La salida a
Peñalara dejó mucho que desear, así que decidimos volver a las alturas al día
siguiente.
Esta
expedición estaba formada por Cristian, Javi y Juan Andrés (nuestro colega de la
montaña), salimos a las ocho de la mañana de Guadalix por un agradable y fácil camino
de 9 kilómetros, conducido hasta Miraflores de la Sierra, pasando por dehesas y
cruzando ríos congelados.
Tras hora y
media llegamos a Miraflores, donde el frío se notaba algo mas intenso. Cruzamos
el río que marca la frontera y entramos en el pueblo andando calle arriba.
Después de
haber comprado algo de comida, empezamos a ascender por las afueras del pueblo
para conquistar el Pico de la Pala (pequeña cumbre, anterior a la que nos dirigimos, por la que hay que pasar). El último medio kilómetro de este pico está bastante
empinado y te puede agotar si vas a un buen ritmo.
Después de
haber tocado la cima, tomamos el primer aperitivo de la mañana detrás de unas
rocas resguardados del viento. Nos pusimos las mochilas y seguimos por el
ascendente camino volviéndose más ligero, pero el viento cargado de humedad empezó
a azotar de forma considerable y las temperaturas bajaron apresuradamente.
Cada vez
teníamos la cima mas cerca. Viendo el panorama, sabíamos que mientras más nos
aproximásemos, peor se pondría la situación de temperatura, viento, visibilidad
y humedad.
A escaso
medio kilómetro de la cima, el paisaje se volvió completamente blanco, frío e invisible
mas allá de 50 metros. La sensación térmica provocada por el viento congelaba
la humedad, los tres teníamos la superficie de los cortavientos completamente
congelada por una dura capa de hielo cada vez mas gruesa y blanca, las mochilas
parecían cubos de hielo y nuestras capuchas dejaron de agitarse por el viento
al solidificarse.
Hicimos
cumbre y un par de fotos. Decidimos marcharnos directamente ya que era
imposible comer allí sin tener problemas.
El descenso
fue rápido, se notaba el agradable cambio del clima según nos alejábamos de la
cima, el calor y el viento provocaba que el hielo de nuestras prendas se desprendiese.
Enseguida llegamos al Pico de la Pala, donde nos sentamos tras unas rocas a
comer tranquilos, después seguimos bajando por aquel empinado tramo que a la
subida era agotador, y ahora se convirtió en un troncha rodillas, pasamos Miraflores
y de nuevo por el río de la frontera en el que el hielo ya sin fuerza, flotaba
desfragmentado en el agua. En el camino ya de vuelta, no hubo complicación
alguna y llegamos a Guadalix a las 4 de la tarde con la esperanza de que el
tiempo nos favorezca el fin de semana que viene para la próxima ruta.
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