En mi
propósito de viajar por todo el mundo escalando, este mes ha tocado visitar uno
de los países más grandes del planeta, la nevera del continente americano y
meca de la escalada en hielo, Canadá.
*2 de Marzo
del 2018:
Desde la
ventanilla de nuestro avión se muestra un día de sol radiante y despejado por
completo. Podemos avistar el polo norte en su máximo esplendor desde aquí, a
9.000 metros de altura, es alucinante.
Horas más
tarde aterrizamos en Calgary, y nos recibe un clima hostil. Después de conseguir
el coche de alquiler, y tras largo tiempo discutiendo en nuestro nefasto inglés
con la señorita del mostrador, que nos intentaba alquilar un coche más caro y
ampliar nuestro seguro, conseguimos salir del aeropuerto sin pagar un solo euro
de más.
Una vez en
ruta por una autopista completamente nevada, ya solo nos quedaría algo más de
una hora para juntarnos en Canmore con nuestros 10 compañeros. Llegamos a
nuestro acogedor alojamiento y tras más de 24 horas de viaje no tenemos cuerpo
para esperar a la cena y nos metemos pronto en la cama.
*3 de Marzo
del 2018:
A las 6 am
ya está despierto todo el mundo. Después de desayunar nos juntamos la mayoría
de nosotros en dos todoterrenos y conducimos alrededor de 40 minutos. Nos
dirigimos a Bearspirit un pequeño sector de vías de hielo y mixtos de un largo
a una hora y pico de camino, perfecto para una primera toma de contacto.
Éramos un
grupo considerable de gente y las cascadas más fáciles estaban ocupadas. Me
meto en una vía de mixto. Las manos se me congelan pero sigo luchando. Salgo de
la parte de roca, y superando el saliente de hielo se me escapa un piolet y me
pego el primer vuelo que me doy en mi vida de un tornillo de hielo. Aguanta
bien. Era una vía desplomada y la caída fue muy limpia. Al bajar al suelo, el
dolor más fuerte de manos que haya sentido en mi vida me noquea 20 minutos, y
casi se me saltan las lágrimas. Primer y último día que caliento en algo tan
duro, y más estando a 15 grados bajo cero. Menuda novatada. Vicky y yo nos
alternamos para escalar hasta que todo el grupo queda saciado y volvemos en
busca del calor de nuestra cabaña.
*4 de Marzo
del 2018:
Al día
siguiente visitamos Yonhston Canyon, un sector con vías algo más largas e
impresionantes.
Podemos
comprobar en solo dos días que en hielo en Canadá se gradúa duro.
*5 de Marzo
del 2018:
Esta vez
vamos a una cascada algo más larga. Andamos una horita por un fondo de valle
encajonado y lleno de vida para llegar a “Grotto falls”: dos largos de 30m y
segundo grado que Vicky empalma en uno de 60m. Seguimos cogiendo sensaciones.
La hacemos muy rápido y nos movemos al sector de abajo para hacer unas vías de
mixto y dry tooling.
*6 de Marzo
del 2018:
Hoy ya nos
decidimos por algo más serio. Tras una hora de coche hacia el oeste encontramos
el parking que nos habían indicado nuestros compañeros. Nos ponemos a caminar
largo y tendido por una pista de esquí de fondo hasta que damos con nuestro
desvío.
Este camino
nos saca del bosque, y de repente se nos abre un inmenso y colorido valle que
solo conocía en los cuentos. La energía de este lugar atraviesa todo mi cuerpo
y me deja en un estado de alegría y euforia del que no quería salir.
Salirse del
camino pisado era imposible. Cuando tratábamos de apartarnos para hacer una
foto, nos hundíamos hasta la cadera.
Tras algo
más de una hora de marcha podemos divisar nuestra cascada: Moonlight 100m, WI
IV/V.
Una vez en
pié de vía, nos colocamos el material y Vicky toma la iniciativa en el primer
largo de este pequeño monstruito de cascada.
A los 30
metros monta reunión de dos abalakov que había. Salgo limpiando el largo y le
adelanto para llegar hasta la cueva de la segunda reunión. Recojo cuerda y ella
se junta conmigo. El siguiente largo es el duro, andará sobre el VI+. Nos
cambiamos material y le entro sin pensarlo.
