativa proyectada al futuro que me pueda generar estrés en el presente. Simplemente, trato de vivir el ahora de forma consciente, de manera que así cuando me tope cara a cara con el reto, este me será revelado en su magnitud real, sin turbios trasfondos ilusorios, fruto de mis miedos inconscientes proyectados antes de tiempo. De esta manera se puede evitar lastrar la lucha desde casa, a causa de una idea preconcebida que tiende a debilitar a uno mismo desde el momento en que la originas.

….

El tercer largo tenía un aspecto un tanto terrorífico. Discurría encajonado por una chimenea, con las opciones justas para proteger y secuencias delicadas. Este largo fue sin duda el que más tiempo llevo. Además de tener una verticalidad considerable, requería habilidad a la hora de golpear la fina capa de hielo que aún quedaba pegado en la pared. Este largo tenía pinta de no admitir que pasaran muchos más escaladores porque se encontraba bastante justo de condiciones. Por suerte, la mayor parte del largo admitía emplazamientos en la roca. Cuando Bolo y yo subimos de segundo notábamos muy incómoda la mochila, rozándose con la pared de detrás y apretándonos entre esta y el hielo. Aún así un precio justo a pagar a cambio de llevar una cuerda tensa por encima.


Cuando llego a la reunión me doy cuenta de que Luispas había empalmado dos largos, dándose uno más de lo que le correspondía. La verdad fue que no me importó. Ante nosotros ya se descubría el desplome de mixto y supuesto largo clave de la vía.

Me pongo todo el material y salgo a por él. Después de una campa larga de nieve entro en una sección de excelente hielo. Para mi sorpresa, se podía proteger perfectamente con tornillos largos. Al parecer el grosor del hielo aquí era mucho más profundo que en el resto de la vía.
Me disponía a comenzar la travesía lateral cuando el Bolo me llama la atención para avisarme de que a Luispas le ha golpeado en la pierna un buen trozo de hielo que he tirado y que le duele mucho, que en cuanto pueda monte reunión y ya veremos después lo que pasa.
Luispas más tarde me contó que un buen trozo de hielo le fue a parar al muslo de la pierda derecha y el dolor se le radió por el resto del cuerpo cortándole la respiración. Comprendí la preocupación del Bolo, porque sonaba a algo serio. El Bolo, como buen profesional del rescate, en cuestión de segundos ya tenía trazado el plan de abandono.
Yo, preocupado por Luispas continué escalando sin expectativa y de manera tranquila. Metí un friend a cañón y salí a un diedro de roca donde tuve que prescindir de los piolets. Con mucho cuidado colocaba los monopunta sobre las regletas más netas que encontraba mientras que con los guantes agarraba el filo de la pared para progresar en babaresa. Las cuerdas me rozaban un horror, haciendo que el peso extra me fatigase más de la cuenta. Llego a un resalte en el que observo hielo y por fin saco el piolet, lo clavo con fuerza por encima de mi cabeza y tras unos movimientos circenses con los pies, consigo salir de las dificultades. Unos pocos metros de campa más arriba monto una buena reunión y recojo cuerda con fuerza y confiando en que Bolo y Luispas pudieran subir.

Por suerte, ambas cuerdas corrían con regularidad. Y al rato ví como Luispas asomaba su cabeza por encima del resalte final. Cuando llega a la reunión me disculpo por haber hecho diana en él con aquel trozo de hielo del que ni me había dado cuenta de su desprendimiento. Él me cuenta que sus sensaciones habían sido muy intensas pero que se había quedado todo en una falsa alarma. Tras recuperarse del dolor se encontraba bien.
Al poco tiempo también aparecía el Bolo. Este contaba que aquel largo ya podría salir M6 apretado. Y le doy la razón.

Para llegar a cumbre encabecé un ensamble de otros 150 metros hasta compartir cima con la poderosa y amigable luz solar de las 13:40.
Luis Pastor, el Bolo y Javi Guzmán en la cumbre del Vignemale tras escalar el corredor de la "Y" 700m, M5+
Desde este lugar, las vistas me devolvieron a cuando tenía 16 años, pues aquella vez fue la última que visualicé esta imagen, una imagen que contribuyó en gran medida a mi enamoramiento por las montañas, que en el caso del Vignemale, siempre supe que volvería para cerrar el círculo que abrí aquel día. Me encuentro feliz, como todos los días, pero hoy en especial me siento satisfecho.

