Comienza un
nuevo año. Y como darle mejor inicio al 2019 si no es haciendo un viaje de
aventura a pirineos con mi gran amigo Cristian.
Poco a poco
nos hacemos mayores, pero la ilusión por vivir la aventura, por evadirnos del
mundo, y por despreocuparnos durante unos días de todo aquello que no sea lo
primitivo y lo esencial, sigue latiendo con fuerza desde lo más profundo de
nuestras raíces.
Con Cristian
empezó todo hace mucho tiempo. Una persona ejemplar en muchos aspectos
importantes de la vida. Fue un importante pilar en mi formación como persona y
escalador. De él aprendí grandes cosas, pero por encima de todas ellas, aprendí
a luchar por causas imposibles, causas perdidas, objetivos inalcanzables y
contra todo pronóstico. Sin quererlo, Cristian me aleccionó con su ejemplo y
espíritu guerrero, al lograr superar situaciones muy complicadas a nivel
personal y deportivo. Es el compañero de cordada más noble que puedas echarte a
la cara.
Ahora mismo se
encuentra encerrado en los estudios, opositando duramente para bombero. Lleva
tres años a machete, lo que le ha hecho desconectar mucho de todo lo demás.
Motivo por el que desgraciadamente no he podido compartir apenas aventuras con
él en todo este tiempo. Es por eso que valoro como oro en paño todo el tiempo
que podamos pasar juntos en la montaña.
…………………………..
*1 de Enero
del 2019:
Después de
horas de carretera conduciendo de noche, pasamos por delante de Torla.
Nostálgico, me doy cuenta que la última vez que habíamos estado juntos en Pirineos
fue con 16 años, ¡Hace 7 años! Cristian se sorprende tanto como yo. El tiempo
pasa, y hay que aprovecharlo.
Sobre las
24:00 horas llegamos al parking de Bujaruelo. Nuestro coche era el único. Aparcamos
y montamos la tienda de campaña. Preparamos los termos con té y café para el
día siguiente, y nos acostamos tan pronto como podemos.
Pasamos una
noche incómoda por el ruido que el viento provocaba en la tienda de campaña.
Además, las fuertes rachas pegan justamente de mi lado, y la pared de la tienda
me presiona el cuerpo desvelándome continuamente.
*2 de Enero
del 2019:
A las 4:30
suena el despertador. Desayunamos, preparamos los macutos, y comenzamos a
caminar tras la luz de las frontales.
Tras larga
caminata de más de 3 horas sin descanso, divisamos las paredes norte y oeste el
Taillón. Una larga rampa nos separa del comienzo de la goulotte. Observamos
tres posibles rutas, y nos dirigimos a la central, parece la más difícil y
divertida. Nos ponemos los crampones y tiramos hasta el inicio.
Como yo
tengo más experiencia, me ofrezco para hacer el primer largo y la toma de
contacto con el hielo. Cristian, desde un lugar seguro de impactos de hielo me
asegura y comienzo a escalar. El hielo se encontraba en un estado espléndido y
este primer tramo resultó ser más fácil de lo que me esperaba. Subí 60 metros
corriendo y apenas asegurándome con un par de tornillos. Llegué a una reunión
de clavos y recuperé cuerda.
Cuando llega
Cristian, le ofrezco darme otro largo, ya que este siguiente era el más difícil
de toda la vía. Me lo cedió sin problemas.
-Tío, ¿has escaldo
en hielo alguna vez algo tan vertical como esto?, -Sí. (Me responde).
Desde Marzo,
cuando fui a Canadá hacía que no escalaba hielo, y tuve una pequeña pelea con
aquel largo, que resultó ser más apretado de lo que pintaba desde abajo.
Cuando le toca
a Cristian escalar de segundo, tras un rato de lucha me pide que le tense
fuerte las cuerdas. Cuando se ha escalada poco hielo, cuesta mucho gestionar la
energía en un largo tan vertical, incluso haciéndolo de segundo. Cuando se
junta conmigo en la reunión me dice que es el largo de hielo más difícil que ha
escalada en su vida y que estaba flipando con lo cansado que tenía los brazos.
No se lo esperaba. Yo le explico, que en el hielo, los largos siempre son mucho
más difíciles de lo que parecen.
Él tira de
primero por una campa unos 50 metros, me recupera cuerda y nos unimos. Monto
una reunión con 2 clavos.
Cristian,
pese a sus sensaciones, me dice que éticamente no puede permitirse escalar una
montaña entera de segundo, y se prepara para el siguiente largo.
Se trataba
de un resalte casi vertical de 8 metros.
Cuando lleva
4 metros escalados, mientras estaba golpeando el hielo con el piolet derecho,
se le escurren los pies, y todo su cuerpo se precipita mientras consigue parar
la caída del único punto que le une a la pared, el piolet de la mano izquierda.
Se queda colgando de un brazo como si nada y rehace su postura. Se relaja y
termina el largo decentemente.
Pese a que
yo estuviera parado en la reunión, Cristian consiguió que mantuviese el calor
corporal de la tensión que me hizo pasar.
El resto de
la vía eran largos sencillos de mixto y campas de nieve. De modo que escalé de
primero hasta que se terminó la cuerda y Cristian salió detrás de mía en
ensamble y recogiendo seguros hasta que pude asomar la cabeza por la otra vertiente
y divisar el espléndido paisaje de 360 grados que nos rodeaba.
Hacía sol,
pero también un gélido viento que provocaría una sensación térmica mínima
aproximada de -10ºC
Tras un
pequeño paseo por la arista cimera coronamos la cumbre del Taillón (3.144m)
Curiosamente es el primer tresmil que hacemos juntos.
Cristian García y Javi Guzmán en la cima del Taillón 3.144m |
(La última
vez que intentábamos un tresmil juntos fue el Vignemale cuando teníamos recién
cumplidos los 16 años, y a causa del mal tiempo y la falta de experiencia no
pudimos con aquella montaña).
Bebimos un
poco del té que nos quedaba en el termo y con cuidado iniciamos el descenso por
la empinada ladera que nos devolvería al inicio de la vía.
Llegamos al
coche con tiempo para ir a comer a Broto. En apenas 9 horas y 40 minutos pudimos
hacer la actividad desde el coche hasta la cumbre y vuelta, con cerca de 2.000
metros de desnivel positivo. Una palizilla.
En breves
Cristian estará currando 5 días al mes y cobrando un buen sueldo que le permita
viajar cuanto quiera. Mientras tanto aquí estaré yo ansioso esperándote, en la
montaña, en el lugar que me hace soñar despierto. Hasta muy pronto amigo.
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