Los primeros
20 metros encuentro bastante gancheo, pero los siguientes 15 estaba más fina la
cosa y había que ir pinchando con delicadeza. Monto reunión de dos tornillos y
aseguro a Vicky. Cuando salgo de nuevo para tratar de culminar la cascada me
encuentro con un hielo muy húmedo y “paposo”. El torrente de agua que bajaba
por en medio me estaba empapando y me había calado los guantes. Todo lo que
golpeaba se destruía sin ofrecer ninguna seguridad. Parece que ya es muy tarde
para hacer estos últimos 20 metros. Decido destrepar. Aseguramos una travesía
para llegar a un árbol con cordinos y rapelar. Nos retiramos de una forma
bastante segura y fluida. Cuando los dos tocamos el suelo nos chocamos la mano
y dijimos que lo hemos hecho bien. Ya tendremos tiempo para complicarnos…
Recogemos
las cosas. De vuelta por el camino, paramos en otra cascada de segundo grado y
100 metros “Chantilly falls” para quitarnos la sensación agridulce.
Vicky se
quiere dar entera de primero esta aparente sencilla cascada.
Resultó que
esta cascada, aunque no estuviera expuesta al sol, se rompía entera. Vicky
tenía que golpear cuatro o cinco veces hasta que rompía todas las capas de
hielo podrido y el piolet se clavaba en algo seguro de lo que poder tirar.
Tras aquel
largo hicimos dos rápeles para llegar al suelo. Una hora después llegamos
hambrientos al coche y devoramos el sándwich y la fruta que habíamos dejado
preparada para el regreso.
*7 de Marzo
del 2018:
Nos
despertamos tarde y sin ningún tipo de preocupación. Es nuestro quinto día aquí
y el cuerpo pide descanso. Pasamos la mañana trabajando con el ordenador,
afilando los piolets, valorando opciones para el día siguiente, y por la tarde
visitando el Pueblo de Banff con Franc, Marta, Cristina y más tarde Fer.
Aquí
en lo que llevamos conocido de Canadá, únicamente nos hemos encontrado con
gente muy amable, tanto en la montaña, como por la calle, o incluso
atendiéndote en su trabajo. Se respira tranquilidad y buen nivel de vida. Las
carreteras son muy anchas y seguras. El límite de velocidad está en 110Km/h,
aunque tienen coches muy potentes. Raro es el que no tenga un cuatro por cuatro
que no te llegue el capó a la altura del sobaco. Este es un lugar espacioso,
desestresado, lleno de colores y en un profundo contacto con la naturaleza.
Al mediodía
fuimos a comer a la hamburguesería grizzli y probamos la carne de bisonte.
Estaba bastante hecha y no notamos nada de distinto o especial en la carne.
En fin,
típico día de relax…
*8 de Marzo
del 2018:
Madrugón a
las 5:00 am. Desayunamos y cogemos el todoterreno de nuestros compañeros
durante unos 40 minutos. Cuando llegamos al parking abrimos el maletero y
sacamos dos bicis de montaña que podemos usar los huéspedes del alojamiento.
Esta es un truco que nos contaros nuestros compañeros Carlos y Juan para
ganarle mucho tiempo a la aproximación.
Calculo que
estaríamos unos 20 minutos dando pedales sin contar con los parones porque a
Vicky se le congelaban las manos a la pobre. No es de extrañar, pues estábamos
a 16 grados bajo cero.
Cuando
termina la pista escondemos las bicis y caminamos por el sendero pisado. De
nuevo nos asombran increíbles paisajes que me hacen recordar mi película
favorita Into the Wild.
Ya vemos
nuestra cascada “Profesor” 240m IV+/V. No hay pérdida posible…
Comenzamos
la cascada y encontramos un hielo bastante bueno. Casi todas las reuniones
estaban equipadas en roca, con lo que se gana mucho en velocidad. La morfología
de esta cascada era completamente como la de un barranco: cascada, campa,
cascada, campa, cascada…
Lo bueno es
que al estar tan entrecortada, las cordadas de arriba no podían tirarnos hielo
encima ni nosotros a los de abajo.
El séptimo
largo era el más difícil de todos. Es aquí donde algunas cordadas se dan la
vuelta. Gasté todos los tornillos que tenía para los 50 metros que nos
separaban del final.
En la bajada
ganamos tiempo empalmando todos los rápeles que pudimos. A pie de cascada
hicimos la mochila y caminamos hasta las bicis. Cuando las cogimos, lo que
quedaba del retorno fue una gozada de paseíto hasta el coche.
*9 de Marzo
del 2018:
Nuestra
progresión lógica nos llevó a intentar una de las cascadas potentes y a la que
yo le tenía echado el ojo desde España, “Weapping Wall 180m V”.