La bajada resultó larga y a ratos tediosa. Con empinadas rampas que obligaban a hacer sobre esfuerzos en las rodillas, pero al menos el paisaje servía de consuelo.

Rodeamos el macizo del Vignemale por la vertiente española hasta volver a entrar en la zona Francesa, esta vez bajo la luz del día y pudiendo disfrutar del espectáculo que supone caminarsintiéndose microscópico…


Llegamos al refugio y empleamos el tiempo justo para echar algo en el estómago, secar el material al sol y aflojarnos las botas. Y sin muchos más miramientos comenzamos con la bajada, dejando nuestro fantástico gigante tras nuestras huellas, para completar una actividad de 12 horas ininterrumpidas desde el primer paso de la jornada hasta el coche.

Siento algo de mágico en esta montaña. No puedo dejar de pararme para mirar atrás, como si de una llamada a mi espíritu se tratase. El magnetismo de este lugar se hace presente en cada rincón donde quieras mirar, y pese que hacía 8 años que no me dejaba caer por aquí, es una de esas montañas de las que no te puedes despedir con un adiós, si no más bien con un, hasta pronto.
Cara Norte del Vignemale 2.298m




martes, 24 de marzo de 2020

Invernal a Peña Santa de Castilla "Big Food 300m, IV+" Picos de Europa

*Día 9 de Febrero del 2020:

Me veo una vez más en mi coche, rumbo a nuevas montañas, sumergido en la ilusión que genera saber que vas a descubrir otros paisajes para escalar nuevas paredes. Por supuesto no voy solo, esta vez voy acompañado de Luispas y Antonio. Camino de hacer una actividad un tanto especial. Realizar una escalada de alpinismo invernal en Picos de Europa. Algo poco común en aquellos parajes, pues encontrar las condiciones específicas necesarias para poder hacer alpinismo en las sierras de Cantabria y Asturias es algo que se da uno de cada cuantos años. Allí el clima, rara vez permite que sobre sus montañas se formen paredes de hielo con la suficiente contundencia como para soportar los asedios de los alpinistas. Pero este año es distinto.

Para este primer día, a parte de las horas metidos en el coche, dedicamos otra más para aproximar hasta el refugio de Vegarredonda, que por estas fechas no se encuentra guardado, por lo que subimos comida para un par de días. Al menos había mantas y pudimos ahorrarnos el peso del saco.

Teníamos nuestras dudas Sobre si escalar en la estética y vertical Torre Santa María, a tres horas de camino y donde probablemente nos daría tiempo para hacer un par de vías (lo que significaba andar menos y escala más), idea que nos atraía bastante, o caminar durante 4 horas hasta Peña Santa de Castilla, prácticamente la montaña por excelencia de Picos de Europa, dejando el Urriellu a un lado.

A lo largo de este primer día nos encontramos con un par de cordadas locales que bajaban de escalar. De primera mano nos pudieron informar sobre las condiciones, avisándonos de que en Santa María estas andaban bastante justas pese a que en la semana anterior se habían podido escalar perfectamente. Al parecer había tramos con poco hielo y con alguna zona un tanto delicada en las vías que planteábamos hacer. Sin embargo, Peña Santa de Castilla se encuentra varios cientos de metros por encima y esto influye positivamente en las condiciones. Mantiene mucho mejor el estado del hielo y por tercera o cuarta vez nos comunican que allí no habrá problema alguno para escalar, algo en lo que coincidían todas las personas que nos habían asesorado.

Aunque nos dé pereza alargar el horario de la actividad con más horas de camino, y en un principio nos echaba un poco para atrás no conocer la supuesta “bajada tan difícil para la gente que sube por vez primera”, vemos esta como una oportunidad para escalar en estilo invernal esta mítica montaña, pues no sabemos cuando se volverá a presentar la oportunidad. Con su cumbre a 2.596m se convierte en el pico más alto del macizo occidental de Los Picos de Europa, perteneciente a la provincia de León.

Llevaba tiempo queriendo ascender esta montaña. La última vez que hice el amago de ir fue hace un par de veranos, y una horrorosa ola de calor que coincidió con el día de la aproximación nos echó para atrás. Esta vez se veía muy factible el intento.
Cenamos todo lo bien que pudimos, que para estár aquí arriba no estuvo mal. Pusimos el despertador para que sonara al rededor de las 04:00am, y tras un rato mágico y de interesantísima tertulia, envueltos por aquel magnético paisaje lunar y bajo los nítidos cielos estrellados que ofrece la sierra asturiana, decidimos acostarnos, sintiéndonos muy afortunados, para conciliar unas pocas horas de sueño.

