*5 de octubre del 2018:
Viernes, mi madre me deja en el aeropuerto, me voy de
aventuras.
Allí nos juntamos gran parte del Equipo de Alpinismo
Madrileño, es la última concentración y tenemos mucha ilusión por irnos al continente Africano.
Yo en teoría ya no estoy en el equipo, cuando promocioné en el nacional no me
dejaron mantener la plaza en el madrileño, pero me corresponde ir al viaje de
fin de curso y me han invitado, lo agradezco mucho.
Tras aterrizar, nos cuesta entendernos con la policía que da paso a coger las maletas para entrar al país. Pues el lugar al que
vamos (Taghia) no les aparece en el mapa siquiera como una localización. Lo
solucionamos finalmente diciendo que vamos al último punto habitado al que llega
la carretera, el pueblo de antes.
Nos recoge nuestro chofer, llega media hora tarde. Trae una
furgoneta grande adaptada con muchos asientos a modo de minibús. Vamos cargados
de equipaje hasta los topes y las cosas nos entran justas.
Cuando nos saca al exterior del aeropuerto se nos comienza a
abrir un mundo a otra cultura diferente. Nos sorprendía ver que se diera como
algo común el ir tres o cuatro personas en una pequeña moto. Los vehículos por
lo general son muy antiguos, casi obsoletos y parece que eso de la “ITV” allí
no ha llegado, nadie lleva puesto el cinturón de seguridad y la mayoría de la gente va hablando tranquilamente por el móvil mientras conduce.
Vamos con las ventanillas bajadas, hace un calor agobiante.
La primera parada la hacemos en un gran supermercado. Compramos todo lo que
creemos que necesitaremos para comer entre horas una vez instalados en el
poblado. La siguiente parada la hacemos en un pueblo grande, con aires de
ciudad, queremos comprar tarjetas para tener cobertura e internet. Mientras unos
se intentan entender con los de la tienda otros esperamos fuera en la calle. Vemos
como los hombres se muestran cariño entre sí, andan con el brazo echado uno por
encima del otro o incluso de la mano. Cuando te saludas con la gente se llevan
la mano al corazón después de dártela, un gesto muy tierno. Nos gusta el
ambiente lento y tranquilo. La gente camina sin prisa, se paran a charlar unos con otros.
De repente se escuchan rezos a volumen alto por unos altavoces
procedentes de la mezquita, pero la ciudad sigue su curso normal. Hay lugares
los cuales se paralizan y todo el mundo reza, pero no es el caso, parece que
estamos en una zona muy tolerante y con diferentes costumbres. Cada uno va
vestido de manera distinta, los hay que llevan chilaba y los hay que podrían ir vestidos a la moda de una ciudad europea cualquiera
En la siguiente parada que hacemos tras 5 horas pretendemos comer en un bar de carretera. Es tarde y no nos quieren
poner de comer. Nuestro chofer negocia con el jefe y nos consigue una ensalada,
tortilla y bebida, a un precio alto, pero nos hace falta, así que aceptamos.
En
un momento necesito ir al baño, al llegar veo un agujero en el suelo y un cubo
de agua con un pequeño grifo al lado. Me acordé de que mi padre decía que los árabes comen con la mano derecha, así que uso la izquierda. A la salida de todos
los baños hay otro grifo y jabón. Realmente me parece más higiénico y ecológico
este método que usan aquí.
Se hace de noche, pero todavía quedan un par de horas por estos infinitos puertos llenos de curvas en mitad del desierto para
llegar. Cuando por fin bajamos de la furgoneta nos reciben unos cuantos arrieros
con sus burros, ellos se encargarán de nuestras mochilas.
Comenzamos a caminar en la noche por una pista tallada en una
garganta. A tramos está derrumbada y la pista estrecha tanto que hay que pasar
con cuidado de no caer al barranco de la derecha. El padre de mi amigo Rober ha
venido, y nos quedamos un poco atrasados para ir a su ritmo, que para el escaso
o nulo deporte que practica no está nada mal.
Tras dos horas llegamos a la gite Joseph. Nuestras
habitaciones son cuartos diáfanos con una alfombra grande en el suelo y unos
tres o cuatro colchones. Son las dos de la mañana y agotado me tiro en
la cama con demasiada confianza, casi me parto la espalda. El colchón es gordo
pero muy duro. Nos sorprendió que descansásemos tan bien todas las noches.
*5 de octubre del 2018:
Al día
siguiente despertamos entre enormes y verticales montañas calizas. En a penas 24 horas era como si hubiéramos pasado de estar en nuestro cómodo y desarrollado país a despertarnos metidos en la pura edad media.
