domingo, 8 de octubre de 2017

Naranjo de Bulnes: Sagitario en solitario + Cherokee way (7b)

*Julio del 2017:


Suena la alarma a las 4:25. Me visto, cojo la mochila, salgo del cuartito de los guías y entro en el refugio. Puntuales ahí me esperan los clientes, alumnos y también amigos. –Buenas noches les digo, (pues quedan todavía casi dos horas para el amanecer…)
En la tranquilidad de la noche avanzamos tras la luz de nuestros frontales. Como únicos testigos nos vigilan las estrellas.
Para algunos hoy es un día de muchas emociones, y debo encargarme de que todo vaya sobre ruedas y ponerlo lo más fácil posible.
El día transcurre tranquilo y sin imprevistos, logrando objetivos y derrumbando temores. La cima pasa a ser únicamente la guinda del pastel, una pequeña parte de la aventura que engloba mucho más que una simple cota alcanzada.


Bajamos con prudencia. Ayudo a dos personas felices a llegar sanos al refugio. Magnífico trabajo, me digo a mí mismo. Siete ascensiones más y me voy a Perú.
Tengo un día de descanso. Hoy no hago de guía. Es su lugar descanso aprovechando para dormir un poco más. Pero dentro de mi tiendecita hay algo que no me permite dormir más y me obliga a preparar la mochila, es un sueño, y por lo tanto un deber.
Miro a la imponente pared oeste del Naranjo y el cuerpo me pide cerrar un capítulo. Me ruega subir por aquella vía que casi me quita la vida cuando traté de escalarla sin conocimiento alguno casi 5 años atrás.
Camino hacia ella. La miro mientras me pongo los gatos. Estamos solos tú y yo. Pues esto es algo demasiado personal como para poder implicar a alguien más.
Comienzo la escalada y a los 12 metros puedo colocar el primer seguro para atar mi cuerda. Tras unas rápidas prácticas en La Cabrera, esta es mi primera vía escalada en solitario.
Intuyo algunos pasos difíciles, pero me doy bien de cuerda y los afronto sin vacilar. Me estoy sintiendo de maravilla empalmando dos largos seguidos. Por debajo de mí, más tarde comienza a escalar otra cordada que no llega a pillarme. Cada largo escalado lo tengo que rapelar para soltar la cuerda, recuperar el material y volverlo a subir para continuar desde el último punto alcanzado. Aun así escalo la vía en apenas un par de horitas. Una experiencia fantástica.

