lunes, 19 de marzo de 2018

Las cascadas de Canadá


En mi propósito de viajar por todo el mundo escalando, este mes ha tocado visitar uno de los países más grandes del planeta, la nevera del continente americano y meca de la escalada en hielo, Canadá.

*2 de Marzo del 2018:

Desde la ventanilla de nuestro avión se muestra un día de sol radiante y despejado por completo. Podemos avistar el polo norte en su máximo esplendor desde aquí, a 9.000 metros de altura, es alucinante.
Horas más tarde aterrizamos en Calgary, y nos recibe un clima hostil. Después de conseguir el coche de alquiler, y tras largo tiempo discutiendo en nuestro nefasto inglés con la señorita del mostrador, que nos intentaba alquilar un coche más caro y ampliar nuestro seguro, conseguimos salir del aeropuerto sin pagar un solo euro de más.
Una vez en ruta por una autopista completamente nevada, ya solo nos quedaría algo más de una hora para juntarnos en Canmore con nuestros 10 compañeros. Llegamos a nuestro acogedor alojamiento y tras más de 24 horas de viaje no tenemos cuerpo para esperar a la cena y nos metemos pronto en la cama.

*3 de Marzo del 2018:

A las 6 am ya está despierto todo el mundo. Después de desayunar nos juntamos la mayoría de nosotros en dos todoterrenos y conducimos alrededor de 40 minutos. Nos dirigimos a Bearspirit un pequeño sector de vías de hielo y mixtos de un largo a una hora y pico de camino, perfecto para una primera toma de contacto.
Éramos un grupo considerable de gente y las cascadas más fáciles estaban ocupadas. Me meto en una vía de mixto. Las manos se me congelan pero sigo luchando. Salgo de la parte de roca, y superando el saliente de hielo se me escapa un piolet y me pego el primer vuelo que me doy en mi vida de un tornillo de hielo. Aguanta bien. Era una vía desplomada y la caída fue muy limpia. Al bajar al suelo, el dolor más fuerte de manos que haya sentido en mi vida me noquea 20 minutos, y casi se me saltan las lágrimas. Primer y último día que caliento en algo tan duro, y más estando a 15 grados bajo cero. Menuda novatada. Vicky y yo nos alternamos para escalar hasta que todo el grupo queda saciado y volvemos en busca del calor de nuestra cabaña.

*4 de Marzo del 2018:

Al día siguiente visitamos Yonhston Canyon, un sector con vías algo más largas e impresionantes.



Podemos comprobar en solo dos días que en hielo en Canadá se gradúa duro.


*5 de Marzo del 2018:

Esta vez vamos a una cascada algo más larga. Andamos una horita por un fondo de valle encajonado y lleno de vida para llegar a “Grotto falls”: dos largos de 30m y segundo grado que Vicky empalma en uno de 60m. Seguimos cogiendo sensaciones. La hacemos muy rápido y nos movemos al sector de abajo para hacer unas vías de mixto y dry tooling. 



*6 de Marzo del 2018:


Hoy ya nos decidimos por algo más serio. Tras una hora de coche hacia el oeste encontramos el parking que nos habían indicado nuestros compañeros. Nos ponemos a caminar largo y tendido por una pista de esquí de fondo hasta que damos con nuestro desvío.
Este camino nos saca del bosque, y de repente se nos abre un inmenso y colorido valle que solo conocía en los cuentos. La energía de este lugar atraviesa todo mi cuerpo y me deja en un estado de alegría y euforia del que no quería salir.


Salirse del camino pisado era imposible. Cuando tratábamos de apartarnos para hacer una foto, nos hundíamos hasta la cadera.

Tras algo más de una hora de marcha podemos divisar nuestra cascada: Moonlight 100m, WI IV/V. 


Una vez en pié de vía, nos colocamos el material y Vicky toma la iniciativa en el primer largo de este pequeño monstruito de cascada.

A los 30 metros monta reunión de dos abalakov que había. Salgo limpiando el largo y le adelanto para llegar hasta la cueva de la segunda reunión. Recojo cuerda y ella se junta conmigo. El siguiente largo es el duro, andará sobre el VI+. Nos cambiamos material y le entro sin pensarlo.

