Mi
historia en el naranjo se remonta cuatro años atrás… cuando no mucho más joven
pero sí infinitamente menos experimentado Cristian y yo nos propusimos escalar
en el Naranjo de Bulnes.
Un tal 4 de Diciembre de 2011. (Recién cumplidos los 16 años vamos al Yelmo como regalo de cumpleaños) Cristian García y Javi Guzmán |
Para
mi gran amigo Cristian y para mí, era una importantísima época de
descubrimiento personal que dejaría una huella muy profunda para el resto de
nuestra vida. Simplemente descubrimos la aventura: viajamos por toda la
península, escalando distintas montañas, pasando días en la naturaleza,
despertando con la luz del amanecer, acostándonos con la puesta de sol,
observando las estrellas desde zonas alejadas de los ruidos y contaminaciones,
pasábamos miedo, hambre, nos agotábamos dando todas nuestras fuerzas por algo
estúpido e incomprensible, y cuando volvíamos allí abajo lo valorábamos todo
100 veces más. Tuvimos reflexiones profundas, este nuevo modo de usar el tiempo
determinó nuestro carácter, nos sugirió un excitante rumbo de vida a seguir.
Dependíamos uno del otro, nadie lo entendía, podíamos pasar horas pedaleando
con una bici sin marchas y con la mochila cargada de material y víveres bajo la
lluvia por los puertos de montaña sin comer ni beber con el único fin de llegar
a Peñalara antes de que oscureciera.
En alguna
parte de nosotros se forjaba una ilusión por un estilo de vida muy diferente al
que el resto de nuestros amigos se encaminaban. Éramos los raros, -(¿para qué
quieres una cuerda por navidad?, pareces tonto), pero más que a la tontería,
nuestra obsesiva actividad nos llevaría a esclarecer nuestras ideas, dilatar la
mente, centrarnos en lo que queríamos, aprender a escuchar al corazón y
demostrarnos continuamente que las cosas imposibles no existen. Descubrimos una
pasión, nos descubrimos a nosotros mismos y tuvimos el valor de proyectarnos y
tirar hacia delante con todo aquello en lo que creíamos.
Estábamos
muy motivados con un viaje a Calpe que nos había salido muy bien, llegando a
escalar unas 5 vías en el imponente Peñón de Ifach. Entre ellas Costa Blanca,
que nos supuso un gran reto psicológico. Teniendo en cuenta que apenas teníamos
16 años y solamente un año y pico de experiencia en escalada todo esto para
nosotros fue una gran superación, progresar por esta pared, encadenando los
largos nosotros solos en una aventura que se extendió a lo largo de diez días
con unos macutos enormes y 20 euros cada uno.
Dado esto
nos vimos de una forma ingenua preparados para escalar el Naranjo de Bulnes
tirando de nuestras destrezas y conocimientos poco madurados.
Con mucha
ilusión llegamos a Picos de Europa. Aquello era increíble: escarpadas montañas
de roca por todas partes, profundos y extensos desfiladeros de vértigo, ríos
rebosantes de vida entre verdes y frondosos paisajes… era nuestra nueva zona de
juego.
Después de
dormir una noche en Sotres, concibiendo donde estábamos y para que habíamos
venido, llegó el día de la aproximación.
Tal día 14
de Julio de 2012 cargamos nuestras mochilas con material de vivac, de escalada
y víveres para ser autosuficientes durante 5 días.
Cuando
llegamos a pies del Naranjo aquello nos pareció sobredimensionado, ¡500 metros
verticales y libres al vacío!, veíamos a la gente diminuta escalando en mitad
de pared y nos resultaba verdaderamente impresionante. Aun así no nos dejamos
asustar mucho, teníamos confianza en nosotros mismos. Nuestro objetivo del
viaje era escalar la cara oeste por la mítica Rabada Navarro, Algo que con el
tiempo me daría cuenta de que sería demasiado ambicioso para nosotros en aquel
momento.
