*Julio del 2017:
Suena la alarma a las 4:25. Me visto, cojo la mochila, salgo
del cuartito de los guías y entro en el refugio. Puntuales ahí me esperan los
clientes, alumnos y también amigos. –Buenas noches les digo, (pues quedan todavía
casi dos horas para el amanecer…)
En la tranquilidad de la noche avanzamos tras la luz de
nuestros frontales. Como únicos testigos nos vigilan las estrellas.
Para algunos hoy es un día de muchas emociones, y debo
encargarme de que todo vaya sobre ruedas y ponerlo lo más fácil posible.
El día
transcurre tranquilo y sin imprevistos, logrando objetivos y derrumbando temores.
La cima pasa a ser únicamente la guinda del pastel, una pequeña parte de la
aventura que engloba mucho más que una simple cota alcanzada.
Bajamos con prudencia. Ayudo a dos personas felices a llegar
sanos al refugio. Magnífico trabajo, me digo a mí mismo. Siete ascensiones más
y me voy a Perú.
Tengo un día de descanso. Hoy no hago de guía. Es su lugar
descanso aprovechando para dormir un poco más. Pero dentro de mi tiendecita hay
algo que no me permite dormir más y me obliga a preparar la mochila, es un
sueño, y por lo tanto un deber.
Miro a la imponente pared oeste del Naranjo y el cuerpo me pide
cerrar un capítulo. Me ruega subir por aquella vía que casi me quita la vida
cuando traté de escalarla sin conocimiento alguno casi 5 años atrás.
Camino hacia ella. La miro mientras me pongo los gatos.
Estamos solos tú y yo. Pues esto es algo demasiado personal como para poder
implicar a alguien más.
Comienzo la escalada y a los 12 metros puedo colocar el
primer seguro para atar mi cuerda. Tras unas rápidas prácticas en La Cabrera,
esta es mi primera vía escalada en solitario.
Intuyo
algunos pasos difíciles, pero me doy bien de cuerda y los afronto sin vacilar.
Me estoy sintiendo de maravilla empalmando dos largos seguidos. Por debajo de
mí, más tarde comienza a escalar otra cordada que no llega a pillarme. Cada
largo escalado lo tengo que rapelar para soltar la cuerda, recuperar el
material y volverlo a subir para continuar desde el último punto alcanzado. Aun
así escalo la vía en apenas un par de horitas. Una experiencia fantástica.
Bajando, me encuentro con dos franceses, que se quitan el
sobrero después de la hazaña, (gente muy agradable).
Ya me noto con el poder que necesitaba para dar el paso hacia
delante. Ahora sí.
Sin saber exactamente porqué, me comienzo a encontrar mal.
Pienso que algún cliente me ha pegado algo. Comienzo a sufrir un dolor de
garganta que me llega a dejar totalmente afónico, y esto viene acompañado de un
dolor de cabeza constante. De todas formas intento no prestarle ningún tipo de
atención a esto para que se largue por donde ha venido.
Tras unas cuantas guiadas más al picu, me llegan tres días
seguidos sin clientes. El primero de estos días madrugo para tratar de cumplir
uno de mis mayores sueños a corto plazo enfrentándome así a uno de mis retos
vitales, (escalar la Rabada Navarro, 750m en la oeste del naranjo en
solitario).
Entro en la vía de noche. Nunca he escalada algo así con
tanto peso encima. La mochila tira demasiado para abajo. Comienzo a escalar. El
primer largo no presenta demasiadas dificultades. Empalmo con el siguiente
largo y aprieto en la llegada a la reunión.
Rapelo para recuperar el material. Comienzo el siguiente
largo. Empiezo a apretar desde el principio, es demasiado incómoda la mochila.
Algún paso me está exigiendo más de la cuenta y comienzo a escalar en
artificial lentamente. Me noto cansado. Coloco un friend y me cuelgo de él.