*Día 10 de Febrero del 2020:

Nos levantamos sin pereza alguna, empatizando con profundas emociones de la infancia, con ese tímido nerviosismo que nace del estómago cuando te excita la idea de llevar acabo una travesura. Pero que en mi situación actual suele pasarme cuando me voy a enfrentar a algo que a mi instinto se le antoja como peligroso, aunque en este caso lo siento más bien como una impaciencia por comenzar con un día de diversión absoluta, en una nueva montaña, empleando un estilo especial para lo que se suele frecuentar en este lugar, y con buenos amigos.

Desayunamos rápidamente y damos los primeros pasos pasadas las 04:30 de la madrugada. Pronto comenzamos a pisar nieve y el camino se convierte en un laberinto de anárquicas rampas heladas. Ponemos crampones y comenzamos con los sudores cuando las pendientes son cuesta arriba.
Para ser un lugar nuevo y estar caminando en la noche nos orientamos bastante bien. Con facilidad cogemos referencias y avanzamos prácticamente de un tiro hacia nuestro destino.
Foto de Peña Santa de Castilla durante el camino de vuelta
En algo menos de 4 horas llegábamos a la pared con las primeras luces. Paramos justo en la rimaya y Antonio se prepara para hacer el primer largo.
Amanecer en la cara norte de Peña Santa de Castilla
Evaluando de un vistazo el monstruo helado, vemos que es muy posible hacer la vía “Big Food 300m, IV+, se encontraba plenamente formada, y ademas era un trazado directo y lógico, lo que siempre le aporta un atractivo extra a cualquier tipo de vía.

A Antonio le apetece comenzar. Se pone el material y comienza con la escalada sin tituveos. Desde abajo Luispas y yo le animamos para que empalme los dos primeros largos. Y así lo hace, metiéndose 60 metros del tirón. Antonio llevaba tiempo sin hacer este tipo de actividadad y se lo deja notar cuando observamos que no encontraba manera sólida de montar bien la reunión. Al final hubo que conformarse con un friend puesto a medias y un clavo metido hasta la mitad. Pero se lo perdonamos… 

El siguiente largo parecía el más técnico. Resultó ser una corta columna de hielo que chorreaba agua congelada por un tubo y que iba a parar a la altura del cuello, lo que animaba a pasar rápido por aquella sección. Luego continuaba por un pequeño resalte a salvar, seguido de una rampa helada a 60 grados. Este largo saldría en unos 50 metros y terminaba en una reunión de un puente de roca a reforzar con un friend.

Turno de Luispas. Su largo fue probablemente el más bonito, comenzando por una travesía fácil y larga para continuar por lo que sería un IV fácil pero con un hielo excelente.
Este largo cundió bastante y la cuerda se estaba terminando. Antonio gritó a Luispas que la cuerda se terminaba, y yo le expliqué que no era necesario decirle nada. -Cuando se acabe la cuerda salimos. Al ver la cara de preocupación de Antonio me entró la risa y le expliqué que salir en ensamble era una maniobra muy común. La verdad es que mis palabras no parecían relajarle mucho y a mí, como me suele pasar en estos casos, me entraba aún más la risa. La cuerda se acaba y nosotros ya preparados nos vemos obligados a salir en ensamble. Yo le tranquilizaba a Antonio, -No pasa nada, solo serán unos metros hasta que Luispas nos cante la reunión. Aún así mejor no te caigas jaja.


Efectivamente a los 10 metros de comenzar el largo ya estábamos asegurados a la reunión, y este largo lo disfrutamos cantidad.




Antonio me cede su largo y yo, muy agradecido acepto. Este último continuaba con la tónica de la ruta, sencillo y disfrutón, con algún resalte vertical y una campa final de nieve. A los 40 metros escalados pasé por un tramo de muy buen hielo que aproveché para instalar una microtraccion y así sacar en ensamble asegurado a mis compañeros hasta la cumbre.