La gente aquí sobrevive con muy poco, llevando un duro estilo estilo de vida auto suficiente.
Para este primer día, pensamos en una escalda fácil y cercana
la gite, ya que no habíamos madrugado nada.
Rober y yo fuimos a la pared de Des Sources, y nos metimos en
la primera vía que vimos que no tuviera ninguna cordada por encima.
Escalamos la “le reve
daïcha 255m, 6a+”, que resultó ser la vía más fácil de Taghia, y pudimos
comprobar el carácter de seguros alejados y pasos obligados que dan fama al
lugar, aun siendo lo más fácil.
Aquel día por la tarde fuimos a la misma pared a hacer una
vía que nos habían recomendado y que pudimos ojear durante nuestra escalada
anterior.
“Zebda 260m, 7b+”. Zebda es una palabra árabe que significa
mantequilla, y no sé si tiene alguna relación con la vía, pero esta patinaba.
El primer seguro estaba bien alto. Comencé a subir, Rober me estaba portando.
Me quedaba poco para llegar a la primera chapa cuando de repente perdí
simultáneamente manos y pies de un resbalón. Rober justo había mirado al suelo,
y al escuchar mi grito de aviso volvió la mirada hacia arriba y no pudo
reaccionar. Mi culo aterrizó en su cara y caí con él al suelo. Cuando miré para
atrás tenía las manos agarrándose la nariz –casi me rompo la nariz, me dijo. Yo
no pude aguantarme la risa y al rato él también se reía conmigo. Otras veces
toca reírse de mí. Le dolía un poco el cuello pero enseguida se dejó de quejar.
Yo no me hice daño y se lo agradecí.
El primer largo era 7b+, y me caí arriba. Casi lo saco a
vista. Bajé al suelo y al segundo pegue la encadené con cero complicaciones.
Rober, escalando de segundo y con la mochila llego bastante alto y cayó agotado
en los últimos pasos. Cuando llegó conmigo a la reunión, el cielo comenzó a
tronar y las primeras gotas cayeron. Decidimos bajar e ir a pasar el resto de
la tarde tranquilamente en la gite con los colegas.
*7 de octubre del 2018:
Al día siguiente volvimos a la misma vía. Rober escaló el
primer largo, cerca de encadenarlo cayó y de dio rabia. No quiso volver a
intentarlo, recogió cuerda y tiré para arriba.
Para los siguientes largos me vi apretando más de lo que
esperaba. No había nada de magnesio, lo que convertía la escalada en un ir a
vista cien por cien. Había que descubrir todos y cada uno de los movimientos, a
veces navegabas hacia el lado erróneo teniendo que deshacer los movimientos para
encontrar el camino adecuado. Los seguros estaban en ocasiones
considerablemente alejados, y quitaban las ganas de caer. Poco a poco fui
enlazando las secuencias y encadené todos y cada uno de los movimientos.
En la zona de arriba comprendí aquello de lo que tanto hablan
en cuanto a la calidad de la roca. Pues es porosa, dura y bastante agresiva para
la piel. Es como un coral, en ocasiones con el tacto propio de un cuchillo
afilado, y puede desgarrar la piel rápidamente en el caso de no escalar de un
modo eficiente.
El día siguiente lo empleamos de descanso, pero por la tarde
volvimos al primer largo de esta vía para que Rober lo encadenase. Y así fue.
*9 de octubre del 2018:
Hoy vamos a hacer una de las clásicas “Baraka 700m, 7b”
A un buen ritmo se llega en una horita y media al comienzo de
la vía. En esta aproximación se pasa por la famosa ferrata Bereber.
Al menos tenía un cablecito puesto con nudos para asegurarse.
Nos habían dicho mal la orientación de la pared, y
prácticamente desde el primer largo nos estaba entrando ya el sol.
Roberto Muñoz en el largo de 6c de la vía Baraka. Taghia |
La vía resultó ser muy guapa y exigente. En ocasiones con una
difícil lectura de los movimientos, como es típico aquí. La roca era excelente,
pero el sol nos mellaba las fuerzas y los pensamientos.
En algo más de 5 horas estábamos en la cumbre.
llegando a la cima del Oujdad |
En la cima del Oujdad |
También nos pintaron la bajada mucho más evidente de lo que realmente
era, y el rapel ni lo encontramos. Todos los días cada cordada llevaba un
walkie para comunicarse con el resto de compañeros. En el caso de que ocurriera
algo debíamos de apañarnos entre nosotros. Lo más parecido a un helicóptero de
rescate que se podría dar aquí era un burro.