Cuando estoy sacando otro del arnés, el friend del que estoy colgado cede y
deslizo unos centímetros hacia abajo. El susto me hace soltar el que tenía en
la mano y alumbro con el frontal su caída 50 metros al vacío.
Llevaba muy pocos friends y ese es uno de los que más
necesitaba. Me duele a horrores la garganta cada vez que trago saliva, y además
me noto con algo de fiebre. Pienso que estas cosas pasan y que hay que saber encontrar
recursos para salir a delante. Por un momento pienso en continuar dándome el
largo en libre pero tengo la garganta demasiado mal para aguantar doto el día
luchando en esta vía. Escalar de noche con el frontal se hace muy difícil. Hay
que estar corrigiéndolo todo el rato en el casco cada vez que pasas de estar
mirando a bajo para mirar hacia arriba y viceversa.
Después
de 10 minutos meditando me decanto por meter un empotrador y descolgarme con
más miedo que vergüenza desequipando el largo.
Me vuelvo a dormir a la tienda el rato que queda hasta el
amanecer.
Mi colega Quique se despierta cuando me escucha llegar y me
pregunta que qué ha pasado. Le respondo con voz muda: Rabada 1, Javi 0… y me
voy a dormir.
Pasadas unas horas, vienen Rubén y Quique a mi tienda. Me
dicen que quieren hacer la vía cherokee way, que tiene un largo de 7b y que les
acompañe para que puedan subir por ahí. Hacen el comentario con cierto aire de
vacile.
No me encuentro bien, pero escalar no me va a hacer estar
peor. De modo que les acompaño.
Quique se da el primer largo, que es un V+ expuesto. Subimos
Rubén y yo, y el segundo largo ya es para mí. Hacemos cambio de encordamiento y
lo pruebo. Ya desde el segundo parabolt me caigo. Parece durísimo el largo, me
quedo en cada paso hasta que consigo sacarlos todos. Me aseguro de haber
memorizado bien la secuencia y continúo hasta la reunión. Cuando llegan mis
compañeros le pregunto a Quique con mi voz más bajita posible que si mañana
vendría a asegurarme a esta vía. El acepta y continuamos escalando.
A dos largos del final de la vía nos entra el sol y decidimos
bajarnos sin terminarla. Ya vendremos mañana.
Al siguiente día subimos con la calma. No tengo ni una pizca
de voz. Cuando trago saliva noto la garganta como si estuviera en carne viva.
Entramos en la vía pasadas las 12. Esta vez para encadenarla entera de primero.
Tengo la sensación de que la fiebre va menguando a medida que
voy haciendo movimientos.
Llego al segundo largo y caliento poniendo las 3 primeras
cintas, bajo y comienza el baile.
Bajo
los ánimos de quique voy resolviendo las secuencias, chapo el tercer parabolt y
acarro un canto grande. Me encuentro muy contento, el resto no pasa de 6c y sé
que voy a llegar de sobra a la reunión.
La segunda parte es una placa algo expuesta en la que se
puede meter una o dos piezas pequeñas, pero ya conociéndomela subo a gusto. Y
así encadeno el resto de largos disfrutando de la vía. Salvo por los dos
últimos que solo tienen un parabolt y hacen dudar sobre el itinerario en pasos
que ponen en duda la graduación.
Pese a que me contaron que la mía se trataba de la tercera
repetición en libre. Luego lo verifiqué y no era cierto. Se había escalado más
de tres veces en libre por distintos escaladores. No demasiadas, pero tampoco
tan pocas, de modo que esta no fue más que otra típica ascensión.
Continué currando los días que me quedaban, siempre muy a
gusto, cumpliendo objetivos y con muy buenas sensaciones.
Aunque
tuviera que volver a casa sin mi sueño de escalada en solitario a la Rabada, me
iba muy contento. Pues soy consciente de que pese a que superar nuestros retos
sea algo fantástico, lo que realmente nos hace volver son aquellas cosas que
nos dejamos por hacer…
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