Javi Guzman escalando "Big Food 300m, IV+" en la Norte de Peña Santa de Castilla
Luis Pastor, Antonio Consuegra y Javi Guzmán en la cumbre de Peña Santa de Castilla 2.596m


Con el croquis que llevábamos para la bajada nos orientamos más que suficiente, y no resultó ser tan difícil ni perdedera como nos habían dado a entender. Tal y como dice mi amigo Basi; si quieres saber como es algo realmente, que no te lo cuenten, descúbrelo por ti mismo.
Croquis de la bajada de Peña Santa de Castilla
Salvo por una triangulación que dejamos instalada con un clavo y un fisurero para no tener que destrepar sin necesidad un tramo de 60 metros, todos los demás rápeles estaban instalados a modo de clavos y puentes de roca hasta la base de la pared.

Una vez terminados los rápeles y tras un rato de bajada por la picante ladera, al fin llegamos a un terreno más cómodo para pararnos a meter material en la mochila y de paso hidratarnos y picar algo con vistas a nuestra atractiva y recién escalada cara norte.


Con otro pequeño sueño ya en el bolsillo, continuamos la marcha de vuelta. Al venir de noche, pasar por aquí fue asombroso, pero por el día seguía siendo igualmente espectacular. Una fuerte presencia se respira en el ambiente en forma de naturaleza de alta montaña. Este es uno de esos lugares que enamoran e invitan a volver infinitas veces. Un lugar donde la cumbre queda como un simple atractivo más, pues el auténtico interés reside en el sonido del silencio, la brisa fresca, la soledad, y la presencia del poder de la naturaleza en forma de escarpadas montañas.

Al llegar al refugio cumplimos 12 horas ininterrumpidas de actividad. Soltamos la mochila y aprovechando los escasos rallos de luz solar que aún quedaban, desplegamos todo el material por el suelo para que secara.

Nos encontramos tranquilos, con la satisfacción del trabajo bien hecho, y no tenemos prisa ni necesidad por bajar al coche. Haremos la cena y nos dedicaremos a disfrutar una noche más de este lugar. 
Al llegar la noche, el sonido que hacen nuestras voces al contar anécdotas se pierde entre los desérticos valles. Aquí a penas llega la cobertura, y lo disfrutamos fundiéndonos hasta cierto punto con lo ancestral. No saturar los sentidos con tecnología artificial abre una puerta que nos conecta con las sensaciones desde otra dimensión del cuerpo, te pone en contacto con el auténtico ser que habita en el interior, que por desgracia, cada vez se encuentra más hundido. Así, en estas breves líneas podría hacer una descripción muy resumida de cómo me hace sentir este lugar y porqué cuando paso el verano entero aquí trabajando de guía de escalada, siento esa época como la más feliz del año.

Así concluye otra bonita historia de amor entre la montaña y el hombre. Cerrando un cuento es como se abre el siguiente.

domingo, 22 de marzo de 2020

Sector Lizara, Bozo de Ventera 2457m (Nuevas aperturas Pirenaicas)

*Día 29 de Enero del 2020:

Toca pasar una semana con el equipo, que ahora mismo se encuentra un poco dispersado. Nil y Ander, por fortuna acaban de aprobar las oposiciones para bomberos y por motivos varios no pueden permitirse esta salida, Mikel Inoriza está trabajando a tope en la estación de esquí de Formigal, y en mi caso, he faltado el primer par de días porque me encontraba griposo y quería asegurarme de llegar en el mejor estado posible a la concentración.

Nuestro campo base para los días que siguenserá el refugio de Lizara. un refugio de montaña acogedor, con muy buen servicio, y ubicado en un entorno de fantasía,a 1.540 m de altitud en el término municipal de Aragüés del Puerto, en el Valle de Aragüés-Jasa (Parque natural de los Valles Occidentales), en la comarca de Jacetania, a los pies de la cumbre del Bisaurín.
Refugio de Lizara
Como de normal, salgo con mi coche desde Madrid pasado el mediodía, y justo con el ocaso llego al el primero parking de este lugar encantado.

Mas tarde llega Mikel Zabalza seguido de Ruben y Bernat.

Este ha sido un invierno que para hacer alpinismo en los Pirineos no ha estado nada mal. Se han podido realizar muchas actividades y aún se pude rascar un poco más. Y el motivo de que estemos aquí es porque días atrás, Mikel visualizó una pared virgen en la que pudo abrir junto con Alvaro Lafuente, los dos primeros largos de una nueva vía.