Los primeros 20 metros encuentro bastante gancheo, pero los siguientes 15 estaba más fina la cosa y había que ir pinchando con delicadeza. Monto reunión de dos tornillos y aseguro a Vicky. Cuando salgo de nuevo para tratar de culminar la cascada me encuentro con un hielo muy húmedo y “paposo”. El torrente de agua que bajaba por en medio me estaba empapando y me había calado los guantes. Todo lo que golpeaba se destruía sin ofrecer ninguna seguridad. Parece que ya es muy tarde para hacer estos últimos 20 metros. Decido destrepar. Aseguramos una travesía para llegar a un árbol con cordinos y rapelar. Nos retiramos de una forma bastante segura y fluida. Cuando los dos tocamos el suelo nos chocamos la mano y dijimos que lo hemos hecho bien. Ya tendremos tiempo para complicarnos…

Recogemos las cosas. De vuelta por el camino, paramos en otra cascada de segundo grado y 100 metros “Chantilly falls” para quitarnos la sensación agridulce.
Vicky se quiere dar entera de primero esta aparente sencilla cascada.



Resultó que esta cascada, aunque no estuviera expuesta al sol, se rompía entera. Vicky tenía que golpear cuatro o cinco veces hasta que rompía todas las capas de hielo podrido y el piolet se clavaba en algo seguro de lo que poder tirar.

Tras aquel largo hicimos dos rápeles para llegar al suelo. Una hora después llegamos hambrientos al coche y devoramos el sándwich y la fruta que habíamos dejado preparada para el regreso.


*7 de Marzo del 2018:

Nos despertamos tarde y sin ningún tipo de preocupación. Es nuestro quinto día aquí y el cuerpo pide descanso. Pasamos la mañana trabajando con el ordenador, afilando los piolets, valorando opciones para el día siguiente, y por la tarde visitando el Pueblo de Banff con Franc, Marta, Cristina y más tarde Fer.






Aquí en lo que llevamos conocido de Canadá, únicamente nos hemos encontrado con gente muy amable, tanto en la montaña, como por la calle, o incluso atendiéndote en su trabajo. Se respira tranquilidad y buen nivel de vida. Las carreteras son muy anchas y seguras. El límite de velocidad está en 110Km/h, aunque tienen coches muy potentes. Raro es el que no tenga un cuatro por cuatro que no te llegue el capó a la altura del sobaco. Este es un lugar espacioso, desestresado, lleno de colores y en un profundo contacto con la naturaleza.



Al mediodía fuimos a comer a la hamburguesería grizzli y probamos la carne de bisonte. Estaba bastante hecha y no notamos nada de distinto o especial en la carne.

En fin, típico día de relax…

*8 de Marzo del 2018:

Madrugón a las 5:00 am. Desayunamos y cogemos el todoterreno de nuestros compañeros durante unos 40 minutos. Cuando llegamos al parking abrimos el maletero y sacamos dos bicis de montaña que podemos usar los huéspedes del alojamiento. Esta es un truco que nos contaros nuestros compañeros Carlos y Juan para ganarle mucho tiempo a la aproximación.
Calculo que estaríamos unos 20 minutos dando pedales sin contar con los parones porque a Vicky se le congelaban las manos a la pobre. No es de extrañar, pues estábamos a 16 grados bajo cero.
Cuando termina la pista escondemos las bicis y caminamos por el sendero pisado. De nuevo nos asombran increíbles paisajes que me hacen recordar mi película favorita Into the Wild.


Ya vemos nuestra cascada “Profesor” 240m IV+/V. No hay pérdida posible…

Comenzamos la cascada y encontramos un hielo bastante bueno. Casi todas las reuniones estaban equipadas en roca, con lo que se gana mucho en velocidad. La morfología de esta cascada era completamente como la de un barranco: cascada, campa, cascada, campa, cascada…

Lo bueno es que al estar tan entrecortada, las cordadas de arriba no podían tirarnos hielo encima ni nosotros a los de abajo.


El séptimo largo era el más difícil de todos. Es aquí donde algunas cordadas se dan la vuelta. Gasté todos los tornillos que tenía para los 50 metros que nos separaban del final.

En la bajada ganamos tiempo empalmando todos los rápeles que pudimos. A pie de cascada hicimos la mochila y caminamos hasta las bicis. Cuando las cogimos, lo que quedaba del retorno fue una gozada de paseíto hasta el coche.


*9 de Marzo del 2018:


Nuestra progresión lógica nos llevó a intentar una de las cascadas potentes y a la que yo le tenía echado el ojo desde España, “Weapping Wall 180m V”.
Tras dos horas y pico de coche vemos aquel monstruo congelado del que tanto había oído hablar a la derecha de la carretera. El coche marcaba 4 grados bajo cero. Aparcamos y en menos de 10 minutos ya estábamos bajo aquella pared vertical de hielo.