Cerca de las
18:00 de la tarde terminamos de montar el vivac y decidimos meternos en la vía
Sagitario para saciar nuestra ansia de escalada. Miramos unos croquis de forma
rápida y fuimos a pié de vía. Decidimos y mejor dicho decidí que yo escalaría
el primer largo. Me coloqué el material y comencé a subir embarcándome ya desde
el comienzo de la vía. Nuestro amigo Juanjo me tenía que recordar que
protegiera los pasos metiendo friends de vez en cuando (algo en lo que carecía
de experiencia por completo), eran los primeros friends que metía y encima fue
en roca caliza descompuesta. Cuando llevaba unos 25 metros escalados visualicé
la reunión a unos 5 metros a la derecha. Algo sospeche de que me habría
equivocado con el trazado escalado de la ruta cuando de repente me vi en un
muro vertical con cantos muy pequeños en el que me había quedado vendido tanto
para terminar de subir como para destrepar. La reunión me decía –un poco más,
ya lo tienes. Y el sentido común me preguntaba -¿Pero qué estás haciendo?. En un desesperado movimiento dinámico para
tratar terminar con el mal trago, el canto al que me agarré se rompió, y pude
ver mientras caía cómo el primer alien amarillo era arrancado de cuajo de la
pared, y así uno tras otro sin notar más que el ruido de mis golpes y el material,
dando volteretas y precipitándome a una espantosa velocidad cada vez mayor a lo
largo de unos 20 metros, esperando que al llegar abajo lo vería todo negro.
Pude
distinguir entre los sonidos el estallido de una cuerda. Algo tiró de mí de
forma brutal hacia arriba. De repente me vi colgado de la última oportunidad
que tuve antes de estamparme contra el suelo, con las cuerdas enrolladas
alrededor de mi torso, piernas y cuello. Cristian estaba en el suelo caido boca
arriba, quejándose del golpe que se había dado de espaldas de lleno contra en
suelo, pero aun así sujetando como un titán la cuerda que me salvo la vida.
Nuestro amigo Juanjo subió corriendo haciendo una trepada de unos 7 metros para
acceder a mí y desenrollarme las cuerdas. A su vez le dije a Cristian que me
bajase. Increiblemente en un mínimo movimiento por descolgarme se soltó el
último seguro y me caí de cabeza los últimos 7 metros. ¿Cómo algo que para un
factor tan brutal puede ser a su vez tan frágil como para soltarse con tan
insignificante movimiento? Esto me hico caer en la cuenta de la grandísima
suerte que había tenido y de la presencia de mis ángeles durante mis escaladas.
Un hombre pocas semanas antes que yo, tuvo la misma caída y se hizo pedazos.
Durante esta
segunda caída Juanjo se abrasó la mano sujetando la cuerda en un inútil intento
por frenarme. Me hallaba boca abajo jadeando, haciendo alarmantes esfuerzos por
respirar, llegué a asustarme por la posibilidad de haberme perforado un pulmón.
Cayó una piedra y rodaba apuntando a mi cabeza, salte confuso fuerte hacia un
lado. Parecía que me iba a caer colina abajo y Cristian se abalanzó sobre mí
para prevenirlo gritándome – ¡tranquilo, tranquilo!
Desde el
refugio vieron la caída, creyeron que posiblemente me había matado. Subió el
guarda corriendo. En un momento se montó una cooperativa entre escaladores de
alrededor, gente que vino a ayudar y bomberos. Yo rechazaba un rescate por
miedo a que me lo cobrasen, pero me quitaron la idea rápidamente de la cabeza.
El médico decía que podría haber sufrido daños en la espalda y tobillos entre
otras cosas que no me quiso contar (que hablaba fuera de mi presencia con
Juanjo), a Cristian le dijeron que podría tener el pié roto. El helicóptero a
causa de las nieblas y la noche desistió y me bajaron en camilla al refugio. A
Cristian le bajó un bombero a la espalda. Nos metieron en una habitación, nos
subieron un caldo calentito y pasamos la noche. Los bomberos me hicieron dormir
encima de una tabla dura hasta que a las 24:00 la tiré al suelo y me acosté en
el colchón. Cristian gritaba en sueños: -¡¡socorro, pilla, me voy, me voy, me
voy!!, hasta que se despertaba sonámbulo preguntándome aterrorizado que donde
estábamos. Le decía que se durmiera y él me hacía caso.
Demasiada
tensión para mí… yo ya no podía más. Me levanté y salí de la habitación, me
senté en las escaleras y rompí a llorar. Hubo una mujer que me escucho y vino a
consolarme. Pronto se nos juntó otro hombre y me hablaron de experiencias
parecidas que habían tenido, que no por ello dejaron de escalar (que era lo que
más me asustaba a mí), y que lo importante era no olvidarse para no cometer más
los mismos fallos. Volví a la cama más tranquilo y pude dormir.