Por lo general a la tarde se formaban tormentas, a veces muy
fuertes aunque no llegamos a pillar ninguna seria en todo el tiempo que
estuvimos allí, eso complicaría mucho la bajada.
Sin saber por qué, nos habíamos quedado sin batería en el
walkie para poder preguntar sobre la bajada, y tuvimos que destrepar con
cuidado la montaña entera por la vertiente este para luego coger la empinada
canal de bajada hasta el pueblo.
*10 de octubre del 2018:
A la mañana me levanté con dolor de cabeza, tenía insolación
por todo el sol que habíamos chupado durante la escalada en la Baraka y
necesitaba pasar el día reposando. No quedaban muchos días y me fastidiaba
perder uno. Yo funciono muy bien con bajas temperaturas, soy realmente caluroso
y genero calor con gran facilidad, pero el calor me destruye.
Pasé la tarde en la terraza de la gite, sentado en una silla
y con los pies en alto y leyendo mi libro de Dawn Wall, escrito por tommy
Caldwell. Trata sobre la historia de la vía de escalada más dura del mundo.
Al llegar la noche, las estrellas inundan el cielo de una
manera bestial, la silueta de las montañas queda perfilada creando un ambiente
profundamente inspirador.
*11 de octubre del
2018:
El objetivo de equipo para esta concentración era abrir entre
todos una vía equipada de varios largos. Llevan días subiendo oleadas de tres,
y hoy nos toca abrir a Gabo y a mí los dos últimos.
Aproximamos una hora y llegamos al pié de vía. Jumareamos 200
metros de cuerda fija con el material necesario, nos anclamos a la última
reunión alcanzada, Gabo me asegura y comienzo a abrir. En menos de una hora había
abierto 60 metros en los que solamente había instalado 5 paraboles, uno por
cada 12 metros. Nos habían dejado que cada uno abriese con la ética que
quisiera, pero que luego el largo tenía que quedar bien equipado y cosido a
seguros. De modo que después le di un repaso al largo durante el rapel para
colocar mas seguros, habíamos puesto unas normas en común y hay que
respetarlas.
Gabo, escalando dos chapas más hizo cumbre.
Croquis de Entre dos aguas |
Al bajar observé una cueva bastante interesante para abrir una
ruta dura de deportiva.
Aquella tarde planeé con Rober lo que sería la incursión más
dura de la concentración. Una vía de 500 metros y 7b+ en estilo de auto protección, pocas veces
escalada entera en el día. Preparamos con ilusión las mochilas y nos acostamos.
*12 de octubre del 2018:
El despertador sonó a las 4:30 de la madrugada. Rober se
encontraba mal, no tenía bien el estómago y no había dormido en toda la noche.
Si un tipo duro como Rober no lo ve claro para ir a la vía es porque realmente
no debemos ir. De modo que nos volvemos a acostar hasta la salida del sol.
Durante el viaje se fue turnando la gente con los problemas de barriga. Yo por
suerte tengo el estómago de acero.
Por la mañana no me quedó otra opción que convencer a Talo para
que me ayudase a equipar la cueva que había visto el día anterior, ya que
necesitaba un plan de emergencia.
Javi guzmán abriendo la vía Aladín 8a+? en Taghia, Marruecos |
Me armé de ganchos, friends y lazos para hacer puentes de
roca y abrí una vía de puro techo con final desplomado y salida en placa
técnica.
Nunca había recomendado una vía abierta por mí hasta ese día.
El resto de la tarde y el día siguiente los pasé intentando liberar la línea.
Pero el cansancio acumulado del viaje, el desgaste de piel, y la justa
nutrición durante 10 días, tiraban en mi contra. Además de que la vía parecía
ser bien dura.
Javi Guzmán en el reposo de su vía Aladín 8a+? |
La llamé Aladín, y rondará entorno al 8a+?
De roca excepcional y movimiento fanáticos. Una lástima no
haberla podido encadenar. Pero eso la convierte en una de mis cuentas
pendientes y por lo tanto un motivo más para volver…
De todos los viajes que he echo este año, el de Taghia es el que más seguro estoy de repetir para el año que viene. Me ha parecido un lugar increíble, lleno de gente auténtica y además barato. Con un clima aceptable siempre que no te tomes un día entero al sol. Aquí hay mucho más por descubrir de lo que se conoce. Además no me dio tiempo a hacer ni la mitad de las cosas que me hubieran gustado. Así que por eso y por un sin fin más de motivos, repetiré este viaje sin dudar en cuanto salga la oportunidad.
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