La vía de V grado original estaba ocupada, y el paño central también. De modo que nos metimos más a la izquierda y en nuestra propia línea independiente.

A mi derecha vi como un canadiense empalmaba de una manera muy sencilla los dos primeros largos convirtiéndolos en uno de 60m. Me pareció muy buena idea para ganar tiempo y pensé en hacer lo mismo. Comienzo a escalar, noto el hielo algo blando. El piolet entra bien, aunque no inspira demasiada confianza. Cuando protejo con tornillos, los noto entrar muy fácilmente. Gasté demasiados en la primera mitad del largo y me tenía que haber parado, pero en el hielo siempre se ven más fáciles los siguientes 10 metros que tienes por encima y continué. No sé cómo de repente me vi en un muro vertical de hielo blando, con 35 metros por delante aún por escalar y solamente 5 tornillos para protegerme. Daba más pioletazos de los necesarios. Cada ocho o diez metros metía un tornillo que apenas me transmitía tranquilidad. Menos mal que tengo bien de power en los brazos (pensaba), es lo único que me salva. Me encontraba ardiendo y sudado, luchando por controlar los nervios y no dar pasos en falso. Para el colmo las cuerdas tiraban brutalmente hacia abajo debido al peso y al roze. Cuando ya me había dejado el último seguro a 10 metros y me quedaban otros 6 u 8 para llegar a la repisa, sólo me quedaba un tornillo, y lo necesitaba para montar la reunión de modo que me puse a hacer dos abalakov. Saqué un cordino largo que tenía y cosí los dos puentes de hielo para triangularlos. Por fin un seguro del que me podía fiar a gusto. Mi mente descargó bastante tensión al chapar las dos cuerdas con un mosquetón de seguridad. Después de hora y media agonizando terminé aquel largo de 60 metros y 9 seguros montando una reunión de un abalakov y el tornillo que me quedaba. Vicky subió peleándose con el largo y me dio la enhorabuena. El largo era mucho más difícil de lo que parecía. Después de valorar el continuar decidimos bajar, pues psicológicamente estaba agotado y se me había quedado el cuerpo destemplado.
Llegamos al coche y marcaba +2 grados. Me parecía mucha temperatura. En casa descansamos el resto de la tarde y Vicky se acostó muy pronto. Yo mientras tanto me armaba de motivación y energía para volver al día siguiente a la misma vía. Un compañero me prestó 5 tornillos más y puse el despertador a las 4:00 am para llegar mucho más pronto y con más frío a la cascada. De esta manera no cometería los dos mismos errores del día anterior (no madrugar demasiado y no llevar los suficientes tornillos a una vía con largos difíciles de 60m).

*10 de Marzo del 2018:

A las 4:10 am ya estábamos desayunando y a las 4:50 am saliendo con el coche. A las 7:00 am y con el amanecer nos ponemos casco, arnés y crampones en el coche y salimos directos y con un objetivo. Esta vez el coche marcaba 16 grados bajo cero, ¡Bien!



Vemos que un escalador está llegando con el frontal encendido a la primera reunión de la vía de en medio, y la vía original está libre. Nos metemos sin pensarlo. El primer largo, de 60 m y con un poco de travesía hacia derecha termina en una cueva con unos paraboles sólidos para anclarse.

Vicky llega y me pasa su energía para el siguiente largo. Comienzo a escalarlo. Es totalmente vertical. Me hayo superando un diedro súper estético de escalar. A los 20 metros llego a unos abalakov en los que me apetece parar, pero me da la sensación de que el hielo que los sostiene está podrido y no me apetece que nos colguemos de ahí, de modo que los chapo con una cinta express y continuo el largo. En algún tramo parecía que incluso desplomaba un poco. Voy fino y dándome buenos alejes entre los seguros, pero esta vez con unas sensaciones totalmente distintas. El hielo se encontraba en buenas condiciones y la distancia entre las protecciones no eran tan brutales. Metiendo los tornillos alternaba el brazo del que me descolgaba para poder aliviar el otro. Este largo me parecía una titanada. La gente suele parar en los cordinos para dividirlos en dos, pero se pierden un poco las sensaciones de la vía original. Más abajo Vicky se empezaba a poner nerviosa porque creía que la iba a sacarla en ensamble. Incluso llegó a quitarse el cabo de anclaje pero justo le tense fuertemente las cuerdas y ella supo que ya la tenía cogida a una reunión. Se pudo dar el largo tranquila.



Yo estaba feliz por la serenidad con la que me hallaba enfrentándome a mi reto particular en la misma cascada que el día anterior tuve que abandonar.

El tercer y último gran largo parecía, como de costumbre, mucho más fácil de lo que luego resultó. Después de 15 metritos fáciles, aquello se puso vertical como si no hubiera un mañana. Al despegar mi cuerpo de la pared, mi cabeza salía de la sombra y el sol me quemaba los ojos. Me tiré varios trozos de hielo en la cara que me abrieron heridas en nariz y frente, pero pude protegerlo bastante bien y aunque ya petado, subí muy tranquilo.




Qué alegría completar un gran clásico como wepping Wall. Comenzamos a rapelar y en tres tiradas llegamos al suelo. 

Hacemos tres rapeles, y según terminamos de guardar las cuerdas escuchamos un pequeño estruendo que venía de arriba. Cuando miramos era un bloque de hielo que se había desprendido de alguna chorrera y se dirigía a nosotros. Vicky salió pitando por el camino huyendo eficazmente del peligro pero yo, que estaba más apartado de la pared, quise correr en otra dirección, me hundí en la nieve hasta la cadera y me quedé bloqueado. Me agazapé y encogí de hombros mientras escuchaba el pequeño bombardeo a mi alrededor hasta que ya se calmó. Cuando ya vimos que no había pasado nada cambié una mirada con Vicky y nos pusimos a reír, (sobre todo ella).

Contentos y satisfechos conducimos de nuevo otras dos horitas hasta el hospedaje.


*11 de Marzo del 2018:


Aunque estábamos cansados, sólo nos quedaban dos días para hacer actividad, de modo que dejamos el descanso para el avión de vuelta.
Este día cambiaron la hora, y nos levantamos sin querer a las 5:00 am. Tras 40 minutos de coche llegamos al lago Louise.


Lo atravesamos por encima y llegamos a los pies de la vía “Louise fall 115m IV”.

Resultó ser una cascada preciosa, con un magnífico hielo y un único tramo difícil. Fuimos acompañados de Alberto y cada uno tuvimos un largo para hacer.

Fue una mañana corta y estuvimos pronto en casa para descansar el resto de la tarde.


*12 de Marzo del 2018:

Último día. Queríamos probar un poco de roca canadiense, aprovechando sobretodo que las temperaturas habían subido hasta tal límite que incluso alguna cascada se había derrumbado. Ya estaba el tiempo peligroso para seguir haciendo hielo de modo que lo tuvimos claro.
Nuestro amigo canadiense Juan, la persona que nos consiguió un buen precio en el hospedaje, nos había dicho que se tardaba una hora en llegar a unas paredes que se veían desde la cabaña.
Vicky y yo comenzamos a andar por un sendero nada señalizado y atrapado en el bosque. Los árboles eran tan altos que no nos permitían ver la pared, y orientarse era muy difícil. Tras casi dos horas andando podemos observar que el lugar donde nos dirigíamos estaba dos valles más a la derecha, y puesto que el bosque no era muy frondoso, decidimos ir campo a través. Vimos unas huellas de lo que parecía ser un oso y luego las de un puma. Nos gustó mucho hasta que en medio del bosque empezamos a ver demasiadas y por todos lados, de modo que nos pusimos a perder altura en dirección al camino. Cuando lo encontramos de nuevo volvimos a cogerlo dirección la pared, pero esta vez con tendencia hacia el otro lado. Al fin llegamos, aunque la pared todavía se veía distante, como a media hora. Miramos el reloj y llevábamos 5 horas caminando. Era tarde para empezar a escalar y encima habíamos quedado para cenar todos juntos por nuestro último día a las 19:30. Tuvimos que bajar y posponerlo para la próxima vez que vengamos.
Al día siguiente nos dirigimos al aeropuerto. Por mi mente van pasando las imágenes del viaje. Un viaje lleno de acción.
Está muy bien todo lo que uno se lleva y ha conseguido, pero yo digo siempre que lo que te hace volver es todo aquello que te has dejado por hacer, lo que no has conseguido. Y desde luego que volveré como buen enamorado de estas tierras que he quedado.



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