A la mañana
siguiente, un excitante vuelo en helicóptero nos llevó al hospital. Allí nos
hicieron pruebas, los médicos se impresionaron cuando vieron que de una forma
increíble no me había hecho absolutamente nada, pero a Cristian le tuvieron que
ingresar por una posible fisura en la última vértebra. Nos pidieron el teléfono
de nuestros padres. Nos hicimos los locos hasta que a Cristian le dieron los
resultados y vimos que todo estaba bien, entonces nos escapamos sin dar
oportunidad a los médicos de que se pusieran en contacto con nuestros padres.
Historia de la cual no se enteraron hasta el buen día que se la quisimos
contar.
La montaña
nos había aleccionado: No corráis tanto, aprender a usar el material antes de
meteros en vías comprometidas, tenéis que saber interpretar los croquis, las
rutas, tomar buenas referencias para no embarcaros…
Se me llegó
a pasar por la cabeza el no volver a escalar por el susto de muerte que me
había llevado. Pero la pasión es fuerte, el veneno ha llegado al corazón y la
motivación arrastra todo lo demás. A los tres días siguientes, magullados y
llenos de heridas pero con muchas ganas nos fuimos a escalar una vía clásica al
Torozo, Sierra de Gredos. No hay nada que hacer… he gastado una vida, y he
aprendido una gran lección. Tengo que formarme bien, ser más inteligente y
aprender mucho de la montaña. De este modo me quise hacer guía de escalada.
Nació mi vocación.
28 de Agosto del 2016:
En apenas
cuatro años han pasado muchísimas cosas. Venimos mucho más aprendidos, pero
seguimos siendo los mismos niños ilusionados con la montaña.
Llegó el
momento, hemos podido coincidir y aquí estamos.
Algo más de
23 kilos cada uno es todo lo que necesitamos para pasar en el Naranjo los
próximos 4 días…
Vamos muy
motivados. En apenas una hora y cuarenta y pico minutos llegamos al refugio. No
habíamos madrugado demasiado que se diga. Montamos el campamento base y nos
ponemos a mirar croquis.
-Para lo que
nos queda de luz, la vía Sagitario sería una buena opción ¿no? –Si, vamos para
allá,-Cristian, ¿esta situación no te suena de algo?,-jaja si tío… estoy
acojonado, trátame bien.-Jajaja… ¡vamos!
-¿Te vas a
dar tú el primer largo?,-Si, es algo que tengo que hacer…
De modo que
a las 13:30 comienzo a dar muerte a mis demonios.
Con calma y una buena lectura de la vía comienzo a
escalar, esta vez un poco más a la derecha que hace cuatro años. Veo un
parabolt alto a la derecha. –Pero… ¿cómo no lo pude ver aquella vez?, lo chapo
y veo desde donde me caí. –Madre mía… menudo milagro, no sé cómo no me maté.
Enfrentándome a mis demonios en el primer largo de la Sagitario, (Me caí desde algo más arriba) |
Cristian, al
subir de segundo lo corrobora. -Menuda caída que tuviste.
Turnándonos largo a largo disfrutamos de la vía y su
ambiente. Ha pasado mucho tiempo hasta que hemos podido escalar juntos aquí, en
la oeste del Naranjo. Escalamos sin presiones, con mucha calma, dejándonos
fluir como si de nuestra última escalada se tratara, saboreando cada canto,
cada movimiento. Qué pasada es estar vivo y poder hacer esto.
Estupendo,
casi he cerrado por completo un capítulo de mi vida. Vámonos a la tienda y
mañana más…
29 de Agosto del 2016:
Comenzamos
el día sin muchas ambiciones. A mí me chillan los pies de dolor por las
congelaciones sufridas en el Dru y encuentro en esto algo muy limitante, y
Cristian lleva mucho tiempo sin escalar en tapia y quiere empezar progresivo.
Llegamos por
la mañana a pies de la cepeda, en la cara Este. Comienzo a escalar. Y con 30
metros estirados de cuerda sale Cristian en ensamble. Vaya gozada de escalada.
Que dinámico todo, que fluidez. Me viene de perlas escalar así de rápido para
no tener que soportar demasiado tiempo los pies de gato.
En apenas 1h 20´ terminamos la vía. Nos sabe a poco,
por supuesto. De modo que nos metemos a escalar la Pidal Cainejo a vista y en
ensamble. Le conseguimos sacar sus 450 metros en 1h 50´. Está estupendo, ya
hemos hecho dos vías y apenas llevamos algo más de 4 horitas de actividad.