Bajando, me encuentro con dos franceses, que se quitan el sobrero después de la hazaña, (gente muy agradable).
Ya me noto con el poder que necesitaba para dar el paso hacia delante. Ahora sí.
Sin saber exactamente porqué, me comienzo a encontrar mal. Pienso que algún cliente me ha pegado algo. Comienzo a sufrir un dolor de garganta que me llega a dejar totalmente afónico, y esto viene acompañado de un dolor de cabeza constante. De todas formas intento no prestarle ningún tipo de atención a esto para que se largue por donde ha venido.
Tras unas cuantas guiadas más al picu, me llegan tres días seguidos sin clientes. El primero de estos días madrugo para tratar de cumplir uno de mis mayores sueños a corto plazo enfrentándome así a uno de mis retos vitales, (escalar la Rabada Navarro, 750m en la oeste del naranjo en solitario).
Entro en la vía de noche. Nunca he escalada algo así con tanto peso encima. La mochila tira demasiado para abajo. Comienzo a escalar. El primer largo no presenta demasiadas dificultades. Empalmo con el siguiente largo y aprieto en la llegada a la reunión.
Rapelo para recuperar el material. Comienzo el siguiente largo. Empiezo a apretar desde el principio, es demasiado incómoda la mochila. Algún paso me está exigiendo más de la cuenta y comienzo a escalar en artificial lentamente. Me noto cansado. Coloco un friend y me cuelgo de él. Cuando estoy sacando otro del arnés, el friend del que estoy colgado cede y deslizo unos centímetros hacia abajo. El susto me hace soltar el que tenía en la mano y alumbro con el frontal su caída 50 metros al vacío.
Llevaba muy pocos friends y ese es uno de los que más necesitaba. Me duele a horrores la garganta cada vez que trago saliva, y además me noto con algo de fiebre. Pienso que estas cosas pasan y que hay que saber encontrar recursos para salir a delante. Por un momento pienso en continuar dándome el largo en libre pero tengo la garganta demasiado mal para aguantar doto el día luchando en esta vía. Escalar de noche con el frontal se hace muy difícil. Hay que estar corrigiéndolo todo el rato en el casco cada vez que pasas de estar mirando a bajo para mirar hacia arriba y viceversa.
Después de 10 minutos meditando me decanto por meter un empotrador y descolgarme con más miedo que vergüenza desequipando el largo.
Me vuelvo a dormir a la tienda el rato que queda hasta el amanecer.
Mi colega Quique se despierta cuando me escucha llegar y me pregunta que qué ha pasado. Le respondo con voz muda: Rabada 1, Javi 0… y me voy a dormir.
Pasadas unas horas, vienen Rubén y Quique a mi tienda. Me dicen que quieren hacer la vía cherokee way, que tiene un largo de 7b y que les acompañe para que puedan subir por ahí. Hacen el comentario con cierto aire de vacile.
No me encuentro bien, pero escalar no me va a hacer estar peor. De modo que les acompaño.
Quique se da el primer largo, que es un V+ expuesto. Subimos Rubén y yo, y el segundo largo ya es para mí. Hacemos cambio de encordamiento y lo pruebo. Ya desde el segundo parabolt me caigo. Parece durísimo el largo, me quedo en cada paso hasta que consigo sacarlos todos. Me aseguro de haber memorizado bien la secuencia y continúo hasta la reunión. Cuando llegan mis compañeros le pregunto a Quique con mi voz más bajita posible que si mañana vendría a asegurarme a esta vía. El acepta y continuamos escalando.
A dos largos del final de la vía nos entra el sol y decidimos bajarnos sin terminarla. Ya vendremos mañana.
Al siguiente día subimos con la calma. No tengo ni una pizca de voz. Cuando trago saliva noto la garganta como si estuviera en carne viva. Entramos en la vía pasadas las 12. Esta vez para encadenarla entera de primero.
Tengo la sensación de que la fiebre va menguando a medida que voy haciendo movimientos.
Llego al segundo largo y caliento poniendo las 3 primeras cintas, bajo y comienza el baile.
Bajo los ánimos de quique voy resolviendo las secuencias, chapo el tercer parabolt y acarro un canto grande. Me encuentro muy contento, el resto no pasa de 6c y sé que voy a llegar de sobra a la reunión.

La segunda parte es una placa algo expuesta en la que se puede meter una o dos piezas pequeñas, pero ya conociéndomela subo a gusto. Y así encadeno el resto de largos disfrutando de la vía. Salvo por los dos últimos que solo tienen un parabolt y hacen dudar sobre el itinerario en pasos que ponen en duda la graduación.
Pese a que me contaron que la mía se trataba de la tercera repetición en libre. Luego lo verifiqué y no era cierto. Se había escalado más de tres veces en libre por distintos escaladores. No demasiadas, pero tampoco tan pocas, de modo que esta no fue más que otra típica ascensión.
Continué currando los días que me quedaban, siempre muy a gusto, cumpliendo objetivos y con muy buenas sensaciones.
Aunque tuviera que volver a casa sin mi sueño de escalada en solitario a la Rabada, me iba muy contento. Pues soy consciente de que pese a que superar nuestros retos sea algo fantástico, lo que realmente nos hace volver son aquellas cosas que nos dejamos por hacer…

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