Durante la cena, hablamos de nuestro objetivo; Abrir vías. Ruben y Bernat han la continuación de la vía que Mikel y Álvaro dejarona medias, y Mikel y yo nos meteremos a abrir una linea más a la derecha de esta. Después de hablar sobre el plan para el día siguiente y hacer las cordadas, dejamos las mochilas bien preparadas a tope de material para lo que nos pudiera aparecer.

*Día30de Enero del 2020:

Bien prontito desayunamos y salimos del refugio casi con la necesidad de encender las frontales.

Este lugar recién descubierto para la escalada mixta, está ubicado en el circo norte del Olibon, y no es de extrañar que haya pasado desapercibido tanto tiempo, pues requiere además de unas condiciones de temperaturasmuy bajas,una logística nada cómoda, con una larga aproximaciónenesquís desde casi el refugio hasta una ultima pala bastanteempinada, donde estosson abandonados para continuar a pie hundiéndonosen la nieveyllevándonos un buen calentón final para llegar a la base de la pared. Todo esto en el transcurso de tres horitas.

Según llegamos al sector, Bernat y Rubén se ponen manos a la obra con la vía Aitx, aún sin terminar. Por el lado derecho, Mikel y yo nos metemos para abrir una nueva vía por la debilidad más evidente de la pared. 

Me tocó a mí el primer largo, que resultó ser más difícil de lo que Mikel se esperaba cuando la fichó. Al principio la vía discurría por un diedro desplomado pero fisurado, con aspecto sólido, pero aún así algún que otro canto se me iba rompiendo.

Pronto este primer largo pasó a dejar la fisura atrás para convertirse en un gran desplome de canto. Tiraba para atrás mucho más de lo que parecía en un principio. Lo notaba sobretodo en los brazos. Lo que más me costó de este largo fue conseguir entrar en calor, pues estábamos con temperaturas negativas escalando en orientación norte y los dedos se me quedaron completamente congelados e insensibles en cuestión de segundos.
Al principio se intuían muchas posibilidades de ascenso, pero a medida que ascendía, estas se iban reduciendo y me fui viendo obligado a dejarme llevar plenamente por la pared. Además habíamos renunciado a llevar taladro, y con ello la opción de forzar a nuestro antojo, lo que hizo imprescindible dejarse llevar en función de la calidad de las protecciones naturales que conseguía emplazar. 

Desde la mitad del largo, la escalada se me empezó a hacer dura. Hasta ahí pude ir abriendo la vía en libre y a vista. Agradecí mucho el haberme subido mis pies de gato, pues era una duda que teníamos sobre el peso de qué meter en la mochila, pero terminó siendo un rotundo acierto.
Me pareció que podía haber hecho pasos obligados en libre de hasta 7a. Es casi todo momento protegido con friends, pero también pude meter un buen par de puentes de roca que dejamos instalados para marcar el trazado de la vía. Al ser esta tan desplomada no sentí miedo en la apertura, me sentía protegido por un limpio y elegante vuelo al vacío en caso de caída.
Para los últimos metros tuve que emplear técnicas de artificial. Aquel último tramos parecía bastante duro para pasar en libre y en los últimos metros además de que la roca estaba mojada, había un chupón de hielo del que prácticamente me vi obligado a progresar en artificial metiéndole un tornillo para después montarme por encima usando el piolet.

No parecía tener un lugar ni demasiado cómodo ni demasiado obvio donde montar reunión, así que tarde un rato, con lo que pude triangular un tornillo del hielo, dos friends pequeños y un fisurero también pequeño. Recuperé mis botas de esquí cramponadas por el cordino auxiliar y me las puse en aquella reunión volada. Mientras Mikel estaba escalando encontré un puente de roca perfecto para usarlo como un punto solido en la reunión.



Cuando Mikel llegó a la reunión, me dio la enhorabuena por el curro que me había pegado en el largo, le pareció duro. Y sin muchas miraciones se puso manos a la obra con el siguiente largo.

Su largo resultó ser también una joya de 30 metros. Una goulotte preciosa con varios pasos a 90 grados y algún tramo delicado con hielo fino, pero con la seguridad que te ofrece, al menos psicológicamente, una escalada encajonada en chimenea.


Una vez en esta segunda reunión, se apreciaba una campa de nieve que no llegaría ni a 60 grados, con un par de resaltes fáciles. Escalamos sus 60 metros hasta casi el collado donde ya se podría hacer el cresteo hasta la cumbre. Pero el tiempo estaba tan desagradable que en esta ocasión no nos merecía la pena.