Tras dos
horas y pico de coche vemos aquel monstruo congelado del que tanto había oído
hablar a la derecha de la carretera. El coche marcaba 4 grados bajo cero.
Aparcamos y en menos de 10 minutos ya estábamos bajo aquella pared vertical de
hielo.
La vía de V
grado original estaba ocupada, y el paño central también. De modo que nos
metimos más a la izquierda y en nuestra propia línea independiente.
A mi derecha
vi como un canadiense empalmaba de una manera muy sencilla los dos primeros
largos convirtiéndolos en uno de 60m. Me pareció muy buena idea para ganar
tiempo y pensé en hacer lo mismo. Comienzo a escalar, noto el hielo algo
blando. El piolet entra bien, aunque no inspira demasiada confianza. Cuando
protejo con tornillos, los noto entrar muy fácilmente. Gasté demasiados en la
primera mitad del largo y me tenía que haber parado, pero en el hielo siempre
se ven más fáciles los siguientes 10 metros que tienes por encima y continué.
No sé cómo de repente me vi en un muro vertical de hielo blando, con 35 metros
por delante aún por escalar y solamente 5 tornillos para protegerme. Daba más
pioletazos de los necesarios. Cada ocho o diez metros metía un tornillo que
apenas me transmitía tranquilidad. Menos mal que tengo bien de power en los
brazos (pensaba), es lo único que me salva. Me encontraba ardiendo y sudado,
luchando por controlar los nervios y no dar pasos en falso. Para el colmo las
cuerdas tiraban brutalmente hacia abajo debido al peso y al roze. Cuando ya me
había dejado el último seguro a 10 metros y me quedaban otros 6 u 8 para llegar
a la repisa, sólo me quedaba un tornillo, y lo necesitaba para montar la
reunión de modo que me puse a hacer dos abalakov. Saqué un cordino largo que
tenía y cosí los dos puentes de hielo para triangularlos. Por fin un seguro del
que me podía fiar a gusto. Mi mente descargó bastante tensión al chapar las dos
cuerdas con un mosquetón de seguridad. Después de hora y media agonizando
terminé aquel largo de 60 metros y 9 seguros montando una reunión de un
abalakov y el tornillo que me quedaba. Vicky subió peleándose con el largo y me
dio la enhorabuena. El largo era mucho más difícil de lo que parecía. Después
de valorar el continuar decidimos bajar, pues psicológicamente estaba agotado y
se me había quedado el cuerpo destemplado.
Llegamos al
coche y marcaba +2 grados. Me parecía mucha temperatura. En casa descansamos el
resto de la tarde y Vicky se acostó muy pronto. Yo mientras tanto me armaba de
motivación y energía para volver al día siguiente a la misma vía. Un compañero
me prestó 5 tornillos más y puse el despertador a las 4:00 am para llegar mucho
más pronto y con más frío a la cascada. De esta manera no cometería los dos
mismos errores del día anterior (no madrugar demasiado y no llevar los
suficientes tornillos a una vía con largos difíciles de 60m).
*10 de Marzo
del 2018:
A las 4:10
am ya estábamos desayunando y a las 4:50 am saliendo con el coche. A las 7:00
am y con el amanecer nos ponemos casco, arnés y crampones en el coche y salimos
directos y con un objetivo. Esta vez el coche marcaba 16 grados bajo cero,
¡Bien!
Vemos que un
escalador está llegando con el frontal encendido a la primera reunión de la vía
de en medio, y la vía original está libre. Nos metemos sin pensarlo. El primer
largo, de 60 m y con un poco de travesía hacia derecha termina en una cueva con
unos paraboles sólidos para anclarse.
Vicky llega
y me pasa su energía para el siguiente largo. Comienzo a escalarlo. Es
totalmente vertical. Me hayo superando un diedro súper estético de escalar. A
los 20 metros llego a unos abalakov en los que me apetece parar, pero me da la
sensación de que el hielo que los sostiene está podrido y no me apetece que nos
colguemos de ahí, de modo que los chapo con una cinta express y continuo el
largo. En algún tramo parecía que incluso desplomaba un poco. Voy fino y
dándome buenos alejes entre los seguros, pero esta vez con unas sensaciones
totalmente distintas. El hielo se encontraba en buenas condiciones y la
distancia entre las protecciones no eran tan brutales. Metiendo los tornillos
alternaba el brazo del que me descolgaba para poder aliviar el otro. Este largo
me parecía una titanada. La gente suele parar en los cordinos para dividirlos
en dos, pero se pierden un poco las sensaciones de la vía original. Más abajo
Vicky se empezaba a poner nerviosa porque creía que la iba a sacarla en
ensamble. Incluso llegó a quitarse el cabo de anclaje pero justo le tense
fuertemente las cuerdas y ella supo que ya la tenía cogida a una reunión. Se
pudo dar el largo tranquila.
