Esta
excursión fue algo especial, no sólo porque íbamos más amigos de lo común, sino
porque además, en esta salida nos acompañaron un par de novatos.
A las 9:30
estábamos preparados: Borja Onsurbe y Mikhail Yefimenko (los novatos), Alex
Fernandez, Cristian y Javi.
Empezamos a
andar por un fácil camino que atraviesa dehesas, cotos de caza y cruza ríos.
Las nubes
amenazadoramente cargadas, nos rodearon durante todo el trayecto.
En una hora ya habíamos llegado a Miraflores
de la Sierra, y sin meternos en el pueblo pasamos de largo y continuamos el
camino que se iba volviendo más verde y elevado. Se nos echó una lluvia encima pero tan rápido como llegó se fue.
A los 13
kilómetros andados nos topamos con la carretera que conecta Miraflores con
Bustarviejo y caminamos calle arriba hasta encontrar un parque dentro del
pueblo donde pudimos tomar un aperitivo.
Enseguida
retomamos la marcha, y en un instante ya estábamos al pie de la montaña.
Subimos por un continuo y estrecho camino lleno de maleza que teníamos que
estar apartando para abrir camino. Pronto dejamos los últimos pinos atrás y el
terreno se volvió más inclinado. La altura de la vegetación ya no superaba
nuestras rodillas. Salimos a un claro bien alto y ya pudimos contemplar nuestro
alrededor desde las alturas y andar más cómodamente.
Fijamos la
cima ahora, ya que se veía con claridad, y anduvimos hacia ella.
Las vistas
eran sencillamente espectaculares. Enseguida todos alcanzamos la cima,
consiguiendo así, en equipo, el Mondalindo (1.831m), siendo esta la primera de
las muchas montañas que Borja y Misha lograrán.
Comimos disfrutando
de las vistas merecidas después de haber andado ya 20 kilómetros.
Comenzamos
el descenso dirigiéndonos hacia el valle donde se encuentran las minas de
plata de Bustarviejo.
El valle por
el que descendimos hasta coger el camino era bastante más verde que el resto de
la seca montaña, con caminos estrechos de piedras sueltas.
Paramos a
ver un poco la zona de la mina de plata y seguimos el camino por el que habíamos
andado aquella misma mañana.
Tuvimos la
gran suerte de poder ver a unos 5 ciervos salir del bosque corriendo y cruzar
el camino, pasó en un abrir y cerrar de ojos, por lo que no pudimos hacer
ninguna foto.
El cansancio
ya se iba notando en las piernas y algunos andaban con molestas ampollas que
entorpecían y ralentizaban el paso.
Ya felices y
agotados llegamos a Guadalix habiendo andado así 40 kilómetros con el objetivo, de llegar todos sanos y salvos de la cumbre, cumplido.
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