Montamos un rapel de dos clavos y rapelamos hasta la “R2”, donde también pudimos montar otro rapel de un clavo triangulado con un fisurero para terminar de bajar los 60 metros que quedaban. Al rapelar por este último, pudimos contemplar el auténtico ángulo de desplome del primer largo, que era sorprendente. Llamamos a nuestra vía “Olga 110m, 7a/A2+, 90 (7c?)”

Mientras tanto, Rubén y Bernat, Pudieron terminar de abrir la vía paralela, llegando a los rápeles que habíamos equipado y pudiendo bajar por nuestra propia línea.

Ellos tuvieron más dificultades para pasar de las que Mikel y Alvaro tuvieron sías antes, porque en esta ocasión había menos hielo pegado en la pared y esto les había obligado a escalar más lentos y estresados. Finalmente esta vía se quedó como “Aitz WI5+/6, M7/A2”


Para la vuelta al refugio ya echaríamos una hora larga. 

*Día 31 de Enero del 2020:

Berni tiene una pequeña lesión en la pierna y el equipo queda reducido a Rubén, Mikel y yo. Pero también el material a portear.
La logística que empleamos es prácticamente la misma. Volvemos a salir temprano.
Ya desde lejos, contemplamos que la pared está más mojada, las temperaturas han subido, parte del hielo se está cayendo, y nuestras opciones de apertura se ven reducidas.

A Rubén le motiva abrir el primer largo de lo que parece ser una interesante y potente vía de Mixto. Me pongo a asegurar y Ruben a darlo todo. La primera parte se sentía tensa. Después de unos cuantos metros coloca un par de cacharros desde una repisa para comenzar por un desplome muy físico y algo delicado de proteger. Para mayor inri, el chupón al que se veía obligado a utilizar con su pie derecho tenía un aspecto delicado, y yo desde abajo, asegurando a una distancia que consideraba prudente, aún así no tenía ningunas ganas de que eso cayera.
A Rubén se le ve apretar. Hay un tramo que tiene que hacerlo como metido en una grieta y arrastrándose por ella semiflexionado en travesía a la izquierda, se le ve realmente incómodo (de ahí el nombre de la postura de yoga “Txaturanga”). Cuando consiguió salir le quedaban unos pasos duros y en desplome sobre romos que no permitían relajación alguna de la fatiga acumulada. Y por fin unos últimos cantos buenos para llegar a donde montaría reunión sobre un gran puente de roca. 
Se veía interesante continuar la vía por un diedro que tenía como segundo largo, pero este se encontraba en roca y empapado de agua.
Yo repetí la vía encadenando de segundo y Mikel también la intentó pero cayó un par de veces en los pasos más duros. Final mente dejamos este primer largo como Txaturanga, 25m, M8”

Y ya, como última vía del sector para abrir en esta salida, nos fijamos en que se le podía meter mano aún a la parte derecha. Y efectivamente sacamos la que quedará como la vía clásica del sector. Una plancha de hielo disfrutona pero con sus resaltes (no fáciles del todo), por un trazado muy evidente y que ofrece la opción de llegar a cumbre de este pico “Bozo de Vernera 2.457m”. Además aprovecha los rápeles que dejamos instalados para las vías de la izquierda. Esta vía se quedó como “Txaro 100m. 80/85R”


Ruben San Martín, Mikel Zabalza y Javi Guzmán tras la apertura de"Txaro" Cumbre de Bozo de Vernera 2457m.
Finalmente este sector se quedó con el nombre de “sector Lizara” debido al afecto que tiene Mikel por este refugio y sus gentes que tan bien le han acogido y cuidado siempre.
Sector Lizara, abierto por el Equipo Español de Alpinismo durante la concentración de Enero del 2020
Y de aquí nos vamos con muy buen sabor de boca por haber dejado una pequeña aportación al alpinismo pirenaico, pero una aportación de esas que no dejan huella alterando el medio, pues logramos llevar a cabo toda nuestra actividad en el más puro estilo, sin haber emplazado un solo seguro expansivo ni taladrado la roca.

Al día siguiente, dado que las temperaturas habían subido tanto y las condiciones para hacer actividad alpina se habían terminado de estropear, no tuvimos más remedio que echar la mañana haciendo Dry tooling. Por distintas razones todo el mundo ya se iba para su casa, pero yo no entraba a currar hasta hasta el martes y aún no había exprimido toda la motivación.