Yo estaba
feliz por la serenidad con la que me hallaba enfrentándome a mi reto particular
en la misma cascada que el día anterior tuve que abandonar.
El tercer y
último gran largo parecía, como de costumbre, mucho más fácil de lo que luego
resultó. Después de 15 metritos fáciles, aquello se puso vertical como si no
hubiera un mañana. Al despegar mi cuerpo de la pared, mi cabeza salía de la
sombra y el sol me quemaba los ojos. Me tiré varios trozos de hielo en la cara
que me abrieron heridas en nariz y frente, pero pude protegerlo bastante bien y
aunque ya petado, subí muy tranquilo.
Qué alegría
completar un gran clásico como wepping Wall. Comenzamos a rapelar y en tres
tiradas llegamos al suelo.
Hacemos tres
rapeles, y según terminamos de guardar las cuerdas escuchamos un pequeño
estruendo que venía de arriba. Cuando miramos era un bloque de hielo que se
había desprendido de alguna chorrera y se dirigía a nosotros. Vicky salió
pitando por el camino huyendo eficazmente del peligro pero yo, que estaba más
apartado de la pared, quise correr en otra dirección, me hundí en la nieve
hasta la cadera y me quedé bloqueado. Me agazapé y encogí de hombros mientras
escuchaba el pequeño bombardeo a mi alrededor hasta que ya se calmó. Cuando ya
vimos que no había pasado nada cambié una mirada con Vicky y nos pusimos a
reír, (sobre todo ella).
Contentos y
satisfechos conducimos de nuevo otras dos horitas hasta el hospedaje.
*11 de Marzo
del 2018:
Aunque
estábamos cansados, sólo nos quedaban dos días para hacer actividad, de modo
que dejamos el descanso para el avión de vuelta.
Este día
cambiaron la hora, y nos levantamos sin querer a las 5:00 am. Tras 40 minutos
de coche llegamos al lago Louise.
Lo
atravesamos por encima y llegamos a los pies de la vía “Louise fall 115m IV”.
Resultó ser
una cascada preciosa, con un magnífico hielo y un único tramo difícil. Fuimos
acompañados de Alberto y cada uno tuvimos un largo para hacer.
Fue una
mañana corta y estuvimos pronto en casa para descansar el resto de la tarde.
*12 de Marzo
del 2018:
Último día.
Queríamos probar un poco de roca canadiense, aprovechando sobretodo que las
temperaturas habían subido hasta tal límite que incluso alguna cascada se había
derrumbado. Ya estaba el tiempo peligroso para seguir haciendo hielo de modo
que lo tuvimos claro.
Nuestro
amigo canadiense Juan, la persona que nos consiguió un buen precio en el
hospedaje, nos había dicho que se tardaba una hora en llegar a unas paredes que
se veían desde la cabaña.
Vicky y yo
comenzamos a andar por un sendero nada señalizado y atrapado en el bosque. Los
árboles eran tan altos que no nos permitían ver la pared, y orientarse era muy
difícil. Tras casi dos horas andando podemos observar que el lugar donde nos
dirigíamos estaba dos valles más a la derecha, y puesto que el bosque no era
muy frondoso, decidimos ir campo a través. Vimos unas huellas de lo que parecía
ser un oso y luego las de un puma. Nos gustó mucho hasta que en medio del
bosque empezamos a ver demasiadas y por todos lados, de modo que nos pusimos a
perder altura en dirección al camino. Cuando lo encontramos de nuevo volvimos a
cogerlo dirección la pared, pero esta vez con tendencia hacia el otro lado. Al
fin llegamos, aunque la pared todavía se veía distante, como a media hora.
Miramos el reloj y llevábamos 5 horas caminando. Era tarde para empezar a
escalar y encima habíamos quedado para cenar todos juntos por nuestro último
día a las 19:30. Tuvimos que bajar y posponerlo para la próxima vez que
vengamos.
Al día
siguiente nos dirigimos al aeropuerto. Por mi mente van pasando las imágenes
del viaje. Un viaje lleno de acción.
Está muy
bien todo lo que uno se lleva y ha conseguido, pero yo digo siempre que lo que
te hace volver es todo aquello que te has dejado por hacer, lo que no has
conseguido. Y desde luego que volveré como buen enamorado de estas tierras que
he quedado.
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