*5 de Julio del 2019:
Como todos los años desde hace cuatro, en el caluroso mes de
Julio aprovecho para mudarme a Asturias y currar guiando en el Naranjo de
Bulnes. Es una época fantástica para trabajar de guía , pues el clima aquí es
bastante confortable cuando en el resto de España se están cociendo, y es en
Julio cuando la gente tiene las vacaciones de verano y puede destinar buena
parte de su tiempo al ocio y al turismo activo. Entonces es cuando yo aprovecho.
Pero no va a ser todo currar, de hecho, yo trabajo lo
imprescindible para tener lo necesario, pero nada más, ya que siempre he
considerado que malvender más tiempo de la cuenta es una profunda falta de
respeto a la vida. De modo que unos días antes emprendo un viaje de
pretemporada para escalar por mi cuenta.
En esta ocasión tengo la suerte y el lujo de poder
aventurarme con mi amigo Luisra. Antiguo compañero de la formación de técnico
deportivo de escalada, donde le conocí. Por aquel entonces yo acababa de
cumplir 18 años, y él era para mí todo un referente, un fuertísimo escalador,
con un nivel de escalada que para aquel momento me quedaba muy lejos, además de
ser un tío muy rodado, y sobre todo una persona humilde y cercana.
No costó demasiado fijar Asturias como destino, pues tienes
diferentes estilos de escalada a elegir, además de las montañas y el mar, todo
en el mismo pack.
Después de escalar un par de días por la Hermida, decidimos
ir a por alguna vía que no tuviésemos hecha en la Oeste del Naranjo. Y “La
Directísima 500m, 7b” nos llama la atención. Para ello descansamos un día con
la intención de recuperar fuerzas pero sobre todo la piel.
A las 04:15am suena la alarma en el móvil. Nos despertamos
dentro de la tienda, al lado del coche, en frente del Fresnidiello.
Plegamos la tienda, desayunamos algo, y vamos con el coche
hasta Pandébano. Cargamos la mochila ligera ya preparada la noche de antes,
encendemos las frontales y comenzamos la marcha a las 05:00 aproximadamente.
Hemos optado por tirar en un estilo rápido y ligero para
realizar la actividad en el día, lo que supondrá una paliza, pero a cambio no
cargaremos a penas peso y tendremos una anécdota para recordar. El truco para
que una actividad quede guardada en la memoria y en el alma es meterle una
considerable intensidad. En otras palabras: “sufrirla”, y así es como consigues
que ese día sea de los que suman.
A las 7 y
pico llegamos al Regufio, y ya con el apetito más abierto es el momento de
desayunar.
No nos preocupa que se nos pueda meter una cordada delante en
la vía, sería raro que esto pasara, La Directísima no se encuentra entre las
más repetidas de la cara Oeste.
Ya en la última etapa de aproximación, escondemos entre unas
rocas la mochila con todo lo que no vamos a necesitar en la pared.
Pasadas las 8:00 estamos llegando al pié de vía, cuando una
voz proveniente de arriba grita mi nombre. Levanto la cabeza y era Nano quien saludaba,
acompañado de Alan, que estaban en la vía “soy un hombre nuevo” e iban muy
rápido. Estos dos son guías locales, buenos conocedores de picos, y grandes
personas.
Nos entusiasmamos al vernos y cada cordada vuelve a su faena.
Yo le pregunto a Luisra: -¿Alguna preferencia?, -Me da igual,
la verdad…,-¡Vale, pues entonces empiezo yo!
Me ato a
las cuerdas y comenzamos el baile.El principio del primer largo transcurría por
un diedro completamente de auto protección con algún pasito que iba ayudando a
entrar en calor. En la parte de arriba, había que superar un bombo para luego
terminar por unos pasos en placa difíciles de leer y aún más de escalar. Ambos
pudimos encadenar el “largo de calentar”.
El segundo largo se lo da Luisra. Este largo es una burilada
de anclajes semi expansivos que no se
han restaurado desde la misma apertura la vía. En cada metro y medio hay un
anclaje de estos. La razón de que haya tantísimos en esta primera parte de la
vía es porque fue abierta en artificial, pero con muy poco arte, dejando la
roca excesivamente perforada.
Hoy día, hay quienes hacen esta vía en libre (como nosotros),
lo malo es que al meter una ristra de seguros fijos de tal descabellada manera,
estos muchas veces quedan muy a desmano para protegerse, y no solo hace que te
veas obligado a saltarte más de la mitad, si no que haya que ir intuyendo el
sinuoso trazado de los movimientos en libre, incrementando así exponencialmente
la dificultad para hacer una escalada efectiva a vista.
En este segundo largo varias veces veo a Luisra deshaciendo
movimientos y rehaciéndolos por otro lado. Hay a veces en las que la apuesta
que haces por ir hacia el buen camino es ciega, y puede que hayas acertado o
puede que te estés comiendo pasos más duros de los que corresponden.
Con buena resolutividad y aparente facilidad, mi compañero se
hace con el largo. Bajo sus consejos lo escalo de segundo, y en algún momento
me veo al límite de la caída, y a duras penas consigo resolver las secuencias y
llego con una buena inflada de brazos a la reunión.
Javi Guzmán escalando "La Directísima 500m, 7b" en la Oeste del Naranjo |
Hace fresco, los dedos se entumecen y escalamos con toda la
ropa puesta. Tenemos un cortavientos que nos turnamos para el que asegura.
Con el cansancio acumulado comienzo el tercer largo. Ya de
entrada tengo que saltarme unos cuantos seguros por obligación, y aunque tan
cerca de la reunión no me hace mucha gracia lo acepto.