*Día 1 de Febrero del 2020:

Por suerte pude quedar con Saúl para escalar al día siguiente en Riglos, que me pillaba de camino y a él también le venía bien. Tenía bastantes ganas de agarrar la cómoda y agradable roca caliente, pero tampoco quería el confort absoluto, de manera que nos metimos en la vía “Popeye 250n, 7c” al mallo Visera, la vía deportiva más dura de Riglos.

Saúl se dio el primer largo, y me dejó el resto de la vía para que me la gozara. Me encadené sin problemas los largos de 7a+, 7b y 6c+. Pero cuando llevaba unos 40 metros de 7c, llegué a una sección con canto pequeño en la que no fui capaz de aguantar las manos cerradas. El paso era obligado, con el seguro debajo de los pies. Saúl estaba tan lejos y aquel largo desplomaba tanto que no teníamos contacto visual. Le grité que estuviera al loro a la par que me tuve que recordar a mí mismo que esa era la sensación que venía buscando. Evalué en décimas de segundo el riesgo, que era casi inexistente, y me motivé para, desde mi posición precaria, tirarme a por un canto más arriba. Estaba seguro al 99% de que me caería, pero caerse luchando es caerse con honor, y a eso no se le puede considerar menos que una victoria. Es así como los Vikingos entre otras culturas se ganaban el Valhalla. Volé 8 metros que se me hicieron cortos, pero felizmente por haberme enfrentado a aquel duro paso, dándolo todo sobre el vacío que ya me hacían los más de 200 metros escalados. Habiendo llegado al fallo muscular y al agotamiento extremo, terminé subiendo lo que me quedaba de largo arrastrándome como pude, pero feliz…


Esta misma tarde, mientras comíamos un bocadillo en el refugio de Riglos, apareció mi hermano y amigo del alma Rafa Gómez, que venía de haber estado en Peña Rueba con Marina.

Planteamos la idea de hacer alguna escalada más con el escaso tiempo que nos quedaba de luz. Me tomé un café y nos pusimos ha hacer material de nuevo. Saul no estaba muy convencido de la idea además de un poco cansado, pero le dimos un ultimatum y no se lo pensó,¡para arriba!
Nos metimos en la vía “Tucán ausente 300m, 7a” al Mallo Pisón.

Esta escalada estuvo muy divertida. Pasado el quinto largo se nos hizo de noche. El pobre Saúl iba ya reventado y teníamos que ir tirándole de la cuerda cual cliente. Por si no fuera poco, en un roce con la cuerda, se le cayó el frontal que llevaba en el casco, y mientras el gritaba pudimos ver como una luz caía dando vueltas y perdiéndose en el oscuro vacío. Los vecinos del pueblo que seguían desde abajo nuestra escalada debían de estar alucinando. Incluso se escuchaban sus risas y gritos de ánimo en la lejanía. 






Me tocó darme el penúltimo largo de 7a. Como a 15 metros de la reunión había una panza con una sección a bloque muy dura. Pero lo más duro era ver los cantos, ya que la luz del frontal creaba sombras entre las irregularidades de la roca. Después de buen rato tratando de encontrar el modo de subir, me tiré desesperado a por lo que podría haber sido un canto salvador, pero no lo era. Me pegué un vuelo nocturno y nos echamos unas risas. Al siguiente intento le pude salir por arriba. 
Saúl iba siempre escalando el segundo, así el tercero podía alumbrarle el camino desde abajo. Rafa se dio el largo que nos llevó a cumbre y finalmente nos juntamos en la cima.

La bajada fue muy rápida y fluida. Nos lo pasamos como enanos durante todo el día, sin excepciones. Ya en el pueblo un vecino que sale de su coche acelerado nos viene a dar la mano. Nos felicita por la actuación nocturna, y nos cuenta que le había enviado el grupo de vecinos a buscarnos para acudir a una fiesta que tenían montada.
Todo esto nos hacía mucha gracia pero tanto Saúl como yo nos volvíamos a casa en ese momento. Sin embargo, Rafa que no desperdicia oportunidad y se apunta siempre a un bombardeo prometió pasarse mas tarde.

Así cerraba la semana de Pirineos, toda una experiencia de contrastes, disfrutando de la montaña, y lo más importante, rodeado de buenos amigos. De modo que doy por concluida esta aventurilla nada menos que para poder iniciar la siguiente.