En ensamble en la Cepeda |
En ensamble en la Pidal Cainejo |
En ensamble en la Sur |
A Cristian
le molo esta forma de escalar y se dio de primero la sur clásica en ensamble en
apenas algo más de 30´para terminar el día.
No ha estado
nada mal para una toma de contacto. –Vamos a cenar y mañana a por la Rabada.
Mira que
madrugamos pero ya hay frontales en nuestra vía soñada de la Oeste. Por muchos
motivos es un riesgo meterse detrás de una cordada. Nos acercamos a pié de vía
y vemos otra más comenzando el primer lago. Se colgaban de todos los seguros, a
esta velocidad tendríamos un problema si nos metemos detrás… decidido. A la
Murciana.
Despacito y con buena letra nos metemos por la
Murciana. Muy buenos los 2 primeros largos. El tercero me lo intento dar en
libre como puedo pero tiene unos pasos terroríficamente duros. Lo dejaré para
otro momento, y sin perder más el tiempo sigo para arriba tirando de todo.
Menudo
ambientazo que tiene esta vía. Es increíble. No nos arrepentimos en absoluto de
haber subido por aquí.
Llegado a un
punto, el trazado de la vía es algo menos evidente, pero tirando de sentido
común y croquis no tenemos problemas para orientarnos. La roca es excelente, da
una seguridad tremenda.
Una vez llegamos al cruce con la Rabada deja de tener
tantos seguros fijos y la aventura se acentúa un poquito más…
Completamos
la ruta en un tranquilo horario de 8h 45´.
Este viaje
se nos ha dado igualito al último –jajaja…
Deseosos de
volver a por nuestra Rabada Navarro pasamos una última noche antes de regresar
a casa.
Mis ansias
de escalar no se sacian. Necesito subir por la Rabada. No me la quito de la
cabeza desde el fin de semana. La temporada buena se va a pasar, y Cristian me
dice que el siguiente fin de semana seguramente no pueda venirse conmigo, de
modo que comienzo a maquinar como hacerlo, llegándome a plantear un solitario.
Una
esperanzadora llamada me llega al móvil. Era Enrique Cinos. Le hablo de mis
pensamientos y dilemas, y él rápido me da una solución. Me acompaña y no le
importa que me dé todos los largos de primero. ¡Estupendo!
11 de Septiembre del 2016:
Hemos pasado
la noche en el refugio para ahorrar peso y logística. Esta vez no me arriesgo
por nada. A las 5:30 de la noche despierto a Quique, que teniéndolo todo preparado
salimos ipso facto pedrera arriba. Llegamos a pié de vía los primeros y nos tomamos
el desayuno tranquilos.
La verdad es
que me fastidiaría bastante que viniese una cordada ahora y tuviéramos que comenzar
la vía a oscuras. Como escalador de la libertad que soy, no me gusta colgarme de
los seguros ni caerme, y liberar un 6c+ de noche implica el riesgo de tener que
progresar así.
Podemos
observar como las estrellas se borran del cielo y la claridad del día nos
permite ver el itinerario. Llegó la hora de cerrar por completo este capítulo,
de sacarme la astillita de la forma más elegante y disfrutona posible, ¡a
escalar!
Subo por el primer largo empalmando dos… no me parece
tan duro como reseña el croquis. De hecho casi tengo que apretar más en el paso
de 6a+ que en el 6c+. Ni me entero. Que gusto da pasar por aquí con tantas
escaladas ya a las espaldas. Continúo el diedro y nos plantamos en lo alto de
la pluma en un momento.
Todo
parece asequible. Después de un pequeño y frecuentado embarque llegamos a la
famosa travesía, la cual se escala igual de primero que de segundo por lo que
ofrecí a Quique este lago con la única condición de que hiciese todo lo que
estuviera en sus manos por encadenarla. Y así fue.
Se la
curró, dudó, siguió, volvió a dudar, se la jugó y lo solucionó. Dio gusto ver
como tiraba de capacidad de lucha. Cuando pasé yo por allí flipé un poco, me
pareció que podría ser 6b+ perfectamente. Continuamos por el rapel y sin
contratiempos fluimos por aquel mar de roca hasta la cumbre en un horario de 9 horitas.
Javier Guzmán y Enrrique Cinos en la cima del Naranjo (Rabada Navarro 750m/6c+) |
Todo un
experienzote compartido con una grandísima persona.
Ahora me
quedo tranquilo, ahora puedo pasar página, cerrar el capítulo y descansar del
naranjo hasta la temporada siguiente.
Ooo…. Tal vez no.
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