Pronto
empiezo a darme lo que me parecen pasos muy duros a bloque. En la mitad de
estos movimientos pienso que el siguiente paso será el último, pero lo que es
seguro es que si me caigo no sería por rendirme. Con los brazos al rojo vivo me
quedo en un incomodo reposo de dos regletas malas. Durante unos minutos trato
de convencerme de que estoy reposando mientras procuro descifrar la siguiente
secuencia. El último clavo que tengo chapado está algo más de un par de metros
a mi izquierda y unos tres más abajo. Salgo con el cuchillo entre los dientes
para arriba, pero mis manos no quieren cerrarse y no me tengo del canto por el que he apostado, así que grito
mientras disfruto del vuelo. La cuerda me para de manera suave. Aprovecho el
estar colgado para descansar un poco, y cuando me remonto por las cuerdas para
intentarlo de nuevo, descubro un buen agarre que me hubiera salvado. En fín… la
aventura de ir a vista. Desde allí llego a la reunión sin problemas. El largo
me ha parecido que ya podría ser un 7b+ bien cabrón. Luisra sube de segundo, y
en cuanto comienzan las dificultades y se cae una vez, sube acerando los pasos
más duros sin pensárselo mucho.
Disfrutamos de los dos siguientes sextos hasta llegar
a la mitad de la pared, donde la Rabada Navarro cruza muchas de las vías.
Luisra comienza con el siguiente 6b+/c. Un largo precioso,
con unos primeros metros más atléticos que el resto. Cuando lleva unos 40
metros vemos que a nuestra izquierda están rapelando Nano y Alan. Nano desde
lejos le dice a Luisra que se ha pasado la reunión y que ya tiene que tirar
para arriba. El cordino auxiliar que lleva en el arnés para izar más tarde el
petate se está acabando y lo desato
antes de que la carga pase a Luisra. Le grito para que ponga un tibloc en la
cuerda y asegurar la salida en ensamble, pero Luisra no encuentra donde meter
una sola protección y tiene que apoquinar con 15 metros sin meter nada. Yo me
cargo el petate en la espalda y me preparo psicológicamente para salir
escalando en ensamble no asegurado, en un largo a vista y con el lastre que me
supone el petate tirándome de los hombros hacia atrás. Me da por pensar que voy
a vivir un momento de tensión de los que se recuerdan. Y pienso: al fin y al
cabo, a lo que vengo a la montaña es a buscar el mejor escenario posible para
las aventuras y escribir la historia de mi vida, con el objetivo de generar
recuerdos que enriquezcan el cuento que podré leer cuando sea mayor... Mientras
a Luisra le estallaba la cabeza por lo que estaba a punto de pasar, yo trataba
de tomármelo con filosofía. Las cuerdas se acaban y me tengo que soltar el cabo
de anclaje, y me digo a mi mismo: no des un paso en falso, escalda sólido y
seguro. Pongo el primer pié en alto y de repente suena una aliviada voz arriba:
-Reuniooonn!!!, a lo que yo respondo: -Yujuuu…!
Con el petate en la espalda pero ya tranquilo de no tener que
escalar en simultáneo, disfruto del largo. (vaya minutos malos que hemos
pasado)
El resto de la vía ya es más ameno. Más sencillo de escalar y
con una impresionante roca sólida en la parte de arriba, que permite alejar más
los seguros y escalar más rápido para ganarle a la vía el tiempo perdido por
haber forzado en libre los largos difíciles.
Tras 11
horas de escalada llegamos a la cumbre. Me siento envuelto en un paisaje ya
familiar. Se pueden contar en un número aproximado a 50 las veces que he estado
contemplando el mundo desde aquí arriba. Pero cada una de estas veces ha sido
única y distinta. Ahí reside la magia de la montaña.
Destrepamos más de 200 metros hacia la cara sur, hacemos un
par de rápeles, plegamos las cuerdas y nos ponemos con la bajada. Nuestra
motivación por llegar a Sotres lo antes posible reside en la cena. Según la
hora que era, ya por el canal de la Celada hago un cálculo del camino que nos
quedaba y lo que tardaríamos el bajar. Como estoy acostumbrado a bajar con
prisas le propongo a Luisra que me dé su cuerda y baje directo al coche. Yo
subiría al refugio, buscaría la mochila, y más tarde le adelantaría bajando
(vacilaba). Luisra me dijo que todo lo que iba a verle sería su matricula por
detrás. (jajaja)
Cuando ya
tenía todo preparado y estaba listo para bajar, le había dado unos 15 minutos
de ventaja a Luisra , y eran las 21:20, y a las 22:00 suelen cerrar todas las
cocinas de los bares en estas zonas. Sonaba a imposible poder llegar a tiempo,
pero más imposible aún era que el motivo de no llegar fuese por no intentarlo.
Me alargo los bastones y comienzo a bajar quitando pegatinas como nunca. Pasados
los 35 minutos adelanto a Luisra a 5 minutos del coche. Él se sorprende de que
le hubiese pillado con todo el esfuerzo que había hecho para dejarme atrás, y
me dice que después de verme tan lento en la pared ahora entiende por qué gano
rallyes de escalada. Algún minuto pasado las diez estábamos arrancando el
coche, y después de mirar en tres bares encuentramos uno en el que nos dan de
comer. Después de 18 horas de actividad en el cuerpo agradecimos como no hemos
agradecido nada nunca que por llegar 20 minutos tarde no nos dejaran sin cenar.
Lo conseguimos…
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