Bueno, pues esta vez hemos salido unos cuantos días de Madrid y nos hemos adentrado en el corazón de Gredos: Galayos.
Llegamos a
las puertas de Galayos con un cielo que lentamente se iba apagando. Pasamos una
estupenda noche en este hotel de mil estrellas con la música que nos ofrecía el
cercano río y el movimiento de las hojas que el suave viento sugería…
Poco antes
de las 7:00 nos despiertan los primeros rayos de luz, es la hora de partir.
Después
de recoger el “dormitorio” y acabar de preparar las mochilas comenzamos la
marcha, que enseguida salimos del bosque para adentrarnos en un terreno
inhóspito vigilado por un largo camino de rocas y custodiado por enormes y
puntiagudas montañas…
Al son del
amanecer estábamos avanzando Juanjo, Cristian y Javi. El camino es
sorprendentemente cómodo.
Pasadas
unas dos horas y media ya nos hemos adentrado en un territorio nuevo para
nuestros ojos, dominado por imponentes agujas de granito que se alzan
amenazantes hasta el cielo.
Juanjo con
una cámara de vídeo sigue camino arriba, pero Cristian y Javi salen del sendero
para aproximarse al Torreón.
Llevamos en
mente el objetivo de escalar la cara sur del Torreón. Avanzamos hacia el pie de
vía por un camino de complicadas y comprometidas trepadas situadas en una gran grieta
que se emplea para acceder (o al menos eso creímos) a los pies del gigante.
Podíamos haber accedido por un camino mucho menos complicado pero así fueron
las cosas…
Ya
estamos, ahora es cuando comienza la acción, nos encordamos, estamos listos y
empezamos a disfrutar cuidadosamente de la gran aguja.
Unimos los
dos primeros largos convirtiéndolos en una primera trepada de unos 55 metros.
El principio de la vía tenía una roca algo descompuesta, pero nada importante…
es una vía bastante alpina, fácil y con una roca de buena calidad.
Como única
protección encontramos algunos clavos antiguos y pitones, pero los friends
entran bien en las fisuras. El entorno y la aventura nos hace sentirnos
enérgicos positivos y fuertes.
Los escasos
tres largos que nos dimos se podrían definir como sencillamente impresionantes.
En apenas algo más de una hora y media ya estamos haciendo equilibrio sobre la
cima.
Era una
cumbre como la que dibujan los niños pequeños sobre un papel cuando están en
pre escolares. Una pequeña superficie de medio metro por tres de largo ponía
los límites entre el cielo y la tierra, y allí arriba estábamos nosotros, nos
lo habíamos ganado, nos rodeaba un abismo por las cuatro caras del Torreón.
Con gran
delicadeza nos pusimos de pié y gritamos con fuerza. Lo que se puede apreciar
desde arriba es comparable con pocas cosas, hemos alcanzado un lugar especial,
aquí arriba uno le ve por completo el sentido a la palabra escalar.
Este fue uno
de esos momentos únicos que te ofrece la vida, y lo aprovechamos todo lo que
pudimos comiendo y bebiendo tranquilamente en la cima.
Después de
esto nos tocó hacer un rapel de vértigo, seguido de otros tres hasta llegar a
las mochilas.
Y después,
con un camino más tranquilo de bajada que de subida volvimos sobre nuestros pasos
dados unas horas antes hasta llegar a la entrada de Galayos a refrescarnos…
¡Esperamos
poder disfrutar así de muchas más escaladas traídas